Es muy lamentable que un buen candidato, como Mariano González, carezca de partido. Esta es una lucha de mentiras como materia prima rumbo al cuatro de julio.
Nos encontramos en la víspera de las definiciones, pero ya se alcanza a ver una elección en tercios. Minerva Hernández Ramos tiene en la bolsa la candidatura del DIA, cuyo representante, Manuel Camacho Solís, descartó una alianza con el PRI.
Lorena Cuéllar Cisneros, parece llevar una ventaja irremontable rumbo a la convención de delegados, gracias a la simpatías de la dirigente nacional del PRI, Beatriz Paredes Rangel, o, para ser más precisos a la antipatía de esta por Mariano González Zarur, a quien parece diluirse la posibilidad de contender en una segunda oportunidad por la gubernatura de Tlaxcala.
Y lo que parecía un triunfo cantado de Adriana Dávila Fernández en el PAN, gracias al supuesto apoyo encauzado del presidente Felipe Calderón Hinojosa, con el paso de los días, apunta incluso a una sorprendente ventaja de la candidata del orticismo, Perla López Loyo.
Con la habitual discreción utilizada por el gobernador Ortiz, en el campeonato panista de mentiras, posó sumiso y aparentemente débil ante un Presidente que acabó por convencerse de que a su apuesta le hacen falta años de cocción.
1.- Pese a la expectativa de un importante sector panista local, de que la venida de Calderón significaba la llegada del “mesías” para ungir a la joven ex diputada, la realidad de la gira mostró una impasibilidad presidencial para la sedicente candidata albiazul, aún peor de la padecida por el anfitrión, dueño del histrionismo al que sólo los doctorados en el PRI tras cuatro décadas de militancia son capaces de desempeñar, incluso como panistas recalcitrantes.
2.- Los segundos de a bordo de Ortiz, nada más esperaban un rayito de luz para fortificar la promoción de Perla López Loyo. Así que Guadalupe Lozano Tovar –el renuevo generacional del poder tras el trono – aprovechó la coyuntura para lubricar los engranes de la maquinaria avasalladora en la elección de 2009 y considerablemente ganadora en los comicios de 2006 y 2004.
Por consiguiente, nos parece lógico que en las boletas aparezcan los nombres, no de quienes se han dedicado a alardear y a hacer caravanas con sombrero ajeno, sino aquellas producto de años en luchas y reacomodos, de aquellas que por lo menos tienen en su haber el triunfo en una elección constitucional.
En la convulsa víspera el género se impone. Una, jugando con la baraja a modo dentro de una izquierda tendiente a definirse como el contrapeso con un compromiso social y, determinada a dar la espalda a las alianzas en búsqueda del poder nada más por tenerlo.
Otra, apuesta una especie de candidez tras la cual puede palparse la expresión más conservadora del tricolor. Es el personaje perfectamente maquillado y de bajo perfil que deja al tiempo su posible involucramiento con el ánimo de un electorado que ya votó por la alternancia en dos oportunidades anteriores y que tiene ante sí, la opción de regresar al priato en una nueva circunstancia.
Del resultado de la lucha descarnada entre las dos panistas que cuentan con toda clase de mañas y trucos para conseguir sus propósitos habremos de ver a la otra alternativa de la trilogía. No dudo que en el PAN sea esta la madre de sus batallas internas en la que se juega su permanencia en el poder. La frialdad de Calderón y sus expresiones de nulo apoyo a cualquiera de las dos es el súbito despertar de una, cenicienta soñadora según la llamó un articulista, ante el ama de llaves, en cuya aparente cautela puede leerse la operación de los maestros del engaño tras su desangelado discurso.
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