Como el plazo está por cumplirse, la toma de protesta que se antojaba como una fiesta con grandes anuncios de un gobernador con altísimo grado de legitimidad, se ve limitada a echar la culpa al de enfrente por su falta de caballerosidad.
Si en Tlaxcala organizáramos un concurso de culparse mutuamente, seguro lo ganan los que van de salida y, curiosamente, los que están a punto de asumir el poder.
Habría que ver la expresión de Carlos Rojas, entre hastiado y sobradamente seguro de lo que viene. Molesto, porque la administración Ortiz, sigue realizando concursos de obra a sabiendas que estas habrán de realizarse en el sexenio de Mariano, y hasta entregando patentes de notario como si el gobernador electo estuviese pintado.
En este intercambio, de metralla por indiferencia, se debate la falta de caballerosidad para compartir el botín. Quienes aún son, se procuran un desempeño discreto hacia la opinión pública, pero intenso por cuanto a acciones.
Está claro que ejercerán hasta el último minuto de este mandato. Y aquí el reto para comprender el concepto “ejercer”.
Pero, como si fuese una discusión entre amasios en un entorno lleno de pasiones, el señor Rojas, se responde a sí mismo con un, “bueno, no tienen obligación de hacerlo”; y en forma simultánea acusa pensar, “pero lo hubieran hecho”.
Se palpa la falta de comunicación del gobernador electo con sus mandos menores. Estos que, ayer se dignaron dar la cara a los medios (Carlos Rojas, Ricardo García Portilla y Raymundo Vega), nunca exhibieron el oculto manejo de las reuniones de su jefe con el todavía gobernador en funciones, donde seguramente abordaron temas de fondo.
Hasta aparentan haber dado un giro distinto al planeado, golpeando y luego justificando a Héctor Ortiz.
Si Rojas no hubiese exhibido la sobredad de quien se siente fuera de contexto en un estado tan pequeño como Tlaxcala, menos habría sido el sentido lesivo a esta aparición, de la que poco se concluye, salvo la queja por aquél, “eres malo, pero tienes razón en serlo, porque ninguna ley te obliga a ser bueno”.
Los emisarios del ganadero gobernador, prefirieron ignorar el escenario tan parecido en la entrega recepción, de la administración de Alfonso Sánchez Anaya a Héctor Ortiz, allá por los inicios de 2005.
El pésimo estado personal del formidable priísta de las grandes ligas, se mezcló con la austeridad pretendida a esta convivencia con los medios. Yo creo que su indeseada conferencia, es diametralmente opuesta a la imagen renovada y pulcra, planteada por Mariano.
Es de reconocer la autocrítica, por cierto en términos casuales, de este trío, reconociendo que el proceso de entrega-recepción pudo haber comenzado hace meses, para lograr un esquema aterciopelado.
¿Y por qué la iniciativa no partió del proyecto ganador de la elecciones?
Al contrario. Su desempeño se invistió con las prendas de la soberbia. Y conste que hubo más de uno que sugirió al ganador de la contienda electoral, aprovechar ese tiempo precioso para gestionar mejores condiciones presupuestales.
Otro era el objetivo en ese momento.
Había que demostrar a los de enfrente hasta qué grado puede un ganador manifestarle su desprecio.
Y así, desprecio tras desprecio, hoy nos encontramos a semanas de la toma de protesta. Y en lugar de demostrar una política conciliatoria, de búsqueda de acuerdos, tolerante y con iniciativa, nos hemos visto en la penosa necesidad de ver reiterados escenarios semejantes al tipo barbón y descuidado de Carlos Rojas, en tanto el rostro, espero que equivocado, del marianismo.
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