Un escueto mensaje con la autoría de Serafín Ortiz, incluye el desafío a las hostilidades de un gobernante que pudo haber hecho suyos a los líderes que hoy convirtió en sus enemigos.
Nada más hacía falta una razón para desbordar el odio entre grupos. Al marianismo le sobran ganas para demostrar su hegemonía, sí señor. Y aunque no tendría porque hacerlo, la cosa es pisotear al de enfrente.
El problema es que el orticismo, el acérrimo enemigo, ya respondió con el siguiente desafío: “la Plaza Bicentenario incuestionablemente será utilizada por los universitarios”.
El término “incuestionablemente” sugiere: los grupos en torno al orticismo rechazarán cualquier señalamiento, incluso de la autoridad.
Es decir, “incuestionablemente” es un mensaje de advertencia respecto a la capacidad de movilización de múltiples liderazgos, incluidos en el otro término: “universitarios”.
Se me hace como el desafío de la universidad pública de Tlaxcala a las hostilidades declaradas de un gobernador que se la ha pasado marcando su territorio los primeros meses de su mandato.
Y es en ese ejercicio de demarcación donde se rompe el equilibrio:
1.- González Zarur, no puede aceptar el control del estado a medias. Su naturaleza dominante lo emplaza a desdeñar las consecuencias del maltrato a lo que Juan Méndez llegó a llamar el cacicazgo académico (por cierto malogrado el pasado mes de julio).
2.- Al gobernador lo emociona la sangre de las plazas donde se lidian sus toros. Sabe de los tiempos para lograr una buena faena. Y por lo tanto no lo arredra el atrincheramiento de su enemigo natural en el ruedo. Cierto, al inicio, los dos en la arena se midieron. A partir de “incuestionablemente”, atrás quedó el trasteo.
3.- Tras probar la miel del poder, el orticismo se ve obligado a actuar con la confianza impresa por quienes pudieron ganar la contienda del cuatro de julio, pero prefirieron evitar la confrontación con la entonces lideresa del tricolor, Beatriz Paredes Rangel, y su infalible estrategia para hacer gobernador a Mariano.
Insisto, el equilibrio se perdió.
Mas la peor parte corresponde a la ausencia de esgrima del mandatario en turno. Pudo desmantelar al orticismo utilizando su “incuestionabe” capacidad de seducción… sin mayor problema, habría ganado liderazgos, ávidos de conservarse cerca de las nóminas.
Entonces cometió el error de perseguirlos y humillarlos.
No advirtió la cohesión inexistente entre orticistas, por el nervio de su presencia, porque ellos mismos operaron parte de su triunfo, porque su jefe político los dejó sin bono sexenal.
Lejos de aprovecharlos, los convirtió en sus enemigos.
Cuando un error así lo comete un matador de toros, lo aguarda el fracaso. Nadie mejor que Mariano lo sabe.
Pero hay un factor más en esta escaramuza.
Gane o no gane la posesión legal de la Plaza Bicentenerio, la universidad avanzará en la identificación con su nuevo caudillo: Serafín Ortiz Ortiz, autor de los párrafos más allá de razonamientos jurídicos.
Aun perdiendo en la sentencia, muy próxima, el actual rector de la UAT habrá conseguido una sustanciosa promoción por haber lidiado la pelea contra Goliat, encarnado por una administración pletórica de yerros, tanto como de una necesidad lucidora, porque así lo demanda el temperamental líder.
Este es el párrafo con el característico estilo de Serafín Ortiz. Como puede usted ver va más allá de un ámbito judicial:
“La Plaza Bicentenario incuestionablemente será utilizada por los universitarios y el pueblo de Tlaxcala en general para todo tipo de eventos de orden cultural y educativo, muy pronto esteremos organizando eventos de magnitud nacional e internacional, en el pleno derecho de posesión, tenencia y uso que tenemos de dicha plaza”.
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