Intentaron cambiar el dictamen negativo del OFS, y sus compromisos y sus cabildeos se vinieron abajo. ** Napoleón Ordóñez… un mini imperio dentro del marianismo.
Vaya si mermó su influencia la Comisión de Fiscalización del Congreso. Nos dicen que sus singulares integrantes intentaron ayer modificar el dictamen adverso del Órgano de Fiscalización Superior (OFS) a las cuentas públicas de Tlaxcala y Apizaco.
¿Un giro de 180 grados en las conclusiones del ente fiscalizador?
¡Tal como lo oyen!
Y en presencia de 23 legisladores, lo más que la comisión pudo hacer fue postergar la dictaminación de dichas cuentas públicas.
Ah claro… uno de ellos exigió respeto a las conclusiones del OFS, y los demás votos… como cascada.
¿Ya ven porqué el Ejecutivo operó la irrupción de su contralor?
A los muchachos y muchachas de la citada comisión ya les había gustado la papeliza generada por contradecir al OFS. Como quien dice, los estados financieros dejaron de ser susceptibles a los auditores y vieron la luz en el cabildeo brutal.
Y como parte fundamental de los gobiernos democráticos, la fiscalización de los dineros manejados por las autoridades se sobrepuso al descontrol, encabezado por el asambleísta más chaparro de la Legislatura, cuyo pasado de alcalde que pasó las de Caín para aprobar sus cuentas públicas, con el tiempo lo convirtió en una máquina de hacer dinero… dinero malo, con el concurso de los demás integrantes de su comisión, y a costa de las finanzas del estado.
La etapa de corrupción más impresionante dada en la historia de Tlaxcala.
Alcaldes chuecos, hasta guapos resultaban tras repartir fajos y fajos de billetes.
Pero, ¿de dónde los tomaban?
Ah, pues desde principios de sus administraciones operaban con sus tesoreros un fondo al que llamaremos: “de contingencias fiscalizables”. Retenían impuestos (Apizaco), cobraban dobles diezmos (Tlaxcala), servían de caja chica (Ixtacuixtla).
Y al llegar su año de hidalgo, abrían la maleta y comenzaba a circular el estímulo para los vividores del equivocadamente llamado ejercicio de fiscalización.
No contaban con que esos señores y señoras iban a atragantarse con los enormes bocados de billetes. Ello los llevó a disipar el miedo a su amo que, seguramente los sobrealimentó en el proceso de engorda para manternerlos como hatos obedientes, sumisos y prestos a votar la causa necesaria.
En cuanto la firuliza dejó de circular, aquellos activaron el poder de su comisión y se declararon casi independientes.
Luego-luego los frenaron.
Está difícil hacerlos recapacitar.
Es el precio que paga un gobernador-acaparador… finalmente le falló su peón de confianza, Marco Antonio Mena. También fracasó el experimento de convivencia con un equis, el perredista Salvador Méndez Acametitla.
El pequeño imperio de Napoleón
Al secretario de gobierno, Ernesto Ordóñez Carrera, le asiste la gracia de controlar casi todo –menos el asunto de la gobernabilidad- pues, se desempeña como el coordinador de facto de los esfuerzos de la grilla tricolor, voluntaria y a fuerzas.
Bueno, hasta al gobierno federal y algunos de sus delegados, les gira instrucciones para concentrarse en la zona donde han de llevar el mensaje tricolor, en vista que el impuesto dirigente (creo que aspirante ya no) Ricardo García Portilla, carece del liderazgo para conseguirlo.
Y la oficina del secretario Napo (el mismo así se bautizó) se ha convertido en el despacho donde grupos e individuos reciben capacitación e instrucciones para, por lo menos una vez este sexenio, ir a una elección constitucional sin las malas vibras que los llevarán a la rotunda ruina.
Cómo cambian las cosas verdad, hace apenas unos años, el mismo que hoy la hace de mini coordinador de los esfuerzos, era vapuleado por el coordinador original (Mariano fungía como líder del PRI estatal con derrota tras derrota), al grado que su renuncia al PRI fue inevitable.
Buscó refugio en otros partidos. Fue candidato a diputado por el Movimiento Ciudadano (si no estoy bien, corríjanme plis), y hasta se retó a muerte con Rubén Flores Leal, cuando aquél dejó de tolerarlo en su franquicia naranja, o sea Convergencia.
Hoy, el destino le sonríe tanto que, tiene la capacidad para hacerse tonto con el asunto de los útiles escolares no entregados y el presupuesto de 22 millones de pesos en el bolsillo de su mentor y protector, Tomasito Munive Ororno, a quien superó el alumno, chaparrito y frágil que en aquellos ayeres formaba parte de su kíndergarten (como extraído de los paisajes del crimen del padre Amaro).
Lo que sí me llama la atención es la forma en que se desmoronó el doble doctor y dirigente-ex aspirante del PRI, Richi García Portilla, quien de candidato a todo, ¡hasta a gobernador!, motiva hoy merecida ofrenda, ante la cercanía de los días de muertos (en la política, desde luego).
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