A 108 días de que se cumpla el primer año de gobierno de Marco Antonio Mena Rodríguez, su administración puede presumir que ya alcanzó la meta de empleos formales generados en Tlaxcala, pues en agosto superó los 5 mil espacios que se había establecido como propósito para este 2017.
Los empresarios están convertidos hoy en día en los mejores aliados del gobierno del estado que está en condiciones de destacar que en ocho meses cumplió la meta anual de contar con 5,214 empleos formales.
El estado mantiene la inercia de crecimiento y la creación de nuevas fuentes de trabajo no se ha interrumpido desde hace casi tres años, cuando el promedio de plazas registradas por año ha sido de 4,200 puestos.
Ahora sólo falta ver quién será el funcionario estatal que se acredite ese logro, porque nadie puede negar el trabajo del titular del Sepuede, Luis Vargas González, para hacer efectivas las ferias del empleo o las negociaciones y pláticas que el secretario de Desarrollo Económico, Jorge Luis Vázquez Rodríguez, sostiene con empresarios para concretar la ampliación de empresas o la llegada de nuevas inversiones.
Entre ambos funcionarios existe una mala relación y aunque uno es el jefe de sector, es un hecho que el otro ha tratado de salir de esa zona de influencia para dedicarse a lo suyo y entrar en una dinámica diferente que se traduzca en entregar resultados visibles en su área de responsabilidad.
Ojalá el asunto de los empleos formales creados hasta ahora no se convierta en un pretexto para que esos funcionarios saquen a relucir sus diferencias como ya ha sucedido en otras ocasiones.
Lo malo para la actual administración en que son pocos los logros alcanzados y que éstos no se replican en otras áreas del gobierno. La percepción es que algunas dependencias están paralizadas, como es el caso de la Secretaría de Obras Públicas, Desarrollo Urbano y Vivienda a cargo de Francisco Javier Romero Ahuactzi y la Secretaría de Políticas Públicas y Participación Ciudadana que dicen controla el grillo magisterial Lenin Calva Pérez.
En materia de obra pública las acciones son contadas y limitadas. Por lo que respecta a las políticas públicas y participación ciudadana no hay nada, pues pareciera que esa secretaría de reciente creación se abrió más para pagar una cuota al SNTE que en ser un instrumento que permita a las autoridades innovar en asuntos gubernamentales.
Lo extraño es el afán protagónico que algunos funcionarios estatales insisten en mantener, como la actual secretaria de Gobierno, Anabel Alvarado Varela, quien anda muy molesta desde que se enteró que en la ceremonia del Grito de Independencia no estará en uno de los balcones de principales de Palacio de Gobierno.
Cuando fue informada de la logística de ese evento y vio que los balcones principales serían ocupados por la familia del gobernador y por los representantes de la Sedena y del Poder Judicial, la funcionaria explotó en cólera y amenazó con cambiar las cosas una vez que pudiera hablar con el mandatario Marco Mena.
Alvarado Varela quiere el reflector y veremos si logra cambiar la logística para satisfacer su ego.
Y ya que hablamos del 15 de septiembre, le cuento que después de la ceremonia oficial los invitados podrán degustar una cena exclusiva que se llevará a cabo en el salón Joaquín Cisneros del Centro Expositor. El control y los boletos están a cargo de Anabel Alvarado.
El primer grito de Marco Mena será austero porque no habrá juegos pirotécnicos ni un gran espectáculo en el zócalo capitalino. Alejandra Nande Islas, secretaria de Planeación y Finanzas no autorizó todos los gastos y recortó el presupuesto para dicha festividad.
Uno de los afectados por esa decisión fue el proveedor de las pantallas gigantes que se colocan en la plancha del zócalo, pues sus costos –entre 50 mil y 60 pesos por cada aparato- eran exagerados y se optó por contratar a otro que por el mismo equipo cobrará la mitad.
Por cierto, una de las principales responsables de la pésima imagen que proyecta el actual secretario de Educación Pública Manuel Camacho Higareda es su asistente personal Rosa María Bretón Corona, quien en los eventos oficiales asume una actitud prepotente que suele usar para controlar los asientos principales y garantizar que su jefe siempre ocupe un lugar destacado.
Grita e insulta a los empleados que no acatan sus órdenes, situación que cada vez más perjudica a Camacho Higareda porque la idea es que él avala esos comportamientos arrogantes.
Rosa María Bretón ha trabajado en el gobierno desde la pasada administración y su paso por dos dependencias no ha sido del todo limpio, porque tiene señalamientos de haber desviados recursos públicos que en otra ocasión daremos a conocer.
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