La presión social y gremial en contra del régimen concluyente, se desbordó cuando corrió la versión de un manito Rodolfo, pidiendo en el Cabildo de Apetatitlán, nombrar Héctor Ortiz, al bulevar de los hospitales en San Matías.
Muchos perdieron en este largo capítulo, complejo y perjudicial, vivido en el sector salud. Pero otros, perdieron más. Los derechohabientes. Las mujeres con trabajo de parto que debieron ir a su casa a pasar horas de dolor, porque en los nosocomios en paro, el personal hacía como que las atendía, pero bien que las dejaba ahí solas, pensando en la grandeza del bodrio, perdón, del servicio llamado Seguro Popular.
1.- Consciente de que su influencia va cuesta abajo, el gobernador Héctor Ortiz, perdió un importante terreno en este sector. Para eso contó con la colaboración del talentoso Constantino Quiroz Pérez, su compadrito ixtacuixtlense, un as en aquello de regarla con acciones, ventajosas originalmente, pero trágicas en sus manos.
El señor secretario de Salud, entre la distribución amañada de plazas y la adquisición infame de medicamentos diez veces arriba de su precio, fue incapaz de encarar al ciclón marianista, Blanca Águila Lima, y su delfín, Rubén Sarmiento, a quienes correspondió el voto mayoritario de los trabajadores pertenecientes a la Sección XXVII del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Secretaría de Salud (SNTSS).
En pocas palabras, Constantino tuvo todo para secundar a su compadre-patrón, pero le ganó la avaricia y, bajo la premisa: “soy una persona buena, buena, buena”, operó sin escrúpulo en perjuicio del Órgano Público Descentralizado Salud de Tlaxcala, y por lo tanto, del proyecto orticista, derrotado en la contienda por la secretaría general de la Sección XXVII y, exhibido como factor vulnerable a la sinergia marianista, capaz hoy de exhibirlo tan vulnerable como resultó, con un movimiento perfectamente orquestado en el administrativo, hospitales, clínicas y centros de salud.
2.- ¿A quien convino esta secuela de hechos?, pues a la actual alcaldesa electa de Zacatelco, y líder moral de la Sección XXVII, Blanca Águila Lima, quien logró impactar al gobernador electo, Mariano González Zarur, con el espléndido (para sus intereses) movimiento padecido por los derechohabientes.
Mariano quedó impresionado con el poder de convocatoria de su amiga Blanquita, y tomó muy en serio la supuesta petición de esta, para tener bajo su control el patrimonio hospitalario que intentaba descentralizarse y que ateinde a los infantes de Tlaxcala, con propósitos privatizadores para hacerse de más recursos de orden federal.
No nos asombre que en el futuro, el nuevo gobierno reconsidere el asunto de la descentralización, nada más que con mandos distintos. ¡Brillante!
Aunque no todo fue miel sobre hojuelas para la poderosa lideresa ¿vitalicia?, pues habría que ver su frustrada irrupción en las negociaciones para acordar la entrega de bonos, en efectivo al personal de base (con la sangría del Impuesto Sobre la Renta) y en vales al resto del personal regularizado.
Le fue impedido el acceso a la mesa de diálogo, donde a partir de ayer hubo nuevo representante gremial, con el reconocimiento del Comité Nacional del SNTSS, cuya dirigencia negoció directamente con el gobierno estatal, considerando a Rubén Sarmiento, como único interlocutor. Esto costó a la señora Águila el entripado de quedar afuera, como uno más del montón, observando cómo su sucesor tiene, de ahora en adelante la potestad legal de la representatividad, mientras ella, quedó limitada a reuniones informales, aunque no dudo que libres de su influencia.
3.- Constantino Quiroz y Juan Méndez, los dinámicos secretarios de Salud y Gobierno, se empeñaron en difundir que el gobierno en funciones no se doblegó ante las presiones del tremendo movimiento paralizante de los servicios de salud, en un lapso tan delicado como lo es el frío invierno tlaxcalteca, atípico y lesivo al bienestar de miles de personas.
Más les preocupó aparentar fortaleza, por lo menos a nivel declarativo que, aceptar el deterioro original en la relación con el gremio, tras la frustrada intentona por hacerse con el control de la Sección XXVII.
Quien no vea humillación de la administración orticista con funcionarios en dichas condiciones, carece de una óptica realista de lo acontecido en esto que llamaremos el gremiogate de salud, donde se aprecia la intensidad de los daños a una corriente política en desventaja, desde la atolondrada intervención calderonista, causante de la tragedia del PAN y de su principal patrocinador, el orticismo.
Mariano ya sabe a lo que le tira con aliados de la talla de Águila. Nada más tiene que vendernos el eventual propósito descentralizante del patrimonio hospitalario, con frases creíbles y con formas alejadas de su habitual autoritarismo, pues si en el presente pudimos ver a un gobierno renunciando a triunfos que en otras circunstancias habría conseguido mediante mil argucias, en el marianismo se corre el riesgo del manotazo sobre la mesa, del estruendoso silencio y del envío de propios, con la calidad de Carlitos Rojas, el devaluado monstruo del priísmo de antaño, pero hoy, como al modo de un jubilado sin mayores anhelos que cobrar su miserable quincena.
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