Exhibieron protagonismo, ignorancia y falta de respeto al marco legal.

El gobernador Mariano González Zarur, es sensible en exceso a las referencias que desde el Senado ha tenido la ex priísta, Lorena Cuéllar Cisneros, respecto a su administración, particularmente al tocar el tema de Pensiones Civiles.

Acompañado por un hilarante retórico secretario de Finanzas, Ricardo García Portilla, se dedicó ayer a establecer arbitrarios parámetros respecto a lo que debe ser el papel de la senadora, sobrina de su gran amigo Joaquín Cisneros Fernández, y a quien esta delicada piel del mandatario es de nueva cuenta la más efectiva campaña de posicionamiento para el proyecto político de aquella, aniticipada candidata a la gubernatura de Tlaxcala.

Para Mariano, el Senado no debe utilizarse para criticar a los gobernadores. Y se pone como ejemplo, describiendo su ejemplar conducta en la Cámara Alta, cuando Héctor Ortiz detentó aquí el poder: » «nadie puede dudar que durante cinco años yo nunca ni siquiera emití una critica al gobierno anterior».

En ese momento tuvo el reflector nacional para exigir rumbo a quien después se convertiría en uno de sus peores pesadillas. Mas optó por un silencio cómplice.

Narrado en voz del afectado es tema soberbio para los humoristas: «ojala y la tribuna del senado de la República de quien yo me precio de haber sido integrante de la 58 y 59 legislatura y en donde nunca la utilice para algún asunto personal ni electoral», describe una nota de Roberto Nava, durante la cobertura del Congreso Internacional sobre el Derecho a saber, a instancias de la Comisión de Acceso a la Información (Caiptlax).

¿Qué quiere el ejecutivo local?, ¿Generar una condena colectiva por el atrevimiento de Cuéllar Cisneros para demandar solución a Pensiones Civiles?

Hay evidencias para pensar que esa pretensión resultó frustrada y, al contrario, colaboró para propagarla, para lo cual fue secundado por el boquiflojo García Portilla, quien exhibió ayer su versión personal de las grandes dotes de orador con las que cuenta, aunque con ello consiguiese su boleto para hacerse cliente de la oposición en el Senado de la República, ante su estúpido atrevimiento de reconvenir a una integrante de la LXII Legislatura.

He aquí algunas frases acuñadas por este cándido funcionario, cuyo protagonismo lo animó a ponerse los guantes de box: “nunca más el Senado de la República debe ser usado para asumir o dirimir asuntos particulares, de facción, y mucho menos de mentiras y palabras falsas ya que su prioridad debe ser tratar los grandes temas de México”.

Pensiones Civiles y su crisis de corrupción y falta de fondos no es un asunto particular, no obedece a una visión facciosa, no es una mentira y, viéndolo con realismo, forma parte de los grandes temas de México.

García Portilla, un simple subordinado de una administración estatal desafía con su actitud al artículo 61 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos: » Los diputados y senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos, y jamás podrán ser reconvenidos por ellas.

El Presidente de cada Cámara velará por el respeto al fuero constitucional de los miembros de la misma y por la inviolabilidad del recinto donde se reúnan a sesionar».

No dudo que la intervención de nuestro cajero local obedece a ese protagonismo propio de quien se ve a Cuéllar Cisneros como su adversaria para contender por el gobierno de Tlaxcala.
En su simpático afán, tampoco dudó en usar frases del desaparecido Alonso Lujambio: “jamás dejemos que este gran cuerpo colegiado, el Senado de la República se convierta en un simple cuartel de invierno de las nimiedades políticas, démosle todos luz a una institución importante para la democracia mexicana”.

¡Caracoles!, este muchacho acusa los efectos de una humildad muy corta y una lengua muy larga.

Pero, ¿qué expresión de Cuéllar Cisneros, estimuló a esta aldeana artillería?

Uno de los párrafos de las consideraciones entregadas al Presidente del Senado dice lo siguiente:

«Los 8 mil 944 trabajadores en activo, los mil 328 pensionados y jubilados y los 260 pensionistas del gobierno del Estado de Tlaxcala, están siendo afectados en sus derechos laborales que son producto de una lucha incansable de muchos años, a los cuales de manera pública, el titular de dicho organismo de pensiones, se ha referido como “canonjías o prebendas, carentes de legitimidad”.

Esto no es una nimiedad política, parafraseando la opinión que el extinto panista tuvo para criticar a esos intereses obscuros dedicados a entorpecer el desempeño del país.

Lorena también juzgó con severidad la intervención del hoy gobernador en su carácter de secretario de finanzas: «… de esos acuerdos que se habían cumplido cabalmente desde su otorgamiento hasta antes de la llegada del actual Titular de Pensiones Civiles del Estado, algunos fueron incluso suscritos por el actual gobernador de esa Entidad Federativa, actuando entonces como Secretario de Finanzas y representante del Ejecutivo en turno y formando parte del Consejo Directivo y por tanto conoció, avaló y reconoció los acuerdos antes referidos, mismos que no pueden ser trastocados, limitados o restringidos injustificadamente».

El gobernador Mariano y su sicario deben someterse a un intenso curso de actualización.

Ven a la política a través de un cristal muy empañado.

No dudo que entre la cúpula cortesana de la que se han rodeado sea unánime el aplauso a semejantes despropósitos, pero resulta que son autoridades constitucionales, con las facultades y obligaciones que, pese a su disgusto deben cumplir al pie de la letra.

La intervención marianista de ayer mezcla ignorancia, mala leche y protagonismo.

Que la Cuéllar se defienda sola.

Pero ofrecerle estas frivolidades en charola de plata es la inmolación de aquellos en un marco de inconsciencia, tan lesivo para el estado y para sus intereses partidistas que, el silencio sería una magnífica actitud a tantas patrañas, por cierto, ya con implicaciones legales y a punto de desembocar en una verdadera temporada aciaga para el gobierno tlaxcalteca, cuya debilidad visual solo es comparable con su incontrolable expresividad.