Comenzaron a aparecer las obras deficientes e inconclusas que, ni mandadas a hacer para el próximo gobernador, pusieron en charola de plata la vulnerabilidad del actual régimen.
La administración Ortiz, enfrenta severos desafíos en obra pública: se hunde en el río Zahuapan un puente carretero del libramiento con un costo multimillonario, el auditorio para cinco mil en la Plaza Cultural del Bicentenario duplicó su presupuesto y parece que no se culminará, el recinto ferial de Chiautempan infló sus costos a manos del polémico Wilfrido Domínguez, se cancela el proyecto de las nuevas oficinas de la Secretaría de Salud.
Pese a los contenidos deseos de venganza del gobernador ubicado en la sala de espera, al cambio de chaqueta de cientos de tipos que aún cobran en este gobierno pero, se aprestan para solicitar su ingreso al próximo y sobre todo, a que las cosas no salieron como estaban planeadas el pasado cuatro de julio, la pasividad ha impuesto condiciones.
Lejos de un cierre dinámico de actividades para aquello que se llama “transición de terciopelo”, se puede palpar una especie de cansancio indolente que, no llega a advertir el enorme riesgo de bajar la guardia, en el momento preciso que los cuidados deben ser extremos pues, nuevas voluntades se encuentran ávidas de tomar el control en sus manos.
Entre hoy y el 15 de enero de 2011 hay un universo. No deben los funcionarios suponer que el tiempo transcurrirá en un abrir y cerrar de ojos, como cuando les asistía la suficiencia presupuestal y no había riesgos de que el poder marcase fechas fatales para desaparecer.
El libramiento carretero, obra polémica en cuya adquisición de terrenos hubo grandes beneficios para ciertos personajes, enfrenta –como decíamos al principio – el hundimiento de un puente tan caro como lo podría ser el nuevo edificio de la Secretaría de Salud.
¿Sabe?, una obra de semejante importancia no puede ser construida sobre pilotes sembrados con deficiencias. Para eso existen los laboratorios dedicados a estudiar el comportamiento del subsuelo. Y sin ser perito en el ramo, le puedo adelantar que dicho hundimiento obedece a la indolencia, de los residentes al secretario responsable –desde luego, pasando por el dueño de la constructora – para satisfacer los protocolos de ingeniería.
En consecuencia, decenas de millones de pesos habrán de ser derruidas. A no ser que un verdadero milagro permita que esos pilotes broten como plantas de maíz y nos deslumbren a todos con un resplandor celestial, como seguramente lo querrían los responsables.
En otras palabras, colapsó ese libramiento, magna obra de la actual administración.
Cuando a los trabajadores de la Secretaría de Salud se les ofrecieron mejores condiciones para el desempeño de sus labores, en un nuevo edificio, no se previó que a la hora de la verdad, el valemadrista secretario de Salud, Constantino Quiróz Pérez, habría de reconocer que no hay presupuesto para ese proyecto.
O sea, quitaron a los burócratas de una zona donde se erigiría otra obra soberbia (la plaza cultural del bicentenario), derruyeron un edificio funcional y, hoy no tienen dinero para construir otro.
Ah, pero pagan cantidades monstruosas por concepto de renta de un edificio aún peor del que fueron desplazados.
Eso es un exceso.
Como lo fue el prespuesto mega inflado por Wilfrido Domínguez, el escandaloso ex titular de la Secretaría de Obras (Secoduvi) incapaz de cumplir con el encargo ante el Gobierno Federal, y por consecuencia, responsable directo de la devolución de cantidades millonarias, como si a Tlaxcala le sobrara el dinero.
Este es otro exceso.
Y qué, ¿suponen que el mandatario electo no toma nota de cada muestra de vulnerabilidad?
Oigan, qué delicada situación enfrentan estos funcionarios. Vamos, ni mandados a hacer para los intereses del anunciado gobierno priísta que viene, lleno de soberbia y deseos de venganza.
Sabemos de otros servidores públicos, sobre todo aquellos dedicados a cuestiones administrativas, concentrados en cuerpo y alma para que cuadren los números. Pero con wilfridos y constantinos es imposible lidiar.
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