Y las autoridades tienen que investigar todas las posibilidades, pero, al día de hoy se muestran pasivas, vulnerables, impotentes a un eventual atentado.


Con la desesperación propia de quien perdió a un ser querido debido a una espantosa tragedia, como lo es el rodamiento sin control de un pesado artefacto cargado con decenas de toneladas de cemento, familiares de dos víctimas fatales y otras personas afectadas se acercaron al gobernador Héctor Ortiz para pedirle su intervención ante la empresa dueña del vagón, Ferrosur, cuyos directivos no han dado la cara después de lo acontecido aquél fatídico ocho de agosto.

Por supuesto que tienen todo el derecho a exigir la intervención de la autoridad.

Sin embargo, la indiferencia asumida por los dueños del artefacto causante de la fatalidad, no reaccionan, seguramente porque su equipo carece de un seguro que garantice la reparación de daños a terceros, sencillamente porque nunca previeron que una situación como esta se presentaría, causando semejante daño.

Entonces, qué sucedería si por desgracia se suscita un descarrilamiento, con las consecuencias que esto traería. Yo creo que nada. Yo creo que estamos expuestos a graves daños en medio de la más terrible improvisación en que las propias autoridades han caído.

Supongo que la autoridad más indicada para intervenir en este asunto es la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Sus responsables, sin embargo se mantienen en silencio.

Digamos que el Instituto Estatal de Protección Civil (IEPC) hace lo que puede como autoridad encargada de resguardar la integridad de las personas, pero más allá de acciones preventivas, carece de capacidad y recursos para involucrarse en una situación tan delicada.

Creo que las autoridades tienen que designar a los responsables de la inteligencia en el estado para ensanchar su capacidad de investigación al delicado terreno del terrorismo.

Y nadie en su sano juicio desearía que actos de este tipo en nuestra tierra, pero, dígame está usted seguro de que no se trató de un imponderable en este contexto.

Robar una góndola de decenas de toneladas suena desquiciante.

En cambio, liberarla del tren a la que se encontraba asegurada pudo ser producto del perverso pensamiento de seres infames, que con toda frialdad calcularon en el desnivel que sobrevendría la tragedia.

Y ahí, la Secretaría de Gobierno debe pedir la asesoría de instancias superiores en materia de investigación. Otra desgracia con características parecidas sólo nos retrataría como un pueblo incapaz de cuidar a los nuestros y vulnerable a ataques que parecieran tan básicos pero, con resultados funestos.

La cruz roja de Tlaxcala da pena

Ignoro si los representantes de la Benemérita Institución deliberadamente dejaron varias ambulancias frente a la delegación Tlaxcala, en la calle Allende, para que todos observemos las pésimas condiciones en que se encuentran o, sencillamente se trata de unos olvidadizo e irresponsables sujetos, de esos que abundan en las instituciones.

Lo cierto es que deprime ver una unidad de rescate urbano con las llantas ponchadas y las señales de que los meses transcurrieron sin que una piadosa alma tuviera un poco de confianza y retirase esa chatarra a lugares donde haga menos daño.

¿Qué ocurre en la Cruz Roja?, ¿Es esta la nueva forma de realizar una protesta porque las colectas no han sido lo suficientemente generosas como para reparar las ambulancias que un día pueden ser muy importantes para atender una emergencia de grandes dimensiones?