Al conocer las dos encuestas (Mitofsky y Milenio) que dan como ganador a Mariano González, el adrianismo movió a sus tres generales más fuertes, encargados de el campo, el magisterio y el sector salud.

Ante la tremenda fuerza que alcanzó el factor Mariano González (cuya ventaja en intención de voto es reconocida por prácticamente todas las encuestas), el orticismo no podía quedar pasivo. Hoy mismo, según fuentes confiables, dejarán el cargo tres personajes a quienes se puede considerar fundamentales, en el intento por llevar a Adriana Dávila a Palacio. Sus nombres: Antonio Velázquez Nava (hasta hoy secretario de Fomento Agropecuario), Miguel Angel Islas Chío (secretario de Educación) y Constantino Quiroz Pérez (secretario de Salud).

Hombres de confianza de Héctor Ortiz, han tenido bajo su mando los principales sectores que reafirmaron en el poder al orticismo y le permitieron nuevos aglutinamientos, como el caso de la Sefoa, a través de la cual Velázquez Nava, fue capaz de reunir 27 mil campesinos en torno de un gobernador que se reponía de un manifiesto deterioro, sobre todo de ánimo.

En el caso de Islas Chío, es evidente el interés de (la maestra) Elba Esther Gordillo Morales, por aceitar el engranaje del magisterio para presionar a cada miembro de este a fungir como entregados activistas pues, saben del valioso botín. Hay que recordar aquella llamada de la controvertida lideresa al gobernador Ortiz, cuando más o menos le dijo “oye gobernador, me buscó un tal Mariano (González)”. Y ese telefonema tenía la intención de mostrar la preferencia de Elba Esther por el gobierno panista de Tlaxcala, antes de dar apoyo “al pesado ese cretino” que la buscó sin que mediase vínculo alguno.

Al gobierno de Ortiz se le promovió a través de su obra en salud. Los hospitales Infantil, de la Mujer, cirugías, injertos, la lucha para combatir la influenza AH1N1, fueron de los principales logros en este rubro que, a Tlaxcala le permitieron accesar a mayores dineros federales. En realidad era la forma de preparar el camino para la llegada de Julián Velázquez Llorente (quien se desempeñó como secretario de Salud) primero a la candidatura y luego al gobierno. Pero cuando este renunció para contender por la diputación del primer distrito electoral federal, alguien, Constantino Quiroz Pérez, compadre de Ortiz, ex alcalde de Ixtacuixtla y eficiente operador de la causa orticista, llegó a encargarse de la dependencia. Hubo de sortear el activismo de un poderoso sindicato, el de Trabajadores de la Secretaría de Salud, contra cuya lideresa, Blanca Águila Lima, declaró varias veces su impotencia, pero, en términos generales es un elemento valioso para la causa orticista.

Estos tres tienen a su cargo, ya fuera del gobierno, robustecer el aparato que ha definido dos momentos en el actual proyecto panista.

1.       La candidata Adriana Dávila Fernández, en tanto persona; con alcances muy limitados en el conocimiento de la política y, dependiente de su frase de batalla: “romper barreras” como en realidad fue su irrupción como abanderada: quebrando al orticismo.

2.       La candidata Adriana Dávila Fernández, en tanto cabeza del adrianismo, una corriente que engloba tres grandes aliados: el panismo tradicional que recientemente se manifestó con la presencia de Santiago Creel y Alberto Cárdenas; el calderonismo, inventor de esta aventura y responsable de las reiteradas visitas lo mismo del Presidente que del líder nacional del PAN, César Nava, y el orticismo, cuyo líder supo siempre que tenía que ceder la perla de las elecciones, pues tuvo manga ancha para ganar abrumadoramente los dos procesos previos (sobre todo el más reciente, donde logró carro completo). De esta forma, la abanderada de la alianza progresoparatlaxcala se observa magnánima, y hasta llegó a verse invencible, gracias a la suma de grupos y liderazgos locales, combinados eso sí con mucha habilidad por el gobernador, quien para entes con intereses en Tlaxcala como parte de sus bienes regionales (Carso) es en sus encuestas propias un factor que aporta dos puntos a lo que pueda conseguir la candidata.

Campo, magisterio y salud, son los generales del orticismo que van al campo de batalla a enfrentarse a un comandante que superó expectativas a pesar de la molesta compañía que le significan decrépitos líderes en los que abundan los recuerdos de lo que fueron y las formas abusivas como lo lograron. ¿Le despiertan buenos recuerdos los nombres de Ariel Lima Pineda, Federico Barbosa Gutiérrez, Fermín Sánchez Varela, Linda Marina Munive?

O sea, ambos ejércitos tienen fortalezas y también debilidades.

Pero el peor obstáculo al que Mariano se enfrenta es el alejamiento de Beatriz Paredes en términos reales. No hay química. A la Paredes le conviene que Mariano gane, pero sólo para guardar las formas. Si llegara a fracasar no le causaría mayor pena. Se trata de una histórica pugna que se remonta a la mismísma fecha en que la hoy lideresa tricolor fue impuesta como candidata del brutal priísmo a candidata a gobernadora, pasando por la voluntad de todos, principalmente de un joven inquieto, destacado colaborador de Emilio Sánchez Piedras, sí, le atinó: Mariano González Zarur, el mismo que no dejaba de maldecir el momento en que “la mujer esa greñuda” había pasado por encima de los machos de Tlaxcala. Y no solo eso, sino que estos se declararon dispuestos a adorarla como su tlatoani, que con el tiempo llegó a ser.

Oiga, los seis puntos de ventaja en intención de voto de Consulta Mitofsky, los casi tres de Milenio y las demás cifras registradas en una cauda de apuestas, generalmente a favor de Mariano González, serían el claro anuncio de que el cinco de julio amaneceremos con un nuevo gobernador.

Nada más que el orticismo no está muerto. La ventaja tricolor de hoy pudiera ser la información requerida por los doctores en ciencias electorales al servicio de Felipe Calderón y su protegida, Adriana Dávila. Y ya sabe usted que en el la época del aiga sido como aiga sido, nada está escrito, nada es seguro hasta que ya lo registra la historia.

En el peor escenario, los dos proyectos consideran llevar la elección a los tribunales. Y pugnar por su anulación ante la mínima sospecha de error del oponente.