Beatriz, la heredera más querida de Sánchez Piedras, goza urdiendo formas para lastimar a su hermano, Mariano; pero este, siempre ha encontrado la forma del desquite.
Tercera reunión de los priístas en la antesala de una elección. Las dos pasadas privó el desánimo, pero en esta, la circunstancia es favorable pues, parte de un proyecto personal –el de Héctor Ortiz – abatido por el poder superior del presidente Calderón, abriendo un camino bien ancho para que lo recorran las nuevas generaciones revolucionarias.
Nuevas, porque si Mariano González y su eventual triunfo, ceden a la tentación de hacer autoridad a los viejos rateros, vanidosos y cínicos que, durante años hicieron del tricolor su modus vivendi, flaco favor harán al estado de los edificios rentados a amigos y de los números en un contexto obnubilado.
Ninguna sede fue mejor para evocar los tiempos del sanchezpiedrismo como el auditorio que en Apizaco lleva su nombre. Por enésima ocasión se atribuyeron al gobernador Emilio, habilidades casi fantásticas, imposibles de superar por los cinco que le han seguido hasta la fecha (Tulio, Beatriz, Quiroz de la Vega, Álvarez Lima, Sánchez Anaya y Héctor Ortiz).
Para Paredes, el nombre de Don Emilio es el lazo de unidad que nunca habrá de distanciar a los herederos del destacado gobernante, a quien le dedicó admiración, afecto y gratitud.
La leyenda, sin embargo, ha visto desmoronarse al emblema verde, blanco y rojo, a causa de las luchas fratricidas protagonizadas por sus herederos. En 1998, Beatriz contra Joaquín Cisneros, con la ayuda de Héctor Ortiz, facilitaron el triunfo de Alfonso Sánchez Anaya, como el primer descalabro priísta del que se consideraba un bastión tricolor en el país.
En 2004, otra vez, Beatriz contra Mariano González y su entonces sobrado patrocinio de Enrique Jackson que, lleno de vanidad hubo de contemplar un doloroso descalabro más, debido a la subestimación con la que Paredes suele coronar sus procesos de odio personal revestidos de impasibilidad.
Y 2010 llevaba el mismo rumbo. Beatriz, ahora lideresa nacional del PRI, instalada en el Olimpo y dispuesta a aplastar con su pulgar al históricamente rebelde Mariano, el mismo que siendo alcalde de Apizaco disfrutó el ejercicio de la provocación y el ninguneo a la boyante oradora, acogida en el reino de Sánchez Piedras cuando sus enormes ojos resaltaban la belleza que con los años fue vulnerada por sesenta kilos de desbordado placer culinario.
Así que de no ser por la ayuda de Calderón, aniquilando el proyecto orticista de un gobernador dispuesto a inscribir su nombre en este y los sexenios por venir, la vanidad beatricista habría permanecido tan lesiva como antaño y, el desplante marianista tan explosivo como el genio y figura que es.
Les ha favorecido el apetito del Yunque por conservar a Tlaxcala como un suvenir, ahí medio devaluado… los distrajo de seguir tejiendo la estrategia para perjudicarse entre hermanos, para seguir creando formas de lastimarse y aniquilarse.
Un verdadero homenaje a Sánchez Piedras, debería ser honrar su memoria con reales planes de progreso y no con este tipo de pugnas disfrazadas de reuniones multitudinarias en las que acaban por levantarse una mano en señal de victoria y, hacer cuernos con la otra, como argumentando que el odio no se ha terminado.
Esto a penas empieza. De la toma de protesta aguardemos a ver quién asesta el primer golpe. Lo cierto es que una pupila de Sánchez Piedras, tal vez la más querida de todos, ha alcanzado niveles que nadie sospechaba.
Que otro pupilo, Mariano, insiste en abordar el tren que nadie detiene.
Pero que estos dos, son tan buenos para la tenebra que suelen gozar más con el intercambio de metralla que haciendo equipo en un solo rumbo.
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