En Tlaxcala hay personajes que muestran total indiferencia a los daños registrados al patrimonio cultural e histórico del estado. Se trata de esos funcionarios frustrados que piensan que le hacen un favor al gobierno de estar trabajando en la administración pública. Ejemplos sobran y por sus actitudes los puede reconocer.
Por lo que se ve nadie le ha avisado al pesado funcionario Juan Antonio González Necoechea que el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura (ITC) es una instancia coadyuvante en la preservación y restauración del patrimonio edificado del estado.
De ahí que su inmovilidad ante el riesgo de que se colapsen algunos templos catalogados como históricos ha sido más que evidente, como si para él no tuviera importancia el daño que sufrieron las iglesias de San José en la capital del estado, así como la de Tepeyanco, Ixtacuixtla, Nativitas y la de Ocotlán.
Su ignorancia es tal grande como su necesidad de poder y protagonismo, al grado que se desconoce si ha implementado alguna acción para evitar el saqueo de esos templos, pues aunque usted no lo crea hay cientos de objetos de arte sacro que están resguardados en esos inmuebles y que tienen un alto valor.
Lo anterior se puede constatar en el inventario que se elaboró en la administración del ex gobernador Alfonso Sánchez Anaya. Ese documento detalla y describe cada una de las riquezas que existen en las iglesias tlaxcaltecas, de ahí que sería absurdo que las autoridades permitieran la desaparición de algunas piezas.
Aunque el funcionario estatal podrá argumentar que algunos de los edificios afectados son normativamente cuidados por instancias federales como el INAH y que éstos están bajo el resguardo de las comunidades y autoridades religiosas, la realidad es que el gobierno del estado a través del ITC tiene que actuar con prontitud ante la posible pérdida total de esos inmuebles históricos, porque representan una parte importante de la identidad de los tlaxcaltecas y de los mexicanos.
Pero es tanta la soberbia del titular del ITC, muy característica del clan González, que ni siquiera se ha preocupado por pedir que se acelere la elaboración de los dictámenes de los inmuebles dañados, ni mucho menos de los que edificios que tienen registro de patrimonio después del año 1900 y que están bajo la normativa del INBA.
En la actual administración nadie sabe qué hace González Necoechea, pues en las visitas que el gobernador Marco Antonio Mena Rodríguez realizó por los inmuebles religiosos dañados por los sismos del 7 y 19 de septiembre nunca se le vio, como si fuera relegado porque se da por un hecho que es un cero a la izquierda.
Hasta el momento sólo se ha confirmado que los murales del maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin que se encuentran en Palacio de Gobierno registraron algunas afectaciones, pero se desconoce si la antigua sede del ITC sufrió daños, así como el Teatro Xichoténcatl y los museos que están bajo el resguardo del Instituto.
Es evidente que Juan Antonio González fue separado de las decisiones cupulares donde se analizan y evalúan los daños provocados por el pasado terremoto, pese a que él representa, en teoría, los intereses del Estado en materia cultual.
En su visión y formación, es muy probable que ese funcionario sólo perciba piedras y campanas que no le van a dejar un beneficio económico y optará por no hacer nada para recuperar y conservar ese patrimonio de los tlaxcaltecas.
La actitud de González Necoechea no sólo demuestra estupidez, sino negligencia que ofende e indigna a los tlaxcaltecas.
Mientras a nivel nacional hay una real preocupación por los severos daños que sufrió el patrimonio histórico del país, en Tlaxcala el ITC se muestra indiferente a ese problema. Se habla que hay más de 1,500 inmuebles afectados, situación que implicará una inversión de 8 mil millones de pesos para conservarlos.
En Tlaxcala nadie ha dicho que tan grave son los daños que existen en los templos y en otros edificios históricos. Tampoco se sabe cuánto costará su reparación.
Es lo malo de tener a funcionarios como Juan Antonio González que no sirven para nada.
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