Quisiera que ya fuera el fin del sexenio, pero aún le falta un viacrucis largo… y llega a este dramático episodio, sólo, producto de la fobia a ver que cualquiera puede ser mejor que él.
El ocaso prematuro de este régimen viene empaquetado con desventuras inéditas de un ejecutivo que, nada más él y sus convenencieros incondicionales, no advierten su dolorosa debilidad.
En consecuencia, la elección de julio de este año marca la sucesión adelantada. Como no ha ocurrido en otras gestiones, este tercer tercio del sexenio es de sobrevivencia, cuando debiera ser pleno de vigor.
Y para completar el cuadro, llega realmente solo, sin cuadros aleccionados para sucederlo, salvo tres mocosos, remedos de políticos, minúsculos ante los adversarios atentos al tercio menguante.
Así como un calvo sueña con recuperar su blonda cabellera, o como los muy chaparritos no encuentran los tacones a su gusto, el hacendado mandamás ha vuelto a la carga con el reemplacamiento.
No hay peor necio
Pasa por alto que la nueva Ley de Ingresos sepultó ese tema. Mas el llamado de su autoritarismo es tan poderoso que, ocultas en su locuacidad profirió el anuncio del desentierro de tan trillado y condenado asunto: “así que el emplacamiento se hará de acuerdo a lo que marca la ley”, respondió a los medios en su gira por Xiloxoxtla.
Es una razón más para estar pendientes de maniobras atentatorias contra el bolsillo de los automovilistas tlaxcaltecas. Debiera ubicarse y aceptar las nuevas reglas aceptadas discretamente por su manifiesta impotencia.
Si los diputados lo doblegaron, no es culpa del pueblo la compra precipitada de 26 millones de pesos en latas… que los reponga Jorge Valdez Aguilera, su secretario de oro, encargado de hacer la adelantada adquisición.
Amenaza velada al pueblo
Si tienen plan con maña para mover a sus mulas de carga en el Congreso para reformar la reformada Ley de Ingresos, eso ni tiene que ver con un convenio signado con el Gobierno Federal para emplacar dos veces en el sexenio, ni con la más básica lógica.
Nada más se trataría de un asqueroso capricho más a costa de la economía del estado. ¿Para qué? Tal vez para tapar alguno de los enormes y negros hoyos en este penoso fin adelantado de sexenio.
Pedro Tamayo, al borde del precipicio
Si este accionista de la empresa camionera más poderosa de la región no quisiera perpetuarse en el poder, colocando a su hijo en la presidencia de ATAH, no sería tanta la presión del resto de sus colegas accionistas, hoy llamados Todos somos ATAH.
Tienen bajo el brazo los Tamayo y compinches un expediente gordo –con todo y célebre Rubén Darío Domínguez- en maniobras ventajosas con las concesiones federales, con un reparto oculto e ilegal de las mismas y con la explotación de instalaciones financiadas por todo el colectivo de tenedores.
Es una tontería. Cegados por la riqueza fácil e inmediata asesinan a la gallina de los huevos de oro que sobrevive gracias a ser el monopolio financiado por miles de tlaxcaltecas sin más opción que usar sus unidades para ir al trabajo o a las compras, o con la familia.
Descubren cañerías como los veloces camioncitos en los que se viaja de manera vil, sin seguro y con placas sobrepuestas.
Hábil, Abelardo Meneses Curiel, quien ya presidió el consejo de administración, documenta asunto por asunto. Teresa Sánchez Balderas es otra avezada empresaria a quien no se le escapa detalle.
Tamayo, compinches y la cloaca que conforman se hallan entre la espada y la pared mercantil.
Y tarde o temprano van a caer.
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