Los hermanitos Mena, esos que juegan a gobernar Tlaxcala y que hoy en día controlan el manejo del dinero público y las compras del gobierno del estado, decidieron emprender una absurda estrategia que sólo alguien que este fuera de sus cabales les creería, porque eso de tu conviértete en la porrista y yo en el rudo y crítico de la administración federal que encabeza el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, no permeará e incluso les generará más rechazo del que acumulan ese par de aprendices de políticos.
Resulta que mientras el sumiso y dócil aprendiz de gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez no pierde oportunidad para echarle porras y elogios a la administración de López Obrador, su frustrado, pero poderoso hermano, Fabricio Mena Rodríguez, decidió aparecer en una conferencia de prensa al lado del incongruente Noé Rodríguez Roldán, dirigente del PRI en Tlaxcala, para avalar los ataques y descalificaciones que pudo lanzar el ex funcionario estatal en contra de la Cuarta Transformación, Morena y su líder moral.
El aspirante a la candidatura priista al gobierno de Tlaxcala se quejó de la opacidad de los procesos de licitación del gobierno federal al argumentar que sólo el 10% de los fondos invertidos se hace a través de concursos y el 90% restante es asignado de manera directa.
También lamentó el supuesto uso de los programas sociales con fines electorales y la nula existencia de reglas de operación para ejercer más de 21 mil millones de pesos que están ajenos, según él, a la rendición de cuentas.
El ex secretario de la Secte la emprendió contra los diputados locales que en su mayoría forman parte de la Cuarta Transformación (Morena, el PT y el PES) por disponer recursos cercanos a los 500 millones de pesos para etiquetar obras en los municipios del estado, mismos que dice se ejercen con fines políticos o negocios personales.
Acusó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador de incurrir en la discrecionalidad que de alguna forma también es corrupción.
Sus señalamientos y críticas estuvieron respaldados por la incolora delegada del CEN del PRI en Tlaxcala, Yolanda Eugenia González Hernández y el hermano con funciones de “vicegobernador” que en sus ratos libres funge como titular de la Secretaría de Gestión Social del Comité Directivo Estatal del ex partidazo, Fabricio Mena Rodríguez, quien puso por momentos cara de rudo y de compungido.
Resulta ofensiva la incongruencia de Rodríguez Roldán que no hace mucho se quejaba en corto de los negocios al interior de la administración estatal que encabeza el porrista de AMLO, al sostener que el contrato de las licencias de manejo y de la elaboración de placas en Tlaxcala estaba asignado a una empresa ligada a un poderoso priista poblano o que en las dependencias el manejo de los recursos públicos era controlado por Fabricio Mena, al grado que él siendo secretario de Comunicación y Transportes no podía disponer de fondos ni molestar a su director administrativo porque era incondicional del hermano del gobernador.
A Noé Rodríguez no le queda el papel de acusador y honesto, porque formó parte de una administración estatal en funciones donde existe opacidad y transas en las licitaciones y en donde es evidente su ineficiencia en la ejecución de obras. En el gobierno menista son comunes los sobreprecios y sobre todo la imposición de empresas y comercializadoras consentidas cuya lista pronto se dará a conocer y que han concentrado los negocios de los últimos tres años.
A Marco Mena quizá le encanta ser cursi y verse como porrista y sumiso porque es un papel que siempre ha desempeñado en su meteórica carrera política y que su creador, el ex gobernador Mariano González Zarur, se encargó de dejárselo muy claro, pero su hermano que de ser el mayordomo y el office boy de la familia Cisneros nadie le cree que hoy pretenda asumir el papel de rudo, porque quienes lo conocen saben que él ni su hermano heredaron el temple y los tamaños que tuvo su padre y que siempre fue reconocido por la clase política del estado.
El ridículo juego de los hermanito Mena pronto se caerá, porque nadie les puede creer que uno es el bueno y el otro el malo, que uno se ostenta como gobernador y el otro ejerce el poder, que uno es honesto y el otro hiede a corrupción, que uno dice ser un padre ejemplar y que el otro presume sus amoríos, que uno está alejado de lujos y que el otro paga constantes viajes a los mejores lugares del mundo y a paradisíacas playas mexicanas, que uno ya le urge dejar el cargo y que el otro sueña con convertirse en alcalde o diputado local.
Absurdo lo que hacen los Mena, no le parece.
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