Conforme se van confirmando y conociendo los resultados de las elecciones del pasado domingo, se desprende que uno de los grandes perdedores de la jornada es el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que enfrenta un franco proceso de extinción no sólo en Tlaxcala, sino a nivel nacional.
La estructura priista hizo su trabajo respecto a la elección de gobernador donde mostró músculo y organización con Anabell Ávalos Zempoalteca, pero en los comicios para las diputaciones federales y locales, alcaldías y presidencias de comunidad simuló y dejó en claro que no estuvo conforme con la designación de ciertos candidatos.
Por ejemplo, los priistas nunca aceptaron ni arroparon con hechos concretos al abanderado panista por el primer distrito electoral federal, Julio Cesar Hernández Mejía, quien compitió con el respaldo del PRI, PAN, y PRD.
Los militantes del ex partidazo querían que esa posición fuera para un priista, pero ese distrito fue cedido sin ninguna resistencia al PAN a fin de que se sumará sin problemas al gran bloque opositor que se estaba armando para enfrentar a Morena y sus aliados.
En esas incomprensibles negociaciones que estableció el PRI, también decidió entregar a su moribundo aliado el PRD el segundo distrito electoral federal a través del intrascendente Salvador Méndez Acametitla, cuando esa demarcación representaba un bastión importante para el ex partidazo.
El PRI decidió quedarse con el tercer distrito electoral federal, uno de los más complicados por su proclividad a respaldar y votar por partidos de izquierda. Ahí enviaron a perder a la bisoña y desconocida Anabelle Gutiérrez Sánchez que prácticamente pasa desapercibida durante las campañas.
Los resultados confirman que el PRI perdió la gubernatura, las tres diputaciones federales y sólo ganó un espacio de mayoría para el Congreso del Estado, para lo cual el grupo del ex gobernador Mariano González Zarur tuvo que recurrir a la ayuda del PAN, PRD, PAC y el PS.
La priista Diana Torrejón Rodríguez llegará al Poder Legislativo y junto con el diputado plurinominal que obtenga su partido, el tricolor tendrá bancada, algo que en la actual legislatura no logró porque sólo tuvo un representante popular.
Uno de los principales responsables de la debacle del PRI es el eunuco dirigente de ese partido, Noé Rodríguez Roldán, quien siempre trabajó para sus intereses y no para los del tricolor.
Intentó convertirse en candidato a la gubernatura de Tlaxcala y utilizó su posición para alinear a la estructura partidista a su causa, sin embargo al no tener condiciones de posicionamiento para disputar ese cargo, optó por imponer a sus amigos y clientes como abanderados a diputados locales, alcaldes y presidentes de comunidad, lo que se tradujo el pasado domingo en múltiples derrotas y fracaso que nunca antes se habían visto.
El ex partidazo dejó de ser la segunda o tercera fuerza política en algunos distritos locales y municipios, pues en algunas elecciones obtuvo el cuarto, quinto y hasta el octavo lugar, situación que debe encender los focos rojos de alarma en el PRI porque su extinción en la mayor parte del territorio tlaxcalteca es latente y real.
El PRI nunca debió nominar como candidatos a soberbios como Anabel Alvarado Varela, a Juan Antonio González Necoechea, a Arnulfo Arévalo Lara y a otros más que lejos de provocar simpatías generaron rechazo y desprecio hacia un partido que, después de recuperar el poder en el 2010, este año lo volvió a perder y tardará años para quizá tener una posibilidad de llegar a gobernar nuevamente una entidad como Tlaxcala.
Una vez que se tengan los datos oficiales de los cómputos le daremos a conocer el gran retroceso que tuvo el PRI, partido al que le urge un cambio de dirigente estatal porque el actual no sirve para nada y menos para convertir a ese instituto político en una oposición real en el próximo gobierno que encabezará en Tlaxcala Lorena Cuéllar Cisneros y Morena.
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