La oposición, la más complaciente. Los candidatos, a un lado las propuestas, mejor venga el plan emergente para actuar el día de la elección, acarreando, corrompiendo…
El cinco de junio tiende a ser la pesadilla del caos. Demasiado blof de candidatas y candidatos; escaso contenido. Nos platican cómo se ven a si mismos… la gobernadora del cambio; la adelantada adquirente de un terreno para instalar un hospital, el que más o menos va cuatro puntos arriba en las encuestas.
¿Cuáles encuestas?, ¿las propias?, ¿las que endulzan sus oídos?
Lo que falta es sustancia.
Nadie ha tocado el tema de las leyes hechas trizas por el reformador a modo: Mariano. El responsable de este juego lleno de vacíos legales y de amañadas alianzas extralegales con los árbitros electorales.
Hoy vemos a la ex diputada presidenta de la comisión electoral del Congreso, atareadísima en labores de promoción del voto de su candidata. Pero cuando en sus manos estuvo parar en seco la avalancha marianista, no movió ni un dedo (salvo para recibir alguno de los generosos estímulos a elementos con su tendencia).
Vivimos las campañas de la descalificación en tanto pacto colectivo para impresionar a ciudadanos mayoritariamente cegados por la ignorancia inducida de sistemas como este, que ya apesta a difunto.
Una minoría es consciente de esta pachanga, y la combate. Pero no es suficiente para detener el direccionamiento masivo basado en los grandes engaños.
Las redes sociales juegan un papel fundamental en la conceptualización de la democracia. Pero no todos tienen acceso a ellas. La gran mayoría recibe mensajes aislados. Conserva recuerdos de aquellos procesos en los que alguna vez habrá participado.
Y en este limbo legal-ciudadano el tiempo se va como agua y salvo honrosas excepciones, todos van por aprovechar la movilización el día D, cuando los engranajes de las tamalizas, revisión de credenciales, pago en efectivo del voto, uso de cámaras en dispositivos móviles y hasta intercambio de boletas, estén por delante del convencimiento mediante la razón y no a través de los chanchullos.
Nuestro estado es híbrido en elecciones. Por eso nos ven atributos de laboratorio electoral.
Aquí el priísta de antaño deviene en perredista, panista, morenista, lo que le convenga.
Pero no se priva de la oportunidad de entrar a la tómbola de los recursos, 95 por ciento provenientes del presupuesto federal. Quien quita y pega. Si se le hace, vocación de servicio y proyecto, pues ya han de llegar. Por lo pronto hay que participar en la rifa.
Resulta que estamos a menos de dos semanas para que los candidatos debatan ideas y propuestas, y es la hora en que la autoridad electoral no ha informado de la sede (ya le dijimos que será el Teatro Xicohtencatl), ni la fecha (24 de abril). De la temática, ni hablar. Ni del formato, ni del moderador o moderadora.
Es la fecha en que la redistritación sigue siendo el gran pendiente de unos consejeros, buenos para pedir, mejores para exigir, pero cojos para dedicarse a cumplir con sus obligaciones.
Hoy, no vemos a candidatas y candidatos aludiendo a las reformas chafas, electoral, del notariado –como las más escandalosas- dando atribuciones impensadas a un ejecutivo que ha acabado por atragantarse con los grandes bocados permitidos por una oposición ramplona.
No nos salvamos de tener uno de los congresos más onerosos, donde los diputados reciben dietas ofensivas y estímulos hasta para comer. ¿Por qué no se pagan sus alimentos? Hasta para ayudar con los gastos de la escuela, con las cirugías estéticas, los brackets y las borracheras que con mucha frecuencia culminan de la peor manera.
En tanto laboratorio, nos han descubierto facilidades de sobra para dejarnos manipular, siempre y cuando nos conviden nuestra parte proporcional de los dineros mal habidos, burla de topes de campaña, útiles para comprar tinacos rotoplas o bultos de fertilizante. Al fin que nadie pide certificado de origen. Si es parte de las 11 mil toneladas robadas hace tiempo, a quién a estas alturas le afecta.
Es un extraordinario diálogo de sordos. Por un lado Carolina Monroy ha venido a restañar el extraño lapsus de Manlio Fabio Beltrones, al llamar Marco Adame a Marco Mena. Aprovecha para afirmar que su abanderado lleva una ventaja de cuatro puntos. ¿Según quién? La secretaria general del PRI no mostró algún respaldo con suficiente credibilidad como para aceptarlo.
Por su parte, la candidata del PAN, Adriana Dávila Fernández, no tiene empacho en llamarse desde hoy la gobernadora del cambio. Pero si todavía es candidata. Otras encuestas equis la fotografían en una especie de caída libre tras detentar un excelente posicionamiento, mientras a sus pares priísta y perredista les encuentran evidencias que hacen suponer en un franco crecimiento.
Pero, esto no es una competencia de rollos mareadores.
Es una sobreactuación de lo que ya se veía venir como guerra sin cuartel.
No es a madrazos como se gana una elección. Tampoco con dinero.
Bueno, no debería ser. Pero, acostumbrada esa abrumadora mayoría a los vicios con los que se dejan venir los abanderados de la ficción, las campañas son una breve temporada de reparto de chatarra verbal y de bienes, previa a la cita en las urnas.
Ni hay reiteración ideológica partido-militante, como tampoco definición entre tricolores, amarillos, azules o magentas. Son distintas porciones de ensalada con más lengua que lechuga y jitomate. Cualquier hijo de vecino es, a estas alturas garantía de tres mil votos, o acaso diez mil, siempre y cuando haya el lógico estímulo a su esfuerzo, por lo menos para promoverse a sí mismo.
Y el colmo de esta crisis es la alianza de facto –así dicen los mamones- entre partido en el poder y los árbitros electorales, pasando por los legisladores, hoy ocupadísimos en campaña.
Vamos, hasta magistrados como Rebeca Xicohtencatl, entró al baile del cinismo y, emocionada dio besito y apapacho a Marco Adame, digo, a Marco Antonio Mena.
Esto, señores no es ni la guerra ni la competencia. Es una kermés al estilo calzonzin, con sede en San Garabato, donde Don Perpetuo Del Rosal (manchis) ha tenido que reconocer ante las fuerzas vivas que si no hacen algo, se los va a llevar la trampa en cuanto llegue el inspector.
Ya queremos ver bailando a Juanito Calzonzin con Doña Eme (Carmen Salinas) en medio de la guerra de bolillos, y las alegres expresiones de dueño de la cantina El Sanatorio, Fiacro Franco: así bailaba Carusso…