En cada edición de la Feria de Tlaxcala nunca falta el granito negro en el arroz y en esta ocasión la presentación del huamantleco Carlos Rivera en el palenque el viernes pasado evidenció que la ley en Tlaxcala sigue teniendo un terrible tufo priista, porque ésta sólo se aplica a los enemigos, porque a los amigos se les otorga justicia y gracia, lo cual permitió que la empresa descaradamente concretara la sobre venta de boletos y expusiera a los asistentes con un insultante sobre cupo que generó molestia y la protesta de cientos de tlaxcaltecas que se quedaron afuera del recinto.
Es cierto que esa transa no es atribuible al artista del momento de Televisa, sino a la empresa encargada del palenque y de José Antonio Carvajal Sampedro, presidente del Patronato de Feria, quienes para satisfacer su ambición y recuperar dinero de otras presentaciones de bandas y artistas que han sido de regulares a malas, pusieron a reventar el inmueble ubicado al interior del recinto ferial con la complacencia y tolerancia del personal de Protección Civil a cargo del convenenciero José Antonio Ramírez Hernández.
Exponer a los tlaxcaltecas tan torpemente y permitir esas violaciones a la seguridad demuestra que el negocio del palenque no camina bien.
Lo absurdo del caso, es que no hubo ninguna sanción de las autoridades estatales para la empresa responsable del palenque, ni una llama de atención por la burda sobre venta de boletos, la reventa de los mismos y el incumplimiento a las normas de seguridad, situación que resulta preocupante porque demuestra que el Patronato de la Feria en manos del valemadrista Carvajal Sampedro sólo busca su beneficio económico, característica que hoy en día tienen muchos funcionarios priistas del gobierno del estado.
La penúltima edición de la feria de Tlaxcala que le toca organizar al gobierno de Marco Antonio Mena Rodríguez está resultando una decepción, porque si en esta ya están desatados para llevarse todo lo que puedan, imagínese el comportamiento rapiñero que alcanzarán el siguiente año cuando será la última, porque para el 2021 y para fortuna de los tlaxcaltecas ese importante evento ya quedará en manos de la próxima administración estatal.
En un intento por mitigar el malestar de los tlaxcaltecas, el cantante Rivera y las autoridades estatales adelantaron que el huamantleco será el responsable de inaugurar la remodelación del estadio Tlahuicole, cuya presentación no se sabe si será gratuita o tendrá un costo, así como también se desconoce la fecha del concierto que seguramente tratarán de empatar con el Tercer Informe de Gobierno de Mena Rodríguez.
Los 300 millones de pesos que se invirtieron en ese inmueble tuvo la intención inicial de contar con un estadio que reglamentariamente pudiera albergar los partidos del equipo Coyotes de la Primera A de la liga mexicana de Fútbol, pero como no se cumplió con el plazo establecido y ni los dueños de esa escuadra les interesó mantenerlo en esa división, ahora las sesudas autoridades estatales tienen la torpe intención de utilizarlo como un centro de espectáculos aunque eso implique dañar el pasto nuevo que se colocó en la cancha.
Destinar tal cantidad de recursos públicos para que el gobernador pueda admirar y disfrutar en primera fila un concierto de Carlos Rivera me parece un disparate y hasta una extraña obsesión, sobre todo porque dudo que el cantante, junto con sus músicos y bailarines realice su show sin cobrar un solo peso.
Resulta una incongruencia y un oportunismo barato la presentación de Rivera en el estadio Tlahuicole, cuando el gobierno de Mena pudo canalizar esos 300 millones a terminar la Plaza Bicentenario, cuyo inmueble se construyó para albergar ese tipo de espectáculos y no para que el Conacyt lo destine un día de estos para la operación de un Consorcio de Investigación y de Innovación en Tlaxcala.
Pareciera que este gobierno no ha concluido su proceso de aprendizaje ni porque ya entró a su ruta de salida.
Las ocurrencias son la constante y así es imposible dar resultados.
Es una lástima la indiferencia e impasibilidad del gobierno.
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