… y el organismo encargado de combatirla vive su mejor actuación (de histrionismo) entre la impotencia ante la falta de leyes y la conveniencia de subsistir.
Los tres poderes de Tlaxcala tendrían intereses en una serie de negocios lícitos o ilícitos que, al día de hoy los tienen protegiendo un entorno de opacidad. Y aunque dicen lo contrario, actúan con los demonios de la corrupción.
Ahí tiene usted el caso del presidente del Tribunal Superior de Justicia, Luis Aquiahuatl Hernández, quien fue emplazado por la sala electoral para que a la brevedad informe sobre los abultados bonos cobrados por los magistrados de ese poder.
Ahí tiene usted al líder de los panistas, Orlando Santacruz Carreño, incumpliendo hasta el día de hoy, el compromiso asumido hace diez meses para generar un entorno de transparencia, partiendo de la ley principal y a las que debe afectar. Pero nada de eso se ha logrado. Claro, por ofrecimientos no paramos. Pero en los hechos, esto nos reafirma como la entidad más opaca.
Del Ejecutivo sobran ejemplos, como la negación de Sabino Yano a que la institución que preside está quebrada en sus finanzas. “Nada más nos faltan tres millones” diría el singular funcionario (todavía) a un medio. Nada más que sin esa cantidad no habría tenido para pagar esta quincena. ¿La sacó de la manga o, se la prestaron?
¿Eso no es quiebra?
Pero además de bancarrota es opacidad, porque nadie sabe la forma en que se atomizó la estructura del Instituto Tlaxcalteca de la Cultura. Como este ejemplo, abundan.
Ya ve usted lo vergonzoso que es informar sobre los consejeros del IET, que en una hora querían revisar el legajo que respalda al presupuesto 2010, de 164 millones de pesos. Nada más. Y en la víspera de la elección más importante.
Esta subcultura de la opacidad nos tiene mal.
No hay forma de exigir cuentas a nadie.
Los partidos políticos (como el PAN) estrenan edificio. Y nadie les puede pedir cuentas. Son tan impunes que llegan a la burla cuando se les tratan estos asuntos.
Ese es el nivel de transparencia, mejor dicho de ausencia de ella que padecemos en Tlaxcala. Y el organismo encargado de demandarla actúa a medio gas, primero por la falta de la legislación y luego, porque su trilogía, ejerce la mejor actuación (en tanto histrionismo) en un ambiente plano del que es meritoria la subsistencia.
Viva pues la opacidad. Explicada por algún diputado como la falta de capacidad del pueblo tlaxcalteca para entender tanta información… no vaya a ser que se enteren de ciertos gastos, por ejemplo médicos, que los representantes populares tienen… pero no hay razón para que nosotros, vulgares mortales, seamos informados de ellos.
¿Qué tal si a algún legislador le practicaron una cirugía… digamos incómoda?… no, pues cómo nos vamos a enterar….
Ah, sí, no sé cuántos millones de dólares costó el helicóptero, ni si ya hay otro learjet en los hangares de Atlangatepec. Lo que sí se es que está difícil sobreponerse a este nivel de ignorancia que al día de hoy nos otorga la medalla, la merecida presea de los más opacos.
Qué pena, verdad.
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