Aprovechar el linchamiento a Pemex por el evento del domingo, estrategia del gobierno para tapar los verdaderos daños al medio ambiente tlaxcalteca, empresas influyentes operan aquí como no lo harían en otro estado, por dañinas.

Tras la dolorosa tragedia ocurrida el domingo en San Martín Texmelucan, con un saldo de veintinueve muertos y 52 heridos, el gobernador de Tlaxcala, ni tardo ni perezoso, contrató a especialistas para evaluar daños a cultivos y propiedades en territorio tlaxcalteca, para exigir a PEMEX la restitución del daño.

No estaría mal aprovechar la presencia de la firma, jarocha por cierto, para establecer un parámetro con credibilidad, entre los perjuicios derivados del derrame de crudo en por lo menos tres municipios limítrofes con Texmelucan, y los ocasionados desde hace muchos años en la región conformada por Apizaco, Tetla, Yauhquemecan, Tocatlán y Huamantla, por empresas cuya operación en el marco de la impunidad llega al exceso de contar con reconocimientos de instancias estatales y federales, por su labor en beneficio del medio ambiente.

Cohabitamos con letales firmas como Dow, Femsa, Procter, entre muchas otras, cuyos directivos invierten millones en fabricarse una imagen de industrias responsables con sus emisiones, pero quienes las padecen como vecinas, pueden dar testimonio del terrible daño ocasionado al entorno.

Si el gobernador Héctor Ortiz, está determinado a mejorar así de poco, la imagen de su administración en sus momentos complementarios, muy valioso sería dejar la simulación para mejores momentos.

En marzo de 2005, por ejemplo, Dow Química provocó el incendio –según un seguimiento detallado – una bodega con cientos de toneladas, en apariencia de desechos químicos que provendrían del exterior.

Uno de los químicos desprendidos de tal combustión fue isocianato de metilo, un gas que en 1980 registró una fuga de la Union Carbide, en Bophal, India, causando la muerte de unas 20 mil personas.

Aquí en Tlaxcala, qué curioso, Dow –actual propietaria de Union Carbide – negó, con el concurso del gobierno, su responsabilidad en dicha conflagración, minimizó el riesgo de miles de personas, sobre todo habitantes de Tetla de la Solidaridad y hasta amenazó a quienes publicaron su desafiante conducta.

Si en 2005, el gobierno de Tlaxcala hubiese tenido la determinación con la que hoy exige a PEMEX la reparación de daños en decenas de hectáreas de hortalizas –por cierto regadas con aguas del mortífero Atoyac-Zahuapan – veríamos a Dow, propiedad del Grupo Carso, pagando millones de pesos a quienes estuvieron a punto de perder la vida, de no haber sido por un celestial viento de sur a norte, gracias al cual se disipó la nube tóxica.

Dow dispuso entonces de la complicidad oficial, para volar con dinamita a dicha bodega y borrar así las evidencias. Para provocar la muerte de los peces en la laguna de Texcalac y enviar sus tóxicos hasta Valsequillo, a través del Zahuapan-Atoyac.

Pero, le cuento, en esas fechas todo se limitó a un miserable intercambio de señalamientos entre el brillante secretario de Gobierno, Adolfo Escobar Jardínez, el más brillante coordinador de Ecología, Fabián Pérez Flores, y el delegado de la Semarnat, Rolando Romero López.

¿A qué llegaron?

A defender como perros la operación impune de Dow.

Es más, de ese desencuentro, tumbaron a Rolando –aspirante panista a alcalde – y le permitieron construir un escenario de víctima que a la postre lo llevó a la reconciliación, con todo y lágrima de cocodrilo, con su compadrito Héctor Ortiz.

En otras palabras, un evento que dejaría millones a una trasnacional, vía cobertura de seguros y probablemente por accionar una temeraria manera de deshacerse de residuos peligrosos como una “novedosa forma de negocio global”, fue aprovechado en Tlaxcala para subir y bajar los ánimos de la vergonzosa clase política gobernante.

Si hoy exigimos en forma legítima a PEMEX el resarcimiento de los daños ocasionados por el derrame, hagamos extensivo el reclamo a Dow, a Femsa, el consumidor desmedido de agua del subsuelo de Apizaquito con licencias otorgadas en tiempos del penoso régimen de Fox-martita, porque, sabe, como que nos vemos dando por su lado a los espantados vecinos de Tepetitla, pero sosteniendo nuestros grandes vientres a punto de reventar por los excesos y por la hilaridad generada por ese sufrimiento.