La pésima administración en Secoduvi llevó al sector a hacer agua y a detonar un nuevo problema, con los constructores.
Sostener en puestos clave de Tlaxcala a elementos como Wilfrido Domínguez, ya comenzó a cobrar facturas. Una de ellas, de las más caras, tiene que ver con el desfasamiento en gestiones. A la larga significó ausencia de recursos por haber desdeñado programas federales que exigían un elevado nivel de concentración.
Fue así como casi a título de amigos se pidió reiteradamente a constructores, “echar la mano a una administración amiga y dispuesta a ser solidaria”, si en esos momentos encontraba respuesta a sus peticiones.
Y algunos constructores creyeron el cuento de quien meses más tarde sería removido de la Secretaría de Obras, Desarrollo Urbano y Vivienda (Secoduvi) donde su papel frívolo y basado en el amiguismo fue eliminando el blindaje, necesario, indispensable para procurar una administración eficiente.
Las decisiones importantes se postergaron.
Al mismo tiempo comenzó la volatilidad del peso. Y el asfalto, materia prima de las obras carreteras salió del control de los constructores. La amistad se trastocó. Sacar la cara por el gobierno, solicitando crédito ante la banca comercial quebró a esas empresas, con las cuales, se supone, sería solidario el gobierno, pues el problema en el que estaban metidas se originó por hacer el favor al funcionario sobre quien se multiplicaron los señalamientos respecto a la ira social que originó un camino en ruinas.
Y aquellos que intentaron ver en la ampliación un factor electoral se toparon con el otro lado de la moneda. Grupos sociales se organizaron absorbiendo a particulares desquiciados porque al frente de lo que fueron sus negocios, hoy había enormes zanjas o terribles lodazales, como jamás lo llegaron a imaginar.
Así que el rechazo de la gente y el debilitamiento del peso, dieron el nuevo rostro a la gran obra: los costos salieron de control, el beneficio colectivo en tanto herramienta electoral se vino abajo y antes que elogios despierta maldiciones.
El retraso es evidente. Ya cayó a la barrana creada una combi retacada de pasajeros, y lo peor, la materia prima está por las nubes en el momento en que el presupuesto del estado ya no da para más.
La única tabla de salvación es que los diputados aprueben el endeudamiento por mil 300 millones de pesos con Banobras. Ese dinero daría oxígeno a las acciones mal ejecutadas por el entonces añoso secretario de Obras.
El nuevo funcionario llegó, muy echado para adelante, pero en pleno rostro le estalló la crisis.
A más tardar la semana entrante, inicia el conflicto. Ya se manifestó la gente afectada por la obra inconclusa. Qué tal cuando lo haga la gente afectada por los desatinos de la Secoduvi, por la impuntualidad de quienes hacen los pagos y por el alza de los insumos.
Así como usted y yo nos enfrentamos a precios exorbitantes en el gasto diario, al gobierno se le presentó el problema de ya no tener dinero para pagar lo que urge. y es, hasta riesgoso que este tipo de obras sigan en estas condiciones.
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