Hay así de ejemplos de gobernadores priístas que paradógicamente hicieron de la oposición su principal defensa. Pero en Tlaxcala, donde revivió la creencia unipartidista, pese a la férrea oposición, ni liderazgo, ni negociación, sino enfrentamiento.

Resultado de los dos procesos de renovación en las dirigencias de los partidos de la Revolución Democrática (PRD) y Acción Nacional (PAN) llegaron personajes que tendrían la consigna de la verticalidad en su relación con el Ejecutivo de Tlaxcala.

En el PAN, el diputado federal Sergio González Hernández, aunque con formas diplomáticas, no deja de representar al “aiga sido”, con los resentimientos más profundos de Adriana Dávila Fernández, en contra de quien está seguro le robó la elección a gobernador.

El gobernador, Mariano González Zarur, incapaz de mover un dedo, por lo menos para estar enterado de los movimientos internos de los partidos políticos, sostiene la obsoleta creencia del unipartidismo, como quien dice de la locomotora tricolor, eficiente en otros tiempos, pero vulnerable a partir de 1998, cuando los votantes tlaxcaltecas sorprendieron a todos haciendo a un lado al otrora invencible partidazo.

Lejos de la conciliación, manchis no ha dejado de lanzar dardos venenosos a los delegados federales pese a saber que son las piezas de ajedrez de la seño Adri, y por añadidura consabidos panistas de escasa materia gris (hay que ver a Semarnat y Profepa) pero con una burocracia patológica (Sedesol).

Cuando hemos señalado el acotamiento voluntario (y también involuntario) del marianismo, nos referimos precisamente a las enormes rocas en el camino, colocadas por personajes lo mismo heridos por los resultados de julio del año pasado, que acostumbrados a otros arrebatos, los de su jefe el Presidente, a través de la reina seño de los desplantes.

Salvo los abrazos lascivos de Héctor Martínez (por cierto, antimarianista de hueso colorado) a las diputadas panistas, el tricolor carece de algún mecanismo de comunicación con el partido de Calderón.

Cierto, a ese instituto político le fue ofrecida la Secretaría de la Función Pública, pero el odio hacia manchis, llevó a Adri, a operar para rechazar la oferta (desde entonces despacha en esa oficina el burócrata más cachondo del PRI, sí hombre el de los besotes antes de las conferencias de prensa).

En el PRD las cosas no son mejores. Tras conformar la improductiva alianza PAN-PRD, esa que llevó a Minerva Hernández Ramos, al fracaso electoral, surgió una relación de afecto con la seño Adri, que acabó por empanizar a la dinámica senadora que llegó pintada de amarillo al Caballito, pero ya ve cómo son las circunstancias, se hizo panista.

Pero en una cosa coincidieron perredistas y panistas: manchis es el objetivo, primero porque no les dispara ni una cocacola y segundo, por el particular estilo de mandar a sombrerazos y repartiendo zapes.

Así que los dirigentes estatales de PRD y PAN, a quienes se puede entender un poco si se les ve como las extensiones de los odios de Minerva Hernández (quien todavía manda en el PRD) y Adriana Dávila (la mera mera del PAN) llegamos a la conclusión de que Mariano, con todo y el culto a sí mismo, no se parece ni tantito a priístas capaces de tener comiendo de su mano a dirigentes y hasta legisladores de oposición, al grado –como en el caso del güero Soto en Hidalgo- que la oposición amaba más al gobernador que su mismo partido político, el PRI.

¿Cómo pedir a manchis un poco de cordura con la oposición, si su frase de batalla es tirar a todo lo que se mueva?

Vamos, hasta los priístas y los mismos colaboradores suyos, han de cuidar su boca (y también su nuca, por aquello de los zapes traicioneros) de un jefe solito, de cuya fuerza nadie duda, pero ante tantos enemigos, se hace chiquito, inerme y carente de la mínima estrategia.

Su relación con la oposición lo confirma. Su relación con el presidente de la Junta de Coordinación y Conciliación Política del Congreso, lo agrava.

Cochinadas de muelas contra los medios

Carente de alguna estrategia de comunicación (para variar) el vocero del gobernador Mariano González Zarur –conocido como muelas en el mundo de las bajas pasiones- hace mini voceros a los reporteros, como para matar a dos pájaros de un solo tiro.

Los cohecha y al mismo tiempo los explota. Con casos tan graves de elementos que desempeñan dichos cargos sin recibir un peso a cambio de su esfuerzo.

El estado que pretende ser campeón en transparencia, atenta contra sí, disponiendo de partidas a voluntad de Muelas, que en el colmo de las cochinadas no llegan a quienes han devengado esos trabajos.

Me recuerdan a Sergio Enrique Díaz, quien fue corrido de su trabajo en tiempos de José Antonio Álvarez Lima, cuando jugó con las dos cartas, como hoy lo ha puesto de moda el señor Raymundo Vega, (a) el Muelas.