Lo malo es que los heridos caen por decenas ante un ejército sin la mínima auto evaluación. Cuando los frentes sean tantos, soldados y generales rodarán de gordos y serán incapaces de enfrentar a su peor enemigos, o sea a ellos mismos.
La no ratificación del Congreso al presidente del Tribunal de Conciliación y Arbitraje es lo de menos. Aquí lo fuerte es el anti orticismo en todo su esplendor. ¿Cuánto vale un oficio de ratificación firmado por el ex… ¡nada!
Y de ahí para el real…
Ahora, puede que unos quejándose de un vil atropello a una institución autónoma, se alíen con otros, por ejemplo los maestros, mohínos porque sin decir agua va les cambiaron al pistolero, digo al amigo de Elba Esther, y otros tantos en el campo viven la recomposición del otrora agrarismo peredista.
Por si fuera poco, unos señores señalados de proxenetas a bordo de sus mototaxis también andan que trinan porque les dieron con la puerta en la naríz, y hasta al obispo don Pancho Moreno Barrón, se le oyó un rítimico: ¡odio quiero más que indiferencia!
En otras palabras, emulando el pasaje bíblico de la multiplicación de los panes, vemos con claridad la multiplicación de los rencores, ante un ejercicio del poder cuya violencia innecesaria habrá de ser directamente proporcional a los empeños que ponga cuando el tigre reaccione ante tantas caricias y tan subidas de tono.
Sé del desquiciamiento de gentes honorables. Del cambio suyo a tiranías. Y lamento tener ante mí evidencias que me llevan a pensar en escenarios a los cuales supuse enterrados en un cementerio de cuyo nombre ni siquiera me acuerdo.
Una a una, las razones se colocan en una canasta que los regímenes a la voz de democráticos traen consigo como rémora de su abultado ser, crecido en el río revuelto por el que una circunstancia lo coronó monarca porque así lo había deseado hasta por quinta vez, con ese encomio que te lleva a perder la razón por semejante fuerza contenida.
Mas hoy, que el terreno es fértil para operar a favor de los que encuentras acasillados mediante lo que llamas resarcimiento del tejido social, te invade el sentimiento de venganza, elevado a la N potencia. Y por eso no dejarás títere con cabeza en este juego de tiro al blanco en que está deviniendo una entidad a cuyos habitantes les emocionan los cambios.
Ah, sumemos a las huestes enemigas el alto número de las tropas amigas a quienes pasó de noche el reparto del botín.
Esos que tanto hicieron para el triunfo juliano y hoy han quedado como el chinito, pueden ser los más decididos a reaccionar ante el castigo de más inferido por quien suponíamos con un discurso unificador.
De la Plaza de la Cultura
No se trata de colocar placas alusivas a personajes a quienes el tiempo juzgará, sino de acabar con el tremendo proyecto de la Plaza Bicentenario, pues no tarda en llegar el tiempo de lluvias y, el estacionamiento subterráneo y los muros a medias, no son culpa de quienes tenemos derecho al uso de tal instalación, porque sencillamente es patrimonio del pueblo… estos que se disputan poner su nombre en una placa son meros factores transitorios… con o sin ellos, el estado sigue.
Lo pongo en la mesa de la discusión porque además de una escuela derruida, y de unas oficinas de Salud hechas polvo, más o menos como se encargó de dejarlas un tal Constantino, se suma una importante área donde habitaban soldados y oficiales del Ejército Mexicano.
Ese predio colinda con un banco, Imbursa para ser precisos, y es miserable verla convertirse en lote baldío si forma parte de un proyecto de gran envergadura, metido a los terrenos de la disputa entre personajes, oiga usted, que para lo grande que es Tlaxcala, de plano valen muy poco, o nada…
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