Avejentado, desteñido, pero muy elogioso, el mandatario tlaxcalteca no tardó en usar el epíteto de sus sueños, estadista; y lo dedicó a Peña Nieto…

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Esta vez, Mariano dejó atrás los reiterados desaires a la directora del Centro SCT, Hortensia Martínez Olivares, quien reiteradamente inaugura, ella y su alma, las obras carreteras del Gobierno Federal.

Bueno, es que ayer estuvo Peña Nieto para inaugurar el pozo este sin fondo, del tramo carretero Calpulalpan-Texcoco, con el que iniciaron y acabaron sexenios… y no se le veía el fin.

Ante un visitante tan distinguido, el coordinador de los esfuerzos, llegó con todo y bigote desteñido, y palabras domingueras a través del más adulador de sus discursos: “Lógico, el cambio, la transformación no se da de la noche a la mañana, pero usted sabe que muchas de esta reformas usted no las va a gozar sin embargo no se sentó usted en el confort de la presidencia de la república para dejar hacer dejar pasar”.

No es que González Zarur no contagie de emoción. Fue hecho para otra cosa… regañar, hacer bullying, exhibir a la gente.

Entonces, cuando encarga un discursazo a alguien como su iluminado líder del tricolor, Ricardo García Portilla, difícilmente empata su tan natural rasposidad con el bonche de palabras, escritas con un lenguaje desincronizado.

Ah, pero no podía faltar la palabra mágica en medio de la cascada elogiosa: “gracias a las reformas que usted como estadista promovió México tiene nuevamente presencia internacional”.

La verdad, lo prefiero como siempre… lépero, ofensivo.

Es que pierde su originalidad.

Y cómo dejarlo que se exhiba así frente al Presidente de los gasolinazos… frente a Eruviel, a Ruiz Esparza…

¡No!

Lo que los calpulalpenses querían era escuchar a Peña. Porque, verán ustedes, aquí en este municipio limítrofe tanto fallan las comunicaciones como la falta de empleos. Y los agobia, el brutal tráfico de estupefacientes, la prostitución, la inseguridad… todo eso en medio de una corrupción con más de quince años de cuentas públicas reprobadas.

Si no fuera por el angelote acompañante de Peña… y su facilidad para alborotar al viejerío (dicho con todo respeto y emulando a Fox).

Acaso la intención de exhibir a un gobernador, tal vez el peor del país, viejo, enfermo, farsante y, cada vez más dependiente de su salvaje guarura Orlando May, dedicado a aporrear crítiticos y cachetear a las viejas argüenderas.

Nunca Peña desaprovechó la oportunidad para elogiar sus reformas. Y vislumbró empleos… no por decreto sino por la gracia de un país con un nuevo marco jurídico, adecuado a la inconmensurable riqueza de los menos y a la desbordada pobreza que anidó aquí, en Calpulalpan, y parece no tener para cuando retirarse.

Los entrelíneas

En eso andaban cuando, sin previo aviso, Peña agrandó el distanciamiento del taurino, y se dejó ver con la delegada de Sedesol, Anabell Ávalos Zempoalteca.

Y dejó una postal con una especie de leyenda… si en otro momento, la hoy senadora Adriana Dávila, tuvo el agrado y protección de Felipe Calderón, hoy por qué no ha de vivir la pupila de Rosario Robles, un afecto semejante.

Esto, para los priístas necios y misóginos fue más o menos como el golpe de conejo que Rafa Márquez asestó al croata güerito ese que, desde el descontón ya no fue el mismo.

No deberían olvidar que este sexenio sí califica la lealtad al PRI.

O sea… mal momento para los sin padre… sin madre y… sin partido.

Napoleón Ordóñez hizo de las suyas

Otro que destacó ayer en Calpulalpan, no virtudes, sino el profundo parecido a su patrón, fue el secretario de Gobierno, Ernesto Ordóñez Carrera, quien ordenó a sus agentes llevar, aunque fuese a rastras, a Alejandro Guarneros Chumacero, el secretario de Salud, quien nunca dio la cara a grupos de veras enojados por la pésima atención en el hospital de SESA.

Y pasó que, ni lo llevaron arrastrando (es más, ni fue), a la gente diplomáticamente la calmó el guarura del sexenio, Orlando May, pero el secretario Ernesto Napoleón Ordóñez, volvió (por enésima vez) a mostrar el cobre…

Tarjeta roja a Eunice y sus guajiros

No es que hayan desobedecido el mandato federal para cubrir un laudo de dos millones de pesos. Es que no tienen ni en qué caer muertos. Su pésima administración y el nivel de vida al que están acostumbrados, llevó al desempleo anticipado a los consejeros del Instituto Electoral de Tlaxcala.

De sus inacabables festines a ser unos desdichados tipos con pendientes de carácter penal.

Así acaba uno.

Cuidado.