La pasional resistencia a comprender el mensaje de su exilio.
En el Vaticano, el padre Ranulfo Rojas Bretón, con los ya fallecidos,
el Papa Juan Pablo II y el Obispo Jacinto Guerrero Torres.
Foto: El Sol de Tlaxcala
Cada vez que Ranulfo Rojas Bretón emite juicios de valor en contra del gobierno, no puede ocultar que de fondo hay intereses paralelos a la discreción en tanto actitud primordial de su apostolado.
El vocero de la Diócesis de Tlaxcala fue exiliado de la capital del estado para que su protagonismo causara el menor daño posible.
Sin embargo, la parroquia de San Luis Obispo, su actual sede, parece ser la más dañada, primero por los efectos del reciente sismo, pero sobre todo, por lo parlanchín de su titular.
Ya en alguna ocasión abordé, condena de por medio, la perversa relación entre sujetos de la Iglesia y funcionarios del gobierno. Y a mi vez condené los dobleces con que actúa este tipo de personajes.
Unos, sin respeto por la investidura del religioso, lo consideran como el eslabón que decidió encarnar. Y en ese trato, donde se ensancha la relación entre lo trascendente y lo terreno, lejos de advertir prudencia y resguardo en alguien de quien así se esperaba, puede verse el trato de iguales, como si a todos les hubiesen sido repartidas cartas de la misma baraja.
Por eso, cuando el señor Rojas Bretón considera una confesión de culpa a las acciones que el Gobierno de la República, decidió llama Vive México, puede percibirse el veneno de alguien que lanza dardos a lo que se mueva y, después, seguramente pasa largas jornadas en la capilla de expiación.
Debiera este prelado, y es una respetuosa sugerencia, encauzar sus ímpetus a las inquietudes que con el tiempo hicieron tremendo hueco en el asunto de las vocaciones.
Debiera llevar la paz espiritual a los funcionarios de su ministerio que nos ven como viles indios cuando algún servicio les vamos a pedir.
Debiera ser más sensible a la recomendación de quien ocupa el lugar que él quería –como quien aspira a una diputación federal- y entender que la distancia en kilómetros de la mesa de las discusiones capitalina es un claro mensaje para despresurizar, vía una intensa labor pastoral, los desequilibrios hasta hormonales, me atrevo a pensar, como causa de la cruenta ráfaga en el nombre de la Santa Madre Iglesia.
Si Vivir Mejor es uno de los tantos fracasos del gobierno de Calderón, no es un cura exiliado el personaje idóneo para atizar fuego a nombre de la institución que en un plan menos tolerante no lo habría enviado a Huamantla, sino a Alaska.
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