Es voluntaria la decisión de Héctor Ortiz: acepta la indignante subordinación a las decisiones del Yunque-Calderón o, se atiene a las consecuencias.

Es muy notoria la diferencia entre entidades, panistas o no panistas, donde los gobernadores pudieron oponerse a los atropellos del desesperado gobierno de Felipe Calderón. Veracruz, Puebla, Hidalgo, Querétaro –entre otras – marcan la pauta de la rebeldía que, en Tlaxcala se vio aplastada en forma grotesca.

Como ningún predecesor suyo en el gobierno, Héctor Ortiz, veía en perspectiva la continuación del proyecto llamado “cacicazgo académico” por destacados orticistas, como el rector Juan Méndez Vázquez. Hay sustento para advertir uno, dos o más sexenios, desprendidos de este, un híbrido con sobresaliente dependencia del gobierno federal y, por tanto, con graves niveles de sumisión.

De Fox a la fecha, los recursos han fluido, en reciprocidad a la excelente anfitrionía tlaxcalteca y la obediencia, casi ciega de la autoridad, lo suficientemente perversa para adivinar las palabras urgentes en los oídos de los presidentes en turno. Nadie tiene el record de acarreo como nuestra pequeña entidad federativa, para acoger a un jefe del Ejecutivo, en actitud casi de conquistador de tierras indígenas.

Pero ese afecto más allá de las relaciones que otorga el pacto federal significa subordinación al momento de la verdad. Y por cierto, en un pacto que se antoja propio del Yunque, a Héctor Ortiz le fue permitido ganar, avasallar yo diría, elecciones como la de 2009. ¡Qué bárbaro eres, magazo!, parece la expresión salida tanto del CEN panista como de los propios Pinos.

Y el magazo supuso que el cacicazgo académico se inscribiría en los textos nacionales para ser infalible en procesos electorales. Pero una tarde no hace mucho, a Ortiz le fue mostrado el escenario intolerante del Yunque y el inexorable cobro de facturas, con el respectivo interés, sobretodo cuando alguien como el mandatario tlaxcalteca arma toda una obra teatral para ahorcar el plan calderonista, al grado que llegó a incomodarle.

Vino entonces aquella visita, necesaria como indeseable –pese a que revestía a la presencia del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas. En forma diligente le fue recordado al mandamás tlaxcalteca que su palabra empeñada no tenía vuelta de hoja. “Le pido su apoyo para Adriana Dávila, para hacerla candidata y luego gobernadora”. Y en diez minutos –que duró el trayecto entre la Universidad Politécnica de Tlaxcala al Hospital de la Mujer, se “arregló el destino de Tlaxcala”.

Como dice Mariano, si yo doy un rotoplas (un tinaco negro para almacenar agua) ellos (o sea los panistas-orticistas) van a dar diez. Y así no puedo competir.

Así que esta víspera debe ser aprovechada por los miles y miles de electores que serán persuadidos para dar su voto de confianza a la candidata para saber que algo van a conservar, “aunque sea Tlaxcala”. Y esos miles de beneficiarios del infalible estilo persuasivo de los gobiernos panistas van a aceptar los regalos de uno y otro lados, pese a la inequidad en la operación, pero al fin y al cabo, disfrutarán de la miel de la corrupción revestida de una asquerosa saturación de frases como “qué te importa buey…”, producto de los genios (ajá) del IFE.

Y por su lado, al gobernador no le quedan grandes alternativas. Si su partido, el PAC, le retira la ayuda al PAN, y eso provoca la derrota de la Dávila, entonces el Yunque-Calderón se va a encargar de hundirlo en el fango que, puede acabar como la primera crisis de un gobernador panista en lo que Beatriz Paredes describió con un “ya pagará las consecuencias” (desde luego, se refería a Ortiz y sus excesos).

Y por eso, convocó a los candidatos a diputados locales a pugnar por un ejercicio de transparencia en la administración Ortiz. Ha de tener información privilegiada que le suministran sus contactos con Presidencia.

Si las condiciones llevan a Mariano González Zarur al gobierno, el acotamiento en medio del cual se dé su eventual triunfo lo hará vulnerable a las exigencias del Yunque-Calderón para perseguir al orticismo, hasta cobrar con creces el inútil intento de inventar a una candidata, tan devaluada como Perla López Loyo, la diputada del folder vacío que recorre obsesivamente los pasillos de San Lázaro.

El fin de semana anterior, Ortiz anunció su retorno a la docencia, lo cual debería entenderse al revés, pues el renunciar priori a la “gran oportunidad de convertirse en secretario de Trabajo del gobierno de Calderón”, estaría descubriendo que su partido, el PAC, tiene planes aciagos para Adriana. Nada más inconveniente para Ortiz y su prole política.

Así que podemos adelantar lo que va a ocurrir el cuatro de julio. Son varios escenarios. Y si les prestamos atención a cada uno, sabremos que arriba de la inflexibilidad orticista está la intolerancia del Yunque Calderón. Y que Tlaxcala no es para los tlaxcaltecas, porque se le considera una prenda de poco atractivo para jugarla en el ajedrez electoral.