Dónde fueron a parar los millones de pesos del Seguro Popular, destinados a atender a casi doscientos niños con cáncer… ¡no me diga que a la campaña de Eruviel!

La responsabilidad que recae sobre cinco funcionarios del sector salud es tan grave que, requiere su inhabilitación para enfrentar el señalamiento de papás con hijos cuya vida se extingue como vela, sin nutrientes a través de sus venas, sin las sustancias vitales para contrarrestar el avance de células cancerígenas.

Uno se indigna cuando ve a Armando, un niño con leucemia que tiene semanas sin dormir porque su tratamiento se interrumpió. Regresaron mareos, vómitos y convulsiones. La fiebre es compañera constante y la tristeza se advierte en sus ojos entreabiertos, rodeados por una ojeras que presagian muerte.

Es ofensivo saber que un puñado de servidores públicos se dedicó a tirar los presupuestos asignados a la atención de cientos de pacientes en estas condiciones.

Supusieron que nadie se daría cuenta de su infamia. Creyeron haber encontrado una inagotable mina, porque entre más pedían, más dinero les enviaban.

Pero esos montos tenían un propósito. Y usarlos para comprar cosas diez veces más caras de su valor suena diabólico. Otro origen no puede tener. Mire que atentar contra la vida de seres indefensos, dependientes de tratamientos pagados por el Seguro Popular y, con fundadas esperanzas de vida, nadie lo puede justificar.

¿Qué destino tuvo ese dinero?

¿Acaso fue a parar a la campaña de Eruviel, en el estado de México, como ocurrió con dinero del Ayuntamiento de Tlaxcala?

Oiga, yo no meto las manos al fuego por la gente involucrada en este escándalo, incipiente y afanosamente acallado.

Pero en cuanto llegue a instancias superiores, algo gordo va a pasar en Tlaxcala.

Medrar con los tratamientos de niños enfermos no tiene nombre.

Más de 170 casos enfermos de cáncer, un número indeterminado de víctimas de insuficiencia renal, males cardíacos, en fin, todos ellos dentro de un programa que involucra a los gobiernos federal y estatal en una alianza plausible, pero falible.

El problema no es nuevo. Se remonta a los aciagos tiempos de Rodolfo Ortiz, como administrador del HIT y lejos de desaparecer resurge con nuevos estilos con Lilián Rivera Nava.

Tan malos los giros como los colorados.

Eso es otra versión del crimen organizado. Es un asesinato múltiple con premeditación y demasiada ventaja.

Si los enfermos graves pudiesen defenderse comenzarían por aporrear a esos criminales de traje y bata.

Es un frente más abierto en la actual versión de poder. Ahora en contra de las clases medias de Tlaxcala. Gente decidida a dar la vida por recuperar la salud de sus hijos.

Pero una voluntad superior cometió el error de ver a este hospital de tercer nivel la posibilidad de un centrito médico.

Papás en estas condiciones de apremio acusaron a cinco servidores públicos de acabar con los presupuestos del Seguro Popular para cada uno de los hoy enfermos indefensos.

La lista comienza con el secretario de Salud, Jesús Fragoso Bernal. Involucra a su asistente Hugo Montiel, y sigue con Karen Rojas Rodríguez, administradora del OPD Salud de Tlaxcala y, llega hasta Luis Enrique Vega Cubillas, enlace entre hospitales.

Ahí está la tranza.

Pero no cualquiera. Es de dimensiones escandalosas.

Los papás, no piden mucho. Nada más que el presupuesto asignado a cada uno de los pequeños enfermos sea aplicado correctamente.

No se trata de una lucha política. Que si el gobernador es bueno o malo… que si el PRI gobierna bien o mal.

Hay señalamientos concretos. Compras ficticias. Farmacias beneficiadas, con dueño.

Es una chamba grande para la Función Pública. Y créame que ha de llagar la Auditoría Superior de la Federación, pues se trata del Seguro Popular.

Panistas y priístas metidos hasta las manitas en esta pachanga. Y la salud de cientos se extingue.

El presidente Calderón lidia una guerra contra el crimen organizado.

Y esto, dígame, ¿qué es?