Por lo menos tres acciones apalancan lo que podrían ser resultados positivos del ex gobernador Héctor Ortiz, en su búsqueda de un lugar en el Senado: la intervención de una amiga suya, la disciplinada fuerza de su corriente y hasta la operación de un mequetrefe vocero.
Inicios de 1999. El entonces precavido mandatario tlaxcalteca José Antonio Álvarez Lima –el último ejecutivo local priísta antes del descarrilamiento de la locomotora- enviaba al Congreso una iniciativa para que a partir de entonces, gobernador, secretario de Gobierno y Procurador, contasen con guardia personal durante un año.
La propuesta plantearía además una especie de inmunidad legal para que aquellos que dejasen la silla fueran prácticamente intocables por sus sucesores.
El primer punto fue aprobado por abrumadora mayoría. Del segundo –raro verdad- no hay la certeza de su vigencia, aunque no deja de hacernos especular sobre el tema, sobre todo hoy, cuando el ex gobernador Héctor Ortiz Ortiz, planteó desafiante su apego al marco jurídico, ante la gana de Mariano por meterlo a la cárcel.
Para empezar, Ortiz no podría recorrer otros que no fuesen los caminos de la Ley para defenderse de la embestida zarurista, cuyo propósito cuenta con un objetivo fundamental: perjudicar en lo posible a su ex compañero de partido para cuartear las columnas sobre las cuales descansa su convocatoria que hoy por hoy lo hace el enemigo del PRI a vencer.
Abonando al momento del ex ejecutivo local, corre la versión de una cumbre abogando por él, encabezada por el mismo personaje que en la elección de julio de 2010, sacaría la cara por el hoy empoderado, Mariano González Zarur.
O sea, Beatriz Paredes Rangel, habría tomado la iniciativa para persuadir a don Mariano, de lo importante para conseguir un equilibrio de fuerzas, apoyando la llegada de Héctor Ortiz al Senado.
Siendo aquella la manera en que, “por adela” se resuelven los procesos electorales –ante la creencia popular de la competencia democrática- ya verá usted, para empezar la influencia de la ex lideresa nacional del tricolor en el otorgamiento de inmunidad y facilitamiento del puesto más importante en juego en términos locales, en la elección federal de 2012.
Y aquí un apunte, rememorando el papel de un obscuro y letal sujeto, con un papel aciago en la elección de 1998, cuando el PRI y su abanderado, Joaquín Cisneros Fernández, registraron la dolorosa derrota ante el perredista por circunstancia, Alfonso Sánchez Anaya.
Me refiero a Raymundo Vega Crespo, el vocero de José Antonio Álvarez Lima, quien motu proprio debido al desplante del entonces candidato tricolor al gobierno, desataría una campaña utilizando recursos oficiales para sembrar en medios locales y nacionales una imagen adversa de Joaquín Cisneros.
Con el tiempo, directivos de ciertos medios han confirmado esa sospecha: “en la elección va a ganar el candidato con más agallas”, sería uno de tantos mensajes que el funcionario aquél del usufructo tricolor para demoler… al tricolor, con dineros tomados de un sistema… tricolor.
Lo raro es que al paso del tiempo, ese mismo factor patológico del PRI retornó en terceras nupcias (primero con Tulio, luego Álvarez Lima) para operar una nueva derrota tricolor, y de nuevo en perjuicio de Joaquín Cisneros Fernández, sobre quien guarda –y nada más él lo sabe- diantres resentimientos, muy a pesar del entusiasmo de su patrón por llevar de nueva cuenta a la sede senatorial, al hoy presidente de la Feria de Tlaxcala, quien se esmera en lograr un evento-campaña (la gran Feria) a los niveles necesarios para desempacar del baúl aquél concepto de, candidato a la mano.
En otra trinchera, no menos importante, el ex rector de la Universidad Autónoma de Tlaxcala, Serafín Ortiz Ortiz, confió a la corresponsal de Reforma, la disponibilidad del infalible aparato electoral conformado por una abrumadora mayoría de miembros de la comunidad académica, dentro y fuera de la institución, prestos a impulsar a Héctor Ortiz Ortiz, como el motor de sus acciones, tal y como lo han hecho desde hace cuarenta años, según lo refirió.
Dicha entrevista permite ver el nivel de disciplina orticista, suficiente para definir el destino del ex rector en la política, pues cualquiera habría sucumbido a su destape que, hace unas semanas hizo Adriana Dávila Fernández, quien lo consideró potencial compañero de fórmula al Senado, aunque el pasado domingo esa posibilidad se disipó, en la conferencia de prensa convocada por Héctor Ortiz.
Ante estas, digamos evidencias, no es de difícil pronóstico que el ex gobernador panista encabezará la fórmula. Que Adriana hace una hábil jugada confiando su acceso al Senado a la contundencia operacional del orticismo, y que Mariano González, definirá el método de ablandamiento de su política, ya sea aminorando la metralla o, hasta dejando a su abyecto vocero derruir el edificio tricolor levantado en la víspera.
Ya comenzó a notarse el quehacer retro del funcionario ese de marras, quien lo mismo cierra la puerta a reporteros en actos como el de la firma de la minuta de las demandas 2011 con el SNTE que, en otros con la temática de la Seguridad Pública. Se le ha de ver cobrando los favores a medios y si no, nada más dificultando su tarea.
El tema de la candidatura tricolor al Senado no puede darse por concluido sin incluir a Lorena Cuellar Cisneros, en definitiva un valor del priísmo que, sin embargo dejó en su momento pasar la oportunidad cuando según su propia versión, aceptó a Mariano como candidato cuando ella ya lo era, tal y como lo vivió las instalaciones del Comité Ejecutivo Nacional de su partido.
La creencia suya de ser una jovenaza en estas lides, con años de oportunidades por venir, le llevaron a un espacio, un prolongado espacio de especulación y condena de aquella intervención suya para ungir a Mariano, consciente que en su finísimo gesto le iba la razón de un resentimiento de por vida, en contra de quien hoy la combate y también de quienes en su partido le formularon lo que hoy se conoce como una chamaqueada.
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