Desbordar toda la fuerza de su régimen en dos personajes de la política local, perimitió a estos alcanzar una importante popularidad, mediante la polarización que empuja la obsesión-compulsión de Mariano, generalmente sobreactuado.

Dos actores de la política tlaxcalteca parecen haber entrado en una etapa de victimización a causa del actuar marianista obsesivo-compulsivo que, buscando removerlos de su perspectiva electoral alienta la polarización de grupos y entra de lleno en escenarios riesgosos, antes de la unción de ambos como adversarios formales en el cotejo del uno de julio.

Lejos de mantener la sangre fría, consciente de los atributos del poder, el gobernador Mariano González Zarur, accionó de nueva cuenta al mazo calvo de su limitado arsenal en una maniobra más para hundir al ex gobernador Héctor Ortiz Ortiz, a tres días de la elección interna de candidatos panistas al Senado.

El plazo es efímero pero apuesta a él, una reacción en cadena de instancias gubernamentales locales, federales y del mismo Instituto Federal Electoral (IFE), advirtiéndoles la clase de pillo inhabilitado que es Ortiz por contratar familiares durante su gestión como mandatario.

En un ámbito legal, hay por lo menos tres casos de jurisprudencia consistente en partir de la inhabilitación para ocupar cargos, hasta conseguir la imposibilidad de participar en una elección. Ese es el riesgo en el que se halla Ortiz.

En su defensa, el ex gobernador podría alegar el respaldo del que lo dota la justicia federal, a través de los amparos que lo siguen cual imagen de San Judas Tadeo, o de la Santa Muerte, por cada rincón adonde se dirige.

Desde una perspectiva moral (ejem) el mandatario en turno tendría que justificar la parecida debilidad de contratar o hacer negocios con familiares y amigos, tal vez en la misma proporción que su antecesor y, hasta más, según lo afirma el cuñado (jeje) de Ortiz, el legislador Justo Lozano Tovar, apurado a documentar por lo menos cien casos de este tipo.

Las campañas de descalificación supuestamente orquestadas y financiadas por el gobierno actual, saturaron del nombre Ortiz a medios locales y nacionales, interesados en dar seguimiento a esta disputa. El resultado tiene dos vertientes:

1.- La imagen de Héctor Ortiz, está por los suelos. Es una especie de forajido que compartió las riquezas de Tlaxcala con sus familiares, y ahora pretende inmunidad resguardándose en una curul de la Cámara Alta.

2.- El pavor que Ortiz despierta al marianismo es de tal magnitud, que no han de ser suficientes las demandas y las notas periodísticas para neutralizarlo.

Habrá que ver si estas maniobras cumplen con su cometido, pues en la eventualidad que el efecto se remontase, hablamos de mucho dinero invertido en juego sucio que, a final de cuentas alcancen el efecto contrario, es decir un posicionamiento inmejorable del objetivo a destruir, por causa de litigar sobradamente en medios y muy medianamente en tribunales.

El otro personaje es Lorena Cuéllar Cisneros.

Ha sido tanta la saña para aplastarla que los resultados pueden tener varios desenlaces.

1.- A los ojos de una creciente porción de la opinión pública, esta ex priísta quedará como víctima de la misoginia imperante en el actual gobierno.

2.- La publicidad gratuita obtenida en este juego, sería determinante para justificar la imposición cupular de la diputada tlaxcalteca con licencia, dotando a esta versión de las izquierdas del concepto de candidato que generalmente les resulta un buen negocio, con el triunfo electoral como coronación.

¿Y de los dos casos, qué puede venir?

La alianza entre los perseguidos.

¿Qué le haría más daño al marianismo… que siga Ortiz, o que desista?

Que tal si el ex mandatario ve mayores ganancias en ser derrotado en la contienda interna del PAN.

Adriana Dávila Fernández y su autosuficiencia irían sin el orticismo a una batalla donde la harán trizas.

Entonces la verdadera lucha se daría entre PRI y Morena.

De los candidatos tricolores, el talón de Aquiles responde al nombre de Joaquín Cisneros Fernández, no solo por añoso, sino por la opinión adversa que genera pelear contra su propia sangre, máxime tratándose de una mujer… Lorena, claro.

La labor para Anabel Ávalos Zempoalteca, se torna dos veces complicada y, de su operación dependería procurar la primera posición para su partido.

Ya metidos en estos escenarios, no es nada extraño que el orticismo impulse a la figura de la Cuéllar y que esta funja como una especie de delegada de Héctor, cuyo respaldo a través del voto diferenciado en la constitucional no se daría sin el compromiso lorenista para ser en lo sucesivo algo así como su ángel de la guarda.

Así que los resultados de la persecución de estos dos no se limita a las conferencias de prensa dictadas por el mazo calvo del marianismo… viene acompañado de un arte de guerra que pudo haberse lidiado sin mostrar todas las armas antes de llegar al campo de batalla.

Y con el antecedente de fracasos legales que acompañan a ese de la voz en dichas conferencias ante medios, pues la complejidad campea en este tremendo agarrón entre dos pupilos de Beatriz Paredes que, hace algunos ayeres compartían espacios en la mesa de consejo de la CNC, acompañados por cierto de un Alfonso Sánchez Anaya, jacarandoso como él solo, e incapaz de advertir que con el tiempo jugarían un interesante papel en la rebatinga tricolor disfrazada de alternancia.