Fieles a la soberbia que les caracteriza, los panistas-adrianistas suponen contar con la suficiente estructura como para asegurar la llegada de la Dávila al Senado; no advierten que solos son una conflictiva nave a la deriva en riesgo de caer a la tercera posición.
Paralelamente al destape de Joaquín Cisneros y Anabel Ávalos en el PRI, en la casa de enfrente (el PAN) se acomodaron las fichas al Senado: Adriana Dávila es colocada en la primera fórmula y Héctor Ortiz, parece valorar su permanencia en su franquicia albiazul.
Corre la versión de que alista el equipaje para mudarse a su nuevo feudo: el Movimiento Ciudadano (MC), ante la desventaja que le significa la previsible obstinación calderonista por colocar a Adriana en la primera posición.
Un escenario, muy probable, desempaca al fiel orticista Edilberto Sánchez Delgadillo, en sustitución del ex gobernador.
Así, el juego de las probabilidades manejado por Ortiz, dispondría de dos movimientos interesantes:
1.- Se libraría de la mala vibra despertada por la ex candidata perdedora al gobierno estatal, quien de nueva cuenta es presa de la autosuficiencia y sin medir su medianía electoral, supone a su partido con una convocatoria sobrada para conseguir resultados positivos en la elección de julio.
Pasar por alto su perspectiva actual, y las encuestas serias que ven la verdadera lucha electoral entre PRI y Morena, pone incluso en riesgo su eventual triunfo el uno de julio.
El PAN sin el orticismo es una nave a la deriva, ante un PRI replegado en el terreno local y beneficiado por el efecto Peña Nieto, a diferencia del perjudicial enfrentamiento entre Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota, empeorado por Santiago Creel y la espesura sanguínea que lo sigue a todas partes.
Ortiz en consecuencia, activaría su plan B, instruyendo a sus operadores a difundir entre su vasto aparato promocional a sustituir prioritariamente la intención de voto favorable al PAN mientras convino a esa causa. El primero de julio, habría que dirigir la mirada a la Izquierda. Ver con buenos ojos a Andrés Manuel López Obrador y, dejarse llevar por la corriente morenista.
2.- ¿Costaría mucho a Ortiz sustituir a Adriana Dávila por Lorena Cuéllar para buscar la senaduría? Yo creo que no.
Despechada como se encuentra; victimizada por la misoginia marianista y, con un respetable capital político, sería la compañera ideal para secundarlo en su defensa sin tregua contra Mariano.
Un factor de peso, pues es su ex jefa y entrañable amiga Beatriz Paredes Rangel, a quien le sobran razones para rehacer el plan de ajusticiamiento al ingrato y desmemoriado Mariano, cuyo ensañamiento contra Lorena de plano lo confrontó con una de aquellos tricolores fundamentales en su triunfo del pasado julio de 2010.
Tal vez no se trataba de Lorena en tanto figura política, sino provocar la embestida del libanés-apizaquense para justificar ante ella unas cuantas llamadas telefónicas y otras reuniones en la más absoluta discreción para activar aquella acción tan socorrida en personajes como ella: “no lo voy a perjudicar… pero tampoco moveré un dedo para ayudarlo”.
Una advertencia de Beatriz a estas alturas, créame, equivale al beso de la muerte.
¿Sanchez Delgadillo… por qué?
Al grupo político del ex diputado local le acomoda muy bien la perversidad del juego doble.
No dudo que la eventual sumatoria de Edi al adrianismo, se acompañaría con persuasivos millones para conseguir un par de cosas: primero, disponer de la información (obtenerla de Adri, por su devoción a los billetes equivale a despojar del caramelo a un niño) tan necesaria para todo proyecto con la mira puesta en el Senado.
Luego, ensanchar a los seccionales albiazules la idea del voto diferenciado (claro, con billete de por medio)
El resto fluye por añadidura.
El marianismo en pleno
Si el informe ciudadano de González Zarur, fue parco en el tema de las obras, el quehacer del ganadero no lo es, sin embargo, en tácticas para llegar bien armado a la elección federal.
Primero, desató la más efectiva campaña de desprestigio en contra de su adversario, Héctor Ortiz, y logró el éxito en las altas esferas del gobierno federal, donde esa información fue suficiente para reafirmar a Adriana en la primera posición de la mancuerna al Senado.
Ha dejado correr el rumor de la inhabilitación a Ortiz, como si aquella ocasionara la pérdida del derecho a participar en una elección.
Tal vez, ninguna de las dos acciones verá el éxito en los tribunales, pero ha sido un rotundo acierto a la hora de sembrar incertidumbre donde esta debe florecer para sustentar sus proyectos.
Ha conseguido frenar aparatosamente la creencia de una vida democrática en el PRI, disciplinó a sus diputados locales a excepción de Lorena Cuéllar –cuyos planes de migrar requerían el empujón de la victimización.
Sembró el terror en el Judicial, donde magistrados y mandos medios, dejaron de insistir en el respeto entre poderes y acabaron por aceptar a la voluntad superior como el único puerto del cual asir sus decisiones.
Devaluó figuras como la de Beatriz Paredes y sus seguidores y, hasta se dio el lujo de dar la espalda a personajes de la talla de Manlio Fabio Beltrones, con tal de colocar a Enrique Peña Nieto en el altar, único de su santuario.
Ha impulsado a su hijo Marianito, para rescatarlo del hoyo improductivo al que muchas veces cayó, mareado de poder y de otros inhalantes. Ahora está a punto de lograr su inclusión en la lista de plurinominales, tras haberlo sacado del anonimato en el PRI, del cual hoy es consejero nacional.
En pocas palabras, se ha salido con la suya.
Y si este primero de julio logra carro completo, no para el PRI, sino para sus patrocinados, a Mariano solo le faltará aplicarse a fondo como gobernante para paliar su aparatoso origen, entre males neurológicos, deslealtades e ingratitudes.
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