Morena decidió el camino de la lucha estéril, el de la violencia, el de la intolerancia, el de las transas y el de los cochupos, tal y como lo han seguido otros partidos políticos que recurren a esas circunstancias para mantener el poder y el control, situación que fue determinante para que los ciudadanos dejaran de apoyarlos.

El proceso interno de Morena, el partido que fundó el presidente Andrés Manuel López Obrador, fue un cagadero. Dos de las tres asambleas distritales convocadas para este fin de semana se suspendieron (Apizaco y Zacatelco) y la que se puedo realizar está muy lejos de ser un ejemplo de democracia y participación porque los 10 consejeros electos (5 hombres y 5 mujeres) apenas si en conjunto sumaron 1,199 votos de un padrón superior a los 15 mil militantes.

Como se había anticipado, esos consejeros están ligados al grupo de los senadores Joel Molina Ramírez y Ana Lilia Rivera Rivera que son manejados tras bambalinas por el ex gobernador y actual director del Canal Once, José Antonio Álvarez Lima, de ahí que si las otras dos asambleas se hubieran podido llevar a cabo el control de Morena en Tlaxcala estaría en manos de ese triunvirato.

La división y polarización en ese instituto político se agudizó y se hizo más evidente la lucha por el poder, porque no faltaron los señalamientos en contra de la “super delegada” del gobierno federal, Lorena Cuéllar Cisneros, quien fue culpada de reventar a través de sus operadores las asambleas del distrito 1 y 3, debido a que en ellas fueron vistos políticos plenamente identificados con su equipo.

Aunque Cuéllar Cisneros intentó desligarse de esos señalamientos y de las broncas registradas en el proceso interno de Morena, la percepción mediática es que sí intervino y que estuvo inmiscuida en todo momento, situación que es un error porque su proyecto de convertirse en candidata de ese partido a la gubernatura de Tlaxcala puede complicarse.

Lorena Cuéllar debe entender que ella tiene un alto nivel de posicionamiento y potencial de voto entre los tlaxcaltecas que hasta ahora ningún otro político tiene. Morena la necesita más a ella que ella al partido, de ahí que la actitud de algunos torpes operadores ligados a su grupo de hacerse presentes y buscar reflectores le perjudicó más que ayudarla.

En ese partido la lucha estéril por el poder ha sido la constante en sus asambleas. El comportamiento de los morenos es igual al de los priistas, panistas y perredistas. Todos tienen el mismo ADN e intolerancia, sino que le pregunten a Mario Delgado Carrillo coordinador de los diputados federales de Morena y aspirante a la dirigencia nacional de ese partido que simplemente no lo dejaron participar en el proceso, sólo porque no apareció en el amañado y depurado padrón.

Los grupos morenistas deberían visualizar que la verdadera lucha es el 2021, cuando los tlaxcaltecas acudirán a las urnas a elegir gobernador, diputados federales y locales, alcaldes y presidentes de comunidad. Sus diferencias y pleitos internos lo único que hace es darle oxígeno al resto de los partidos políticos que si bien ahora no tiene posibilidades de competir, en unos meses las circunstancias pueden cambiar.

Es una lástima que Morena se haya corrompido en tan solo cinco años que lleva de vida. Es evidente que ese partido no puede transitar sin el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador que seguramente está decepcionado de que su proyecto navegue en aguas de la violencia, la mentira, la corrupción y de las transas, porque su movimiento fue creado para impulsar un cambio y la transformación del país.

Después de lo que hemos visto quién podrá creer que Morena es un partido diferente.

Ese partido entró muy rápido al cagadero donde se situaron las otras fuerzas políticas. De inmediato procedió salpicar a todos de la suciedad que tanto renegaban y que ayer quedó demostrado que también les encanta estar embarrados.

Qué asco.