En este ayuntamiento se recuerdan experiencias muy desagradables, lo mismo en el trienio de Mariano González, que en el de Sergio Pintor y ni qué decir del de Ramón Hernández Márquez… pero hoy hay que celebrar la licencia del pernicioso y rebelde panista.

Apizaco y su gente no merecen la pésima carpa en que se convirtió el Ayuntamiento. Este municipio es grande. Así lo han hecho las familias fundadoras, empresarios, comerciantes, religiosos, transportistas.

Pero, algún día tenía que llegar la frivolidad al palacio municipal.

De hecho, en ocasiones anteriores ya se han tenido experiencias desagradables.

Recuerdo un problemón relacionado con autos que cambiaron de dueño en el trienio de Mariano González, o las singulares parrandas en el de Sergio Pintor… y la polémica desatada por obras mal planeadas como ocurrió en la administración de Ramón Hernández.

Nunca, sin embargo, se había presentado semejante corrupción.

Y muchos apostaron por el éxito rotundo del panista rebelde contra todo y todos, el reconocido médico Alex Ortiz Zamora.

Un día despertó y se vio con cara de gobernador. Su narcisismo lo llevó por rutas peligrosas pues lo hizo mezclarlo con enormes dosis de perversidad. Y a varios lastimó. Y no se les olvida. Menos ahora que su situación legal es tan vulnerable.

Al inicio de su gobierno hizo dupla con Gregorio Cervantes, un próspero empresario a quien el capricho de la política ha costado millones. Hoy es diputado local por el Partido Verde. Carece de cualquier formación y ni siquiera tiene un discurso medianamente aceptable. Pero sí la suficiente lana como para comprar una curul.

Ese par gobernó Apizaco.

Hicieron y deshicieron. Y al final de la película, se pelearon. Hasta se amenazaron de muerte.

Qué vergüenza.

Mientras estas afrentas se daban, la comunidad apizaquense aguantó estóica. Nunca bajó la guardia. Su desempeño es ejemplar. Nada más le hace falta una buena autoridad.

A partir del 15 de enero, toca el turno a Orlando Santacruz, otro cuate que gastó lo indecible para triunfar en las urnas. Comprometió a personal del Congreso del Estado para hacer campaña. Hizo lo mismo con el equipo de abogados del Ejecutivo.

Y ganó.

¿Aplausos?

Unos cuantos. Su desgaste es evidente. El reto de un buen gobierno es obligatorio. Costó demasiado su gane. Golpes bajos, descalificaciones usando el aparato oficial y hasta bote a adversarios como el zar del wc, Reyes Ruiz, a quien dejó por una nariz.

Lejos de celebrar la develación del monumento a Rodolfo Rodríguez “el Pana”, el formidable matador, valiente, bohemio, único en su tipo para elogiar a las putas, tenemos que lamentar el grave deterioro de la Ciudad Modelo.

Quedan para las próximas generaciones evidencias del anti gobierno. Fraccionamientos en zonas de riesgo, licencias otorgadas como premios a la tranza, policías amañados para extorsionar, un aparato de inteligencia presto a lastimar a la gente.

Eso, Orlando lo tiene que reparar.

Démosle el beneficio de la duda.