Aparentan ser los grandes amigos, pero como alguno de los dos ha de manejar los negocios de Ortiz en el Congreso… no dejan de mostrarse los dientes.

La inminente llegada de José Juan Temoltzin Durante, al grupo parlamentario del PAN, tiene en un grito al celoso Orlando Santacruz Carreño, a quien poco le duró el gusto de quedar como operador único del orticismo, o sea, el titular de las entregas (rasuradas) a los centaveros (Víctor Briones, Antonio Romero y los priístas).

La doble vida de Orlando (mitad diputado y mitad aspirante a gobernar Apizaco) lo desconcentran de las obligaciones propias de un líder parlamentario con grandes atribuciones en el Jurídico del gobierno. Entonces así, teniendo tantos amos, pues con todos queda mal, sobre todo con su jefe el gobernador, quien en reiteradas ocasiones ha visto como las grandes sumas dejaron de ser lo que en tiempos del priísmo eran los cañonazos de 50 mil pesos.

Y no es que hayan dejado de ser efectivas, sino que llegan incompletas a sus destinatarios pues, parte de ellas es utilizada como un fondo para paliar las grandes necesidades expresadas en Apizaco a quien, consciente de que with money… dancing the dog, se fue especializando en el arte del dos de bastos dentro de los sobres amarillos con nombres de diputados de doble moral, según lo platican sus críticos dentro del propio orticismo.

A la salida del malmodiento Víctor Hugo Cahuantzi y el coraje que todavía no supera Edilberto Sánchez Delgadillo, tras la tomadura de pelo con la secretaría de gobierno, Orlando quedó como gerente general de las empresas Ortiz con sede en Allende número 31 (colonia Centro), pero como dicen sus biógrafos, le crecieron las manotas y cuando cundió esta información, se armó el escándalo.

Por eso había que contar con otro operador en el Congreso, menos distraído, tan abogado como Orlando y dispuesto a sacrificar su gran prestigio como diputado naranja (ajá) con tal de fungir como factor de estabilidad del estado de Tlaxcala (ajá, ajá).

Quién más podría desempeñarse mejor que José Juan… nadie. Víctor Briones con el gusto del mundo lo habría hecho, pero como se da baños de perredista, pues no le convenía. Antonio Mendoza también, pero cuando se filtró que esta era cosa seria, estos dos nada más suspiraron (chin… se les fue el negocio de su vida).

Una buena carta de presentación serían las reformas al 19, para darle de coscorrones a las viejas que se atrevan a hacerse un aborto, dirían entre ellos un señor de sotana, otro de bigotito y patillas de carnicero y uno más gordito (como dice Beatriz, ora ni modo que por gorda me marginen).

Así, comenzó la operación Temo (de Temoltzin) y así pudieron comenzar a producir gastos bien gruexos como el menaje de su excelencia Moreno Barrón, quien mandó a poner divi-divi la casa que humildemente ocupaba el queridísimo Don Jacinto Guerrero Torres.

Y todo se dio. Los domingos comenzaron las trasmisiones de la Santa Misa (en televisión pública y luego a través de la empresa de cable), Orlando le siguió con su promoción de candidato cool en Apizaco, Víctor Hugo Cahuantzi por fin le dejó el lugar a Beneberto (y le cumplió, se iría siempre y cuando pudiera cobrar el aguinaldo) y todos felices y contentos, bueno, Orlando no tanto, porque seguro se le acaba la cascada áurea, en torno de la cual ya está haciendo fila el conocido legislador a quien sus más íntimos llaman el “peluquero de pueblo”.

Ay cab… no jalen que descobijan

Cuando Reyes Ruiz fue a parar al bote, en cosa de segundos le pasó frente a sí la película de su vida. Ay Diosito lindo… no vaya a ser que… ( escucharon decir testigos de la aprehensión) pero cuando vio que su compañero de celda y uniforme a rayas era ni más ni menos que Joel Molina, el color le regresó. La cosa no era tan mala, se trataba de un asunto relacionado con el SAT que, activó su fuerza tras detectar ocultamiento de información en el paso de ambos por Pensiones Civiles de Tlaxcala.

Híjoles, siquiera nada más fue eso, también se alcanzó a escuchar (jeje).