Si es tan débil el triunfo de Ortega, por qué no anular la elección e ir a un nuevo cotejo… una especie de segunda vuelta, de donde resulte un gobierno vigoroso, no este aparatoso amorcillamiento.
Dicen que hubo poco tiempo de diferencia entre la concentración de panistas apizaquenses, protestando por el supuesto robo descarado del que fueron víctimas, y el arranque de una supuesta campaña de amedrentamiento al ex candidato quejoso, el albiazul Jorge Luis Vázquez Rodríguez.
Distintas versiones apuntan a la búsqueda de pruebas en la casa de Vázquez, de donde los patrocinadores del matador Rafita Ortega, querrían cuajar una denuncia de uso de despensas del DIF, digamos para justificar la intimidación.
La duda que me salta es, si mohínos como están los seguidores de Jorge Luis, esta medida los va achicar, o por el contrario, será la picadura de cresta, el empujoncito para rebasar la delgada línea de una inestabilidad social que inicia con el ya mítico traslado de los paquetes en aquellas subúrbanes del mal y el tráiler que atajó la vista a los ingenuos participantes de ese cortejo, inscrito en letras dioro (je) en las crónicas más cínicas de los fraudes electorales.
Oiga usted, el apuntalamiento de los tremendos siete votos de los que pende el triunfo orteguista, tiene hoy de todo, incluso lo que podríamos advertir como la parte violenta de un Estado, haciendo cachitos la entrañable amistad… qué digo amistad, el compadrazgo entre el gober Mariano y el ex mandamás de la Secretaría de Salud, don Loncha, o sea el papá del candidato al que hoy hacen mano de puerco para que desaliente las movilizaciones.
Así funciona este sistema, donde intereses superiores (cada vez está más clara la injerencia de Osorio Chong) ponen a la gestión de González entre la espada y la pared. Y aquello de, «no tengo madre, ni padre, ni partido», lo toman, lo hacen un hacen un chipote y se lo dan a tragar al autor de tan notable frase, porque ahora en Apizaco gana el PRI, ¡les cuadre o no les cuadre!
Un triunfo tan débil a manos de un personaje ausente de la política, hábil para las banderillas pero con dudas en la gestión, de discurso tan escaso como abundante su necesidad de resarcir lo gastado, podría ser bien visto por todos si los siete votos que lo soportan hubiesen sido ganados en forma incuestionable.
Pero, a ocho días de la elección esto se hizo una inmundicia entre colusiones del organismo que organizó la elección, el ínfimo nivel del SARJE, que hizo despotricar al mismo Mariano, acaso enviando mensajes a su protegido García Méndez, no sin raspar a la humillada pero aguantando vara, Eunice Orta, una presidenta esmerada en anteponer su tierna carita a las tarugadas que ya no caben.
Siete votos pueden respaldar a un hombre probo, y nadie lo crucificaría. Pero si se trata de Rafael Ortega, hay una cascada de sospechas. El radical viraje a su actividad lo ha llevado de la gloria de salir en hombros por la puerta grande al abyecto factor de división a causa de un autoritarismo que rebasó al más autoritario de Tlaxcala.
En eso consiste el mensaje del presidente Peña Nieto… «les anuncio esto para que se preparen a lo opuesto»…será por eso que cuando el solemne ejecutivo hace los grandes anuncios, nuestra resignación debe colocarse como escudo para aguantar los fregadazos.
Y en eso consiste su mensaje de respeto a la democracia… hoy, su orgullo, El Pacto por México, no deja de ser un remedo de tantos intentos previos que, en este particular, primero ha de convencer a don Osorio Chong, con todo y sus piernas charras.
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