Uno supone que en Tlaxcala serían cosa del pasado los cacicazgos esos a los que llegó a condenarse porque medraban con el patrimonio de los campesinos. Pero al ver el comportamiento de individuos asentados en la parte poniente de la entidad, no queda más que atestiguar el renacimiento de tiempos que se creían idos.
En cuanto las autoridades vieron en la zona de Atlangatepec el lugar ideal para ofrecerlo como posible asentamiento de la refinería de PEMEX, apareció una ínsula opositora que, en cuanto pudo tasó en precio de oro la hectárea.
Y eso no estaría del todo mal si los beneficiados fuesen los legítimos propietarios. Pero cuando uno se entera de prácticas acaparadoras de tierra que, compran barato y venden caro a la voz de, “esto se puede convertir en un San Mateo Atenco”, puede uno vislumbrar que quien esté detrás de tal actitud, carecería de escrúpulos.
Y qué tal si la paraestatal hubiese encontrado en Tlaxcala razones de peso para enviar los casi 10 mil millones de dólares que cuesta la refinería. Pues el primer grave problema habría sido tratar con alguien que de la noche a la mañana resultó dueño de grandes extensiones, pero que ha podido influir en decenas para tasar en cantidades formidables la tierra donde se habría asentado dicha nueva instalación de Petróleos Mexicanos.
Se trata de Julio González Muñoz, quien de acuerdo con versiones de un creciente número de labriegos, acapara lo mismo la hectárea pagando 30 mil pesos por cada una de ellas, para luego ofrecerlas a 100 mil, que, roba descaradamente 50 kilos por tonelada a los productores de cebada que emplean su báscula para pesar su grano.
En otras palabras, mientras el gremio del campo se esfuerza por actualizarse y las nuevas generaciones ya tienen acceso a mejores estadios de preparación, hay la fuerza retardataria que, instalada en la vieja práctica del acaparamiento que permite ganancias exponenciales a costa de la quiebra de los verdaderos campesinos.
Y todo el mundo sabe que en esta zona de Tlaxcala existe el proyecto del Puerto Seco Multimodal. Mas pocos saben de cómo ha destacado uno solo entre cientos en el arte de los negocios en uno de los sectores más sentidos como lo es el campo.
El caso González Muños no plantea incrementos lógicos. Multiplica por diez sus pretensiones. Tasa a conveniencia en un millón de pesos la hectárea que él mismo adquirió a 30 mil o menos a quienes, inermes sólo ven como uno, solo uno se beneficia a sus costillas.
Es necesario que los diputados y otras instancias que pueden, investiguen el acaparamiento que se da entre Atlangatepec y Buenavista y que, tiene a un solo beneficiario, acumulando amplias extensiones con prácticas que ya deben pasar a la historia.
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