En el sexenio de las guarniciones y las manchigrecas, es demasiado tentadora una obra como la Plaza Bicentenario, pero primero hubo que dejarla podrir, por tres años.

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De la manzana de la discordia puede pasar a ser el gran fraude. Cien millones para acabarla y toda la vida para esconder la cara pues nos han mantenido tres años engañándonos con que se iba a caer.

Nos hicieron creer que la estructura era tan mala que con los aires de febrero se podía venir abajo. Pero ya pasaron tres febreros y , no se ha caído. Dicen que a las butacas les salieron pies, y al material eléctrico, y a la ventanería, en fin, esto se torna como uno de los grandes fraudes justificados en un odio oneroso y vil.

En el caos que surge de este odio mariano, algunos ganan –como el ingeniero residente en el sexenio que fue erigida la Plaza del Bicentenario y hoy, encargado de llevar estos negociazos.

Pero también ganaron los mercenarios del micrófono, creo haberlo escuchado en Apizaco: “derríbenla, es horrible y peligrosa…”

Para ridículos, aquí.

Y lo lógico sería ver al Poder Legislativo pidiendo cuentas a un ejecutivo sin el menor compromiso con el progreso. Al contrario, confirmado está: prioriza negocios para dar más a los acaparadores de obras, cuyas panzas ya les arrastran de tanto ganar y ganar.

El megalómano

¿Por qué el gobernador de Tlaxcala responde hiriendo a los medios de comunicación? Para él, conformamos un submundo cuyo único destino es el exterminio. Bueno así lo ve él, sobre todo cuando reporteros como Jésus Romero de Radio Universidad recibe un ¿Qué le importa?, luego de preguntar si seguirían los cambios en el gabinete.

El gobernador no es más que un ciudadano, efectivamente con una importante responsabilidad, pero con los mismos derechos y obligaciones que cualquier tlaxcalteca.

¿Es relevante su sangre del medio oriente, y el fácil hervor cuando alguien llega en momento inoportuno?

Para nada.

¿Ha pasado a la historia como un gobernador ejemplar?

Pues su conciencia se lo dirá, verdad, pues yo veo un estado sin empresas, como Nestlé, aguardando que culmine el actual régimen, como Liverpool, con empresarios quebrados como el inversionista que se topó con un gobierno que suponerpone los estados de ánimo de un megalómano a la oportunidad de crear cientos de empleos, o por lo menos de conservarlos.

¿Ejemplar por la incesante agenda internacional sin más logros que unos paseos de super lujo?

Audi se nos fue. Somos capaces de burlarnos de los alemanes de Volkswagen, pidiéndoles autos descapotables y luego, haciéndoles  el desplante.

¿Eso es pasar a la historia?

Ahora si lo vemos como  la abyección administrativa de sangre libanesa, de débil carácter a la hora de tomar las decisiones históricas y modos de tepiteño cuando se habla con los representantes de los medios, entonces efectivamente ha inscrito en oro sus iniciales, como lo hizo con las manchigrecas, algo así como una vulgar manera delimitativa de su territorio.

¿Es relevante su gusto por el toro?

Hasta hoy, ninguna corrida con su divisa nos ha hecho un mejor estado. Ha de ser porque son malas, malas, y a la gente de la Plaza México de plano la decepcionan.

¿Entonces, por qué alardear de semejante forma, más como el ya trillado culto a sí mismo, que para hacer una, por lo menos una cosa valiosa para Tlaxcala?

Pues ha de ser por molestar. Algunos resentimientos por el Reparto Agrario, deben enervarlo, y por eso la constante petición para regresar el reloj a los años setenta, a lo mejor para hacer el enésimo desprecio personas de veras inscritas en los anales de Tlaxcala, como Natalia Teniza.