Entre el sueño guajiro de llevar nuestra vasta producción pecuaria a los increíbles confines del orbe y la crisis de miles de familias, dueñas de una parcela chiquita, seca pero muy apreciada, se halla una de tantas selecciones erráticas del hacendado que conoce sólo una versión del campo.
Hombre, se ven las ganas de pasear del recién desempacado secretario de Fomento Agropecuario, James Johnatan Bretón Galeazzi, uno de cuyos proyectos es placear por el mundo a nuestros labriegos, como si fueran artesanías de barro bruñido recibiendo de todas formas el calor de las autoridades, dispuestas a sacrificarse viajando por el mundo, con tal de que aquellos salgan de pobres.
Sí, está en sintonía… James Johnatan, o sea JJ (junior, porque el otro es José Juan Temo), tiene toda la razón que un buen secretario (pero de Turismo) debe mostrar para enseñar nuestras «riquezas» al mundo.
Tal vez si nuestro campo constara de impresionantes sembradíos, agua de sobra y un subsidio sobresaliente de las autoridades, la producción imaginada requeriría de publicidad urgente para que no se nos echen a perder los cientos de contenedores en espera de ser colocados en la vasta flota naviera para tal proyecto.
JJ pasa por alto que el problema de nuestro campo no radica en la falta de promoción, sino en la esencia misma de la parcela, atomizada, seca, presa de heladas y por si fuera poco a merced de los depredadores sexenales, como este -sin pretender el demérito de tan ganoso mozalbete al frente de la Sefoa-.
Así que no es un problema promocional. Es social.
Requiere sensibilidad y conocimiento, para asomarse al complejo y profundo sentimiento de pertenencia de nuestros campesinos con respecto a su parcela.
No se trata de una parte dentro de los activos de cada productor. Es la parte que da certeza a su vida. Nada se compara con la satisfacción de las familias tlaxcaltecas al tener sus mazorcas asoleándose, previo al desgrane y aprovechamiento integral de su milpa.
El maíz se almacena, para hacer tortillas, pero también para hacer mole y tamales en los días especiales. Los totomozcles, para envolver a los tamales y hasta los olotoes tienen su función, de mantener encendido el fuego del tlecuil.
Antes, los troncos de la milpa, o fueron molidos para contar con pastura ensilada, o con ellos se hicieron mogotes para desecarlos con miras a disponer de zacate, ya empacado o en greña, esa fibra gracias a la cual los animales de tiro disponen de tanta fuerza y el ganado lechero no deja de producir el bendito alimento del cual se nutren nuestros huesos y músculos.
Para que JJ comprenda esta realidad habría que explicáresela en el antro, tal vez con su patrón Marianito fungiendo como intérprete de un sistema al cual observa siempre del lado del amo.
He ahí el secreto. Debe colocarse en la otra posición. O sea, de lado del jodido.
Saber por lo menos una vez en su vida qué se siente comer cuando el cuerpo lo pide desesperado porque ha cumplido con la jornada.
Saber qué se siente cuando el viejo campesino enjuga sus ojos porque a su hija la corrieron del trabajo y con ello acabaron de un guadañazo, con la ayuda para comprar semilla y para pagar a los ayudantes cada que había para sembrar.
JJ nos habla de equipo agrícola de primer mundo y participación en las grandes ferias y codearse con los productores a cuyas propiedades no se les ve el fin.
Es su mundo.
Cuando Mariano González Zarur, determinó colocarlo en otro mundo, con un gran trecho de distancia y tiempo, hace un grave daño al campo de Tlaxcala. Y también a JJ.
Al primero, porque no sólo se dispone a someterlo al enésimo engaño de parte de las autoridades, viendo un exitoso negocio a la hora de las gestiones.
Al segundo, porque su mundo, por ahora, consta de interminables noches de antro entreveradas con largas sesiones para ver qué pe… con esos sombrerudos conflictivos, apestosos y nacos.
Son dos mundos distintos.
La propuesta nada de nuevo tiene. Vuelve al escenario común de las verdades a medias. Entonces en qué consistió el cambio.
De dónde Mariano sacó la idea aquella del abandono absoluto en tanto reto para superar una vez llegando al trono.
De su visión particular. De su rechazo a la propiedad comunal. De su desconocimiento a los valores, humildes y sencillos del verdadero campo y quien lo labra con el cariño ajeno a la frivolidad y al desenfado de los hacendados en piel de oveja.
La deficiente comunicación política
Ahora resulta que a los medios llega, en calidad de, «por si te hace falta» el número del celular de los lustrosos jefes de prensa del marianismo, entes de otro nivel y no de los medianitos periódicos existentes en la entidad.
Tal como ocurre en Coracyt, la de la argentina y Don Quijote, asimismo sucede en el asilo de ideas en que devino el área que se supone debiera ser la ventana para asomar a un gobierno de avanzada.
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