No es por hacer menos a los locales, pero mientras el alto mando no se sacuda el antecedente etílico, la desconfianza va a ser una constante.
Foto: eluniversal.com.mx
Aunque a muchos incomodan los rondines de la PFP en Tlaxcala, vamos comprobando que se convirtieron en aliados cuya presencia debe ser permanente.
Ya vio lo que ocurrió en el estacionamiento de Bodega Aurrerá, donde fue necesaria la fuerza de los ex militares para frustrar el ataque de cuatro presuntos miembros del crimen organizado, dos de los cuales pudieron huir y confundirse entre una multitud inerme, vulnerable, dependiente de un verdadero monopolio de la fuerza en manos del Estado.
Pero la actuación de los agentes federales no solo se dio en la capital de Tlaxcala. Este fin de semana tuvieron una actuación contundente en Buenavista, donde los hijos de una señora conocida como Doña Julia, parte del equipo del líder cebadero Julio González Muñoz, habrían confesado, incluso devuelto el botín, de un saqueo más al templo del lugar.
Una de las herramientas de los federales es justamente la ubicuidad, el factor sorpresa para ganar tiempo a los delincuentes y poderlos enfrentar. Y eso no se lo esperaban los sujetos señalados como responsables del robo, uno de tantos, a un templo católico que, se suma al hurto anterior, ya se acuerda, verdad, en el que se vio involucrado el mismo párroco, justificándose en la urgencia de reunir fondos para culminar la majestuosa obra en forma de barco, que aquí entre nos es formidable.
Esto nos lleva a formular algunas hipótesis:
1.- Que son personajes locales los encargados de planear hurtos a templos católicos y seguramente a zonas arqueológicas.
2.- Que esos personajes locales tienen vínculos con el segundo peldaño, conformado por especialistas en arte sacro, sabedores del valor de este fuera de las fronteras del país y, que seguramente son el contacto más próximo con las mafias internacionales dedicadas al tráfico de este tipo de joyas, tan apreciadas por millonarios excéntricos, europeos y asiáticos.
Estamos convencidos de que solamente los federales podrán frenar la voracidad de los saqueadores de zonas arqueológicas y de templos católicos, pues déjeme decirle que se trata de ex integrantes del Ejército Mexicano, cuya lealtad a las instituciones es absoluta. Por eso son uno de los valores más altos que tenemos los mexicanos.
No es por hacer menos a los agentes locales. Pero cuando coloca usted a un general retirado, y lo dota de impunidad al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, y le perdona borracheras y excesos de este tipo, pues, acabará por darse cuenta de que este tipo de servidores, sencillamente no sirve.
Hace falta la sangre nueva de los elementos con una formación actualizada. Las piezas de museo de las cuales se echa mano, muchas veces sin alternativa alguna, acaban por demostrar su obsolescencia, como para nuestra mala suerte ocurre en Tlaxcala.
Dato no confirmado
Harry Walter Pfeil, el defraudador de decenas de tlaxcaltecas, a los que vendió kilométricos ranchos en Playa del Carmen, evadió hace meses a la justicia, logrando una peliculesca fuga, “por la puerta de atrás” de la clínica donde se le atendió de una fingida enfermedad gracias a la cual pudo dejar temporalmente el penal donde se hallaba confinado.
Lo ayudó su hijo.
Pues fuentes enteradas nos dijeron que este personaje, se encontraría como gerente de un restaurante de reciente apertura en una de las privadas cercanas a la Escuela de Policía, en pleno Centro Histórico de Tlaxcala.
Esta información no la hemos confirmado y, creo que no corresponde a nosotros esa acción pues, ni somos autoridad, ni pondríamos en riesgo nuestra integridad. Pero, ahí está el dato para que los agentes federales, reactiven la hebra rota por la vulgar fuga del teutón en tierras quintanarroenses, su presunto retorno a Apizaco y como le decíamos, la apertura de esta nueva negociación, en plenos bigotes de las autoridades.
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