Partidos de oposición y ciudadanos esperan una explicación creíble de esta charola colectiva a la burocracia tlaxcalteca.
Si el trabajo es un derecho constitucional, no veo porqué a miles de burócratas los tengan contra la pared, les saquen la cartera y la pasen por un arbitrario filtro al cual les ha dado en llamar la cooperación voluntaria.
Los damnificados que, nada más son los servidores públicos del Poder Ejecutivo, tienen que dibujar una sonrisa en su rostro al enterarse del monto de los sablazos, directos a la tarjeta de nómina y por tiempo indefinido:
– $ 150.00 jefes de oficina.
– $ 250.00 jefes de departamento.
– $ 400.00 directores
– $ 1000.00 titulares.
Bueno, y ¿qué van a hacer con tanta lana?, ¿cómo la va a contabilizar el Instituto Nacional de Elecciones?
Se supone que las aportaciones deberían ser espontáneas y voluntarias. Que serían la respuesta a robustos liderazgos, que habrían motivado la enérgica respuesta en asambleas donde los militantes reafirmaran compromisos asumidos con sus dirigentes.
Aquí, es un poco distinto.
Reparten una hojita sin membrete, sin responsables pero, con las palabras: “cooperación voluntaria”. Y a través del lenguaje lleno de códigos que suelen penalizarse con la pérdida de la plaza… todos a abrir la cartera porque de alguna brillante cabezota salió la idea de pasar la charola, sin un no como respuesta.
¿Es para hacer sanas las finanzas del partido, para incorporarlas a las campañas, para robustecer las cuentas de los dirigentes?
Quién sabe. Esa es información a la que únicamente tienen acceso los responsables.
Y siendo en condiciones de clandestinaje puro, allá ellos y su conciencia.
Un detalle.
Hay una autoridad sancionadora de detalles como este. Y no se la va una. Se llama Instituto Nacional de Elecciones. El mismo que acaba de aplicar siete multas millonarias de este tamaño a los señores del Partido Verde, por pasarse de roscas.
No sé qué espera el señor Marcos Rodríguez del Castillo, del INE en Tlaxcala, para aparecer con todo y su imagen de requintista de Los Dandis, a explicar a los demás partidos si es correcto el asunto este de la pasada de charola a los burócratas en las condiciones y montos que ya son de dominio público.
Es muy interesante lo que pasa con los, ¿priístas de Tlaxcala?
Puede sentar el precedente nacional de efectivas maneras para engrosar las finanzas de partidos que casi toda suerte de desplantes habían soportado, y nada más les faltaba que les aplicaran el dos de bastos.
Se opaca el lucero
De la Conafor. Ya hace unos días les habíamos compartido las comilonas organizadas por Gisela Lucero Zepeda, con la finalidad de hacer un caldo con perredistas y panistas, que le permitiesen conservar para sí una candidatura por su distrito, Tlaxco, y además nombrar a quien sea el candidato de esa alianza a gobernador y hasta alcalde de Tlaxcala.
Su error fue haberlo insistido a su jefe el señor Manchis, casi a niveles de acoso.
Y ya ve, comenzaron los problemas.
¿De dónde vendrán?, ¿Tienen ustedes idea que alguien se los esté armando?
Este es un caso de improvisación de género. Sí, porque la enorme mayoría de políticas tlaxcaltecas no cae en semejantes ridículos. Y menos supone que sus acosadoras incursiones serán bien vistas por el mandamás.
Prestar el ITC, un escándalo
Ni que estuviera tan lindo. Pero es que forma parte del patrimonio cultural de Tlaxcala. Y nadie, por muy funcionario federal y primo de junior tiene derecho de vulnerar un suelo que debería reservarse únicamente a las actividades culturales.
A lo mejor por eso hoy, ese error de la familia y equipos marianos, aparece en la portada del periódico Reforma.
El otro escándalo
Sí, es el de los medicamentos caducos.
Nada más imagínense: no fueron llevados donde hacían falta, a centros de salud y clínicas de la Secretaría de Salud. Exhibieron la ineficiencia administrativa del OPD y aún peor, hoy tienen que pagar a una empresa para que se deshaga de ellos, porque no crean que nada más es cosa de mandarlos al relleno sanitario.
En el colmo de las desgracias, una cantidad tres veces mayor a la primera pérdida millonaria de medicamentos, está por caducar.
Ni modo que en este momento los manden adonde hacían falta.
Eso sería demasiado hipócrita.
El asunto es que uno llega, revolcado, fracturado, con dolor de barriga o en peores condiciones y, lo primero que nos dicen es: no hay existencia de este medicamento, consígalo por su cuenta.
Y sí había. ¡Qué bárbaros!
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