En 2005, siendo el senador Mariano González, presidente de la Comisión de Administración del Senado, comenzó a urdirse la construcción del edificio más caro de la historia, la nueva sede de la Cámara Alta; ya entiendo la falta de arreglos con su antecesor, es cuestión de… dinero

Vaya cambio de percepción en los estilos de gastar mostrados por el contador Mariano González Zarur. En 2005, al ser presidente de la Comisión de Administración del Senado, tuvo en sus manos el proceso de adquisición del terreno ubicado en Reforma e Insurgentes, donde hoy se erige la sede de la Cámara Alta, en el edificio más caro de la historia.

No se trata de reclamos vistos a través de un cristal partidista o de grupo, sino de millones de pesos en juego, cientos o miles de plazas laborales utilizadas con criterios arbitrarios, que se justifican en acciones de extinción de todo lo que huela a su antecesor en el gobierno.

Hoy sabemos que el edificio, “inteligente” donde despachan los senadores costó al país tres mil 20 millones de pesos.

Somos una nación con marcados contrastes y con tremendos enemigos enfundados en piel de oveja. Nuestros vecinos de aquí arriba y otros de su calaña, inundaron con armas a la nación tras reventar como sapos con tanta droga, que les fascina, y hoy nos quieren ver como los malos de la película.

Total, los gringos están fritos con las adicciones y nosotros con su vecindad.

Por si aquello fuera poco, somos incapaces de sobreponernos a una actitud canibalesca, donde el pez grande devora al chico, donde los grandes negocios, los que permiten ganar fortunas a unos cuantos, habrán de ser costeados por la pobreza de muchos.

Desde 2005, en el escritorio del entonces senador presidente de la Comisión de Administración, para la nueva casa de los legisladores se manejaba un presupuesto de mil 699 millones de pesos.

Un informe del Senado atribuye al hoy mandatario local de Tlaxcala, una destacada participación en el Fideicomiso 1705, al cual llegó una erogación de 67 millones 449 mil pesos. Y tan sólo de subsidios federales, aquella cantidad inicial creció 409.56 millones de pesos.

El flujo de riqueza al hoyo sin fondo surgido en 2005 fue constante y, llevado con mano firme por años después había de convertirse en el gobernador de Tlaxcala en medio de la polémica que levantaron sus expresiones despreciativas a su origen político, incluso a su pertenencia ha grupo alguno.

¿Encuentra parecido?

A finales de 2009 y ante fuertes resistencias, el gobierno encabezado por el panista, Héctor Ortiz Ortiz, se hizo de un terreno de dos hectáreas y media, donde casi logra erigir un complejo de estilo mudéjar, casi copia al carbón de uno de los hoteles más famosos de México, en Las Hadas, Manzanillo, diseñado por Luis Ezquerra de la Colina.

Sin consulta previa respecto al diseño (todos tendríamos derecho a opinar sobre el estilo de la Plaza del Bicentenario), las obras iniciaron en diciembre de 2009. Tendrían que terminar antes de septiembre de 2010, para conmemorar precisamente el bicentenario.

Además de que no la concluyeron, los costos se elevaron la cuarta parte. Originalmente se habían presupuestado 300 millones de pesos. Se le han metido 400 mdp y le falta un resto.

¿Por qué la clausura?

Tan en la opacidad el edificio del Senado como la Plaza del Bicentenario, claro guardando proporciones.

Así que es lógica la rabieta del gobernador Mariano González, respecto a los negocios y diezmos tras la construcción referida.

Creo que el problema fueron las empresas constructoras, lentas como ellas solas –sabedoras que con los diezmos o dobles diezmos tenían pagado su derecho a construir mal y según sus propios tiempos- y como era de esperarse, los orticistas comenzaron a experimentar la desesperación, pues la obra estaba a medias y el tiempo se agotaba.

Así que les cayó como anillo al dedo hacer de aquella obra un pleito.

Y Mariano se dio cuenta del pésimo negocio que ha sido no pactar con su antecesor, pues a diferencia del negociazo con la sede del Senado, aquí en Tlaxcala el dinero de la Plaza lo disputaban muchos.

Por ahí del siete u ocho de junio la justicia federal definirá a quién le cabe la razón. Y créame (se lo decíamos ayer) la resolución legal no significa que sea justa.

Los motivos del encono

Quizás la diferencia entre Mariano y Ortiz, estriba en que el primero sólo ha ganado una elección, la de alcalde de Apizaco, allá por 1989. Su llegada al Senado y a la Cámara de Diputados, fue de manera plurinominal, claro, con la venia de aquellos a los que hoy desconoce, esgrimiendo ausencia de papá, mamá y papá político.

Y a la hora de trabarse en un pleito, el señor Manchis, invariablemente va a recurrir a sus padrinos.

Hoy, ante la descarnada disputa por manejar pesos y centavos de la Plaza del Bicentenario, Mr. Manchis, se encuentra más sólo de lo que se imagina. De sus colaboradores no haces uno y a sus jefes no se les ha pasado el mohín, tras la negación de a penas.

A su contraparte la reunión. Porque el orticismo andaba desbalagado tras la derrota de julio, peleado por cuestión de bonos y dividido, como lo dictan los cánones panistas tras haber sido noqueados en un cotejo.

Por la boca muere el pez. Esa es la premisa vigente en este sexenio.

Entonces por qué el silencio

A media semana, el gobernador de Tlaxcala participó en Puebla en una reunión de empresarios del ámbito digital, a la que acudió el presidente Felipe Calderón. Se oyeron las voces de todos. Bueno, no de todos porque faltó la del señor Manchis.

O no iba preparado, o no lo apuntaron en la lista. O será, que no lo tomaron en cuenta.

La verdad, yo esperaba que tan de arranques como lo es, Mariano tomaría el micrófono y movería al país con alguna de sus alocuciones bien planteada ante el Jefe de la nación. Pero no, se quedó calladito, como si su presencia fuera nada más para ocupar una silla junto al Presidente.

Qué pasa con su imagen

De lo más fresco que ha llegado, supimos de la desesperada búsqueda de estilos menos cansados para encarar en medios la gravísima crisis ocasionada por los actuales (i) responsables.

Ya se maneja algún nombre, con un perfil menos tricolor de la prehistoria, con el mínimo de apertura y eso sí, con un compromiso laboral y estratégico, tan difícil de lograr en el bodrio que actualmente despacha allá por la avenida Juárez.

Esa persona trabaja en el DF y conoce Tlaxcala, porque trabajó en el sexenio de Alfonso Sánchez Anaya.