Al próximo gobernador le indigna ser el que apoquine el recurso para la operación de los nuevos hospitales, cuya distinguido corte de listón, correspondió al actual. Entonces, se da un intercambio de inútiles golpes que en nada contribuyen al progreso.

Es el elemento humano y su actuación eficiente, bien pagado gracias al gran respaldo que significa la planeación, la parte medular de los hospitales, erigidos por la actual administración, bajo esquemas de obras impactantes.

El Hospital del Sur es un aliento parcial para 280 mil habitantes de varios municipios. Existe el edificio, un equipamiento en proceso, pero quien lo opere es el gran capítulo pendiente.

Una hazaña plausible es el sistema bajo el cual funciona el Hospital Infantil de Tlaxcala. Al estado le cuesta un ojo de la cara su operación. Pero vale la pena pues, el personal médico es de lo mejor en el país. Insisto, esto cuesta. Y de algún sitio tiene que salir el dinero para cubrirlo.
Sabemos del proceso para sindicalizar al personal y su inminente vigencia en el corto plazo, lo cual ha de cambiar sustantivamente el desempeño de esta gran obra.

En otras palabras, la magia se ha de terminar de manera paralela a los días que restan a esta administración.

Así que el del Sur, el de la Mujer, el del Niño y toda esa infraestructura hospitalaria, sobre la cual el gobernador Héctor Ortiz, deposita el éxito de su gestión, carece de la mitad vital para mantener abiertas sus puertas: el elemento humano y, claro, el respaldo financiero para su existencia.

Es un pendiente. Un gran pendiente que, ha de resolver el próximo. Esa es la percepción del actual.

Pero el equipo marianista parece pensar distinto. Le incomoda saber que una parte importante del presupuesto tendrá que sostener al abundante esqueleto, cuya inauguración con bombo y platillo, no le correspondió.

Si al recurso avenido le hubiesen distribuido en forma conveniente, equilibrada (obra/operación) otro gallo nos cantara. Sí, el gallo de la planeación. La obra, obvio, no sería tan grande, pero habría dinero para pagar médicos, enfermeras, personal administrativo y operación del equipo.

Hablamos de un mundo de dinero. Creo que parte de él pudo haberse ido en los diezmos, dobles diezmos y otras expresiones con alcance escatológico.

El volumen de lo entregado, es directamente proporcional al ensanchamiento de las cuentas de unos cuantos.

Que tengamos los cuartos. Qué bueno. Que haya quien nos recete cuando estemos encamados, mejor. Y si también nos asiste una afanadora bien pagada y un laboratorista satisfecho, entonces esto estará funcionando.

Pero, si los cuartos ahí están y no hay lana ni para sacudirlos, estamos hablando de una tragedia.

Y también intuyo que en el capítulo de la ecología las cosas van por ese rumbo. Hay plantas de tratamiento en las cuales se gastaron muchos millones. Pero no operan. El ejemplo más grave involucra, casualmente, al Hospital de San Andrés Ahuashuastepec y a su sistema de tratamiento de agua residual. No funciona. Es un riesgo bárbaro pues, se trata de desechos infecto contagiosos y todo lo que genera un edificio dedicado a atender enfermos.

Inevitablemente brinca el tema del Zahuapan y la eterna promesa de recuperarlo.

O sea, ahí está la obra. Bien o mal hecha, eso se verá con el tiempo. Pero,  ¿cómo va a funcionar?

Esto enerva al inminente gobernador a partir de enero. Entonces lanza golpes al por mayor. Unos los asesta. Otros se los devuelven.

Y a resumidas cuentas, nada que beneficie a Tlaxcala se consigue.

Acaso votamos para ver una pelea de box, o una película con lenguaje alvaradeño.

No señores. El resultado de las urnas debería señalar a un auténtico ganador. Con mérito de sobra.

Vemos, sin embargo, que la balanza se inclinó por el menos malo.

Y, nosotros no merecemos ser gobernados por entes que pasaron de panzazo.

Las indirectas pueden evitarse si ambos gobernantes, el vigente y el próximo, se liberan de la improductiva carga de soberbia que les aqueja, se sientan a dialogar, reconocen los errores y diseñan la manera como se desatarán los nudos.

Pero, al haber un interminable coctél de corrupción, ineficiencia y acciones de carácter partidista, tal acción es improbable.

Veremos, en consecuencia a dos, lanzando golpes en un diálogo de sordos.

Eso no es democracia.