A 53 días de las elecciones, el PRI luce desbalagado no sólo a nivel nacional con su candidato presidencial, José Antonio Meade Kuribreña, sino en Tlaxcala donde la nomenklatura del partidazo sólo trabaja por la campaña de Mariano González Aguirre, aspirante a la diputación federal por el primer distrito, dejando a su suerte al resto de los candidatos que son vistos como una imposición del menismo.
Aunque el PRI presuma su estructura nacional y su capacidad de organización, en los hechos los dirigentes de ese partido y su abanderado presidencial se encuentran desesperados porque su estancamiento en las preferencias electorales es evidente, al grado que no han podido dejar el tercer lugar en las encuestas.
Meade es el candidato del PRI pero no de los militantes priistas, quienes no se sienten representados por el ciudadano que se desempeñó como ex secretario de Hacienda en el gobierno de Enrique Peña Nieto.
La nomenklatura del partidazo optó por llevar a cabo una huelga de brazos caídos y no por la ruptura o la división que tendría un alto costo. José Antonio Meade realiza una campaña que sólo goza del respaldo del grupo del presidente Enrique Peña Nieto, de sus cercanos colaboradores y uno que otro gobernador priista.
Son pocos los que ven a Meade Kuribreña como ganador de las elecciones presidenciales del 1 de julio, de ahí que los grupos de poder en el PRI han optado por concentrar su operación en los candidatos a senadores y diputados federales que tendrán futuro en caso de obtener el triunfo en los actuales comicios.
En Tlaxcala menistas y marianistas están divididos y cada uno trabaja para su causa. La prioridad del actual grupo gobernante es lograr que Anabel Alvarado Varela llegue al Senado al menos como la segunda minoría, mientras que los seguidores del ex gobernador Mariano González Zarur trabajan para ganar el primer distrito donde compite el junior Mariano González Aguirre.
Los marianistas cada que pueden se quejan de la falta de apoyo económico y operación de los menistas. Incluso a través de su pluma domesticada se han dado a la tarea de destacar que la elección para el Senado la tiene perdida la coalición “Todos por México”, como si la intención fuera evidenciar que el gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez no está comprometido con lograr la victoria de Meade en Tlaxcala.
En su borrachera de poder y de alcohol, los menistas presumen que ganarán las elecciones en Tlaxcala porque está en marcha una elección de Estado de poca madre. Ese entusiasmo también es compartido por los marianistas que en sus pocas horas de lucidez aseguran que según sus encuestas González Aguirre tiene una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre el candidato de Morena, José de la Luz Sosa “Pepeluche”.
El fin de semana la ex gobernadora de Tlaxcala, Beatriz Paredes Rangel, dejó entrever la división que prevalece entre los priistas de la entidad, por lo que no perdió la oportunidad para hacer un llamado al voto lineal en un evento organizado por los marianistas, pues es obvio que detectó que ese grupo promueve el voto diferenciado en el primer distrito.
La ex embajadora de México en Brasil sabe de elecciones, de operación y del voto diferenciado. Si pidió el voto lineal es porque sabe que hay priistas que terminarán apoyando en las urnas al candidato presidencial de Morena, Andrés Manuel López Obrador.
Los priistas dicen que van a ganar en Tlaxcala, pero hasta ahora no hay ningún estudio serio que confirme que la coalición electoral “Todos por México” dejó de ocupar el tercer lugar en las preferencias para la presidencia del país, el Senado y las diputaciones federales.
En unas semanas más veremos las consecuencias del pleito entre menistas y marianistas.
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