El rompimiento se dio al separarse de Beatriz Sánchez Santiago; y los afectos de Sánchez Piedras se terminaron, más no su tolerancia, su elevado concepto de la institucionalidad, su compromiso (real) con la sociedad de Tlaxcala.

A propósito de los valores que el gobernador Mariano González Zarur, inculcaba el pasado 24 de febrero a un grupo de niños reporteros, sería bueno referirnos al sanchezpiedrismo y su reiterada referencia, como punto de partida de un gobierno comandado por alguien con gratos recuerdos de aquella página en la historia de Tlaxcala.

El régimen de Emilio Sánchez Piedras, se desempeñaba a plenitud. Aquél mandatario depositaba toda su confianza en un tesorero (que así se llamaba entonces al titular de Finanzas) y, lograban importantes aciertos mediante una administración esmerada y la exigencia diaria al Gobierno Federal, para obtener de él mejores presupuestos.

A Tlaxcala tenía que darse un trato distinto desde el centro de la República dada su apremiante economía y su infraestructura en ciernes. Y así lo exigía Sánchez Piedras en sus constantes viajes a la capital, decíamos, tras haber depositado su confianza en hombres como Mariano González, como Alfonso Moreno (su secretario particular).

Se trataba de una burocracia eficiente y compacta. Sumada a la voluntad de hierro de Sánchez Piedras, ese sexenio tuvo momentos de mucho mérito, pues prácticamente con la mugre de las uñas, pero con un empuje bárbaro, comenzó la transformación de aquella entidad sin gracia, a otra, de industria creciente y progreso.

El rompimiento

Ni quien dude que, uno de los funcionarios más destacados en el sanchezpiedrismo se llamaba Mariano González Zarur. Vamos, hasta yerno era del gobernador.

Eran tiempos buenos. Tal vez a los que evoca el hoy mandatario.

Las causas sólo ellos las saben, pero el tan estimado yerno rompió con Beatriz Sánchez Santiago, joven y talentosa hija de Emilio.

Y el panorama se hizo gris.

El temperamental y atractivo tesorero dejó de contar con las consideraciones de Sánchez Piedras, quien tanto lo aprecio, pero tras afrenta, no lo volvió a convocar a alguna reunión cupular, como aquellas a las que el sujeto aquél estaba acostumbrado a asistir.

Le aplicaron la ley del hielo.

Y sin embargo, Emilio respetó su posición dentro del gobierno. Quizás pasó del funcionario con más afectos del sanchezpiedrismo, al cruel y despiadado hijo político cuyas debilidades narcisistas devinieron en la etapa frívola de su carrera, acompañado al paso de los años por Tulio, su inseparable compañero de mil batallas, priísta de hueso colorado, aunque hoy viviendo las apuraciones propias de quienes entregan su vida a la bohemia.

Creo, entonces, que las constantes referencias al sanchezpiedrismo, más que una doctrina en los quehaceres del actual mandatario, resulta un homenaje personal al padre político que, efectivamente le compartió las máximas que lo llevaron a ser un buen gobernador de su estado: la tolerancia, expresada al haber respetado su puesto de tesorero pese a la impronta cometida en contra de la propia familia de aquél querido gobernador.

Sin reserva, generó el ambiente propicio a través del cual logró un excelente nivel como profesionista en uno de los puestos más influyentes; le inculcó un respeto inquebrantable por la gente, el verdadero valor de un estado que puede o no avanzar en el terreno económico, pero poniendo siempre en alto a los tlaxcaltecas.

Algunas cosas las conservó. Pero otras, como el respeto por la gente, quedaron rezagadas.

Los diáfanos reporteros de la ceremonia a la bandera

La propia gente se encargará de afianzar lo que el mandatario hoy considera como valores.

Uno de ellos es la honestidad.

Advierto en el homenaje personal a Sanchezpiedras una pesada laja de sentimientos de culpa. Invocar a ese líder significa lidiar una lucha sin cuartel contra el pesado arte de expresar mentiras para hacer cuentos propios de los caminos que muchos conocimos.

Hacer del ejercicio de poder una catarsis para dedicar a un ser añorado, acciones de naturaleza cruenta pero en homenaje a su memoria, no me parece hablar con la verdad a aquellos niños cuyas preguntas, rotundas aunque dichas con la ternura de quienes en ese momento encarnaron al mismo pueblo de Tlaxcala, debería ser estimulante para el mandatario y su particular estilo de ver los valores.

Perdió la confianza de Sanchez Piedras, por tanto evocarlo en muchos de sus actos, puede resultar hasta ofensivo, cuando habla de reponer el tejido social, pero se encarga de lastimar a tantos desde el trono que, resulta una antítesis del estimado Emilio.

¿Irá al informe de Serafín Ortiz, en la UAT?

A los Ortiz, Mariano los hizo blanco de sus desdenes. Tal vez porque no ha podido exterminarlos.

Pero, ¿es acabando con su enemigo como podría lograr estabilidad para Tlaxcala?

De veras, espero que Mariano nos sorprenda.

Verlo en la universidad pública será noticia. Si deja sus resentimientos personales para mejor ocasión, copará esa acción los titulares. Si decide despotricar contra el grupo a cuya sede eventualmente llegue, también será motivo de análisis.

Insisto, ya es tiempo de que Mariano nos sorprenda sacando el genio creativo que debe tener dentro. Cierto… muy adentro de su ser.