No seamos hipócritas, los culpables se llaman Cervecería Modelo y Cuauhtemoc-Moctezuma, con el concurso de las autoridades, ávidas de obtener su parte en este infame sistema en el que las víctimas y sus familias, ni cuenta se dan de cómo los usan.


¿Qué fue primero, la brutal apertura de antros, o la sed incontrolable de adolescentes? Alguien, brillante para los negocios, inventó un mecanismo embriagador, mediante la mezcla (mix) de cerveza, con limón, salsas y sal bruta. El ingrediente principal fue la permisividad para que menores de edad despertasen un antojo permanente.

Esos genios consiguieron fijar el concepto “Michelada” en el subconsciente de los chavos. Y comenzaron a desearla como quien piensa en una cocacola bien fría, cuando se ha realizado una fuerte actividad física, o en un “gansito”, el pastelito más famoso de México que generación tras generación sigue aportando millones a la familia poseedora de la marca Marinela.

Hay una predisposición de los menores de edad, a consumir cerveza mezclada, o sea michelada. Y su éxito ha sido brutal. Y sus consecuencias, gravísimas.

Desde la jovencita de secundaria que no recuerda detalles del convivio con amiguitas y amiguitos, hasta el joven bachiller, violento como él solo, al transformarse al calor de la ingesta de tres caguamas, un cigarro de mota y, cuatro sorbos de tequila.

Así que en esta crisis de alcoholismo en los jóvenes, a la que temerariamente el gobernador Héctor Ortiz, califica de tendencia mundial, hay responsables.

Ahí le van sus nombres: Cervecería Modelo y, Cervecería Cuauhtemoc, principalmente. La primera, fabricante de las célebres Coronas, Victorias, mientras que la otra tiene en su haber a la inconfundible Tecate.

Lavan sus manos como el Iscariote, colocando amañadas leyendas de la talla: el abuso en el consumo de este producto es nocivo para la salud. Y lo demás, corre por cuenta de las autoridades. Es más, familiares de estas se han dado a la tarea de abrir botaneros o antros o como usted quiera llamarlos, en los que el objetivo es vender, vender, vender a quien tenga dinero para comprar.

Si esa clientela, inmadura, que hoy vive cambios hormonales acompañados por ingesta brutal de chela, pierde la vida, las autoridades tienen mil coartadas antes de reconocer su gran parte de culpa.

Y si los gobiernos pueden justificar la conversión de eventos promocionales –como la Feria de Tlaxcala – en cantinas sin control, ¿qué no harán las cerveceras, si han pagado en efectivo y por adelantado por ser los únicos con derecho a llenar las tiernas panzas de las nuevas generaciones?

Para muestra, el botón del pasado fin de semana. Una docena de uniformados detenida en una redada, cuyos elementos se vieron orillados a pedir refuerzos, porque la docena que le platico y otros mayorcitos, en suma, cincuenta, la emprendieron contra ellos, como quien tira al blanco en alguno de los puestos instalados en esta desordenada y corrupta fiesta de todos los tlaxcaltecas.

Un estado de la Federación, cuya capital es escenario de una batalla campal entre muchachos alcoholizados y la policía, es evidencia de que las autoridades son balines y poco hacen (o nada) por atacar los orígenes de este delicado problema.

Y se alega falta de valores, ausencia de los papás, inexplicable rebeldía de los hijos, hasta se culpa al Internet, de las actitudes desafiantes de la chamacada.

Pero nadie denuncia a las Cervecería Modelo y Cuauhtemoc Moctezuma, por las brutales campañas de publicidad que le dieron al clavo gracias a algún creativo, a quien seguramente erigieron un busto como reconocimiento a las ganancias multimillonarias, a merced de la salud de los adolescentes.

En esta cauda de barbaridades, hay gobiernos –como el nuestro – a la disposición de personajes como Danny Herrera, el padrote de los antros, responsable ¡seguro!, de la destrucción etílica entre los chamacos.

Eso que el gobernador sugiere como fenómeno globalizante de la borrachera juvenil.

¡Salud!