Los odios entre políticos no tienen porqué afectar el desempeño de las familias tlaxcaltecas. El gobierno de Mariano se tiene que deslindar del atentado contra la finca de Ortiz, y dar con el responsable; de lo contrario, viviremos en la jungla de la ilegalidad.
El pasado miércoles ardió el rancho del ex gobernador Héctor Ortiz en Tlaxco, un hecho espantoso, precedido por datos filtrados a través de los cuales es indignante enterarse que Rodolfo Ortiz, adquirió por diez mil pesos ese enorme predio, y su hermano el ex gobernador lo conservaría, por 100 mil.
Y surge un mar de posibilidades en esta despreciable circunstancia, retrógrada cuando un piromaníaco ha aprovechado el anonimato arropado en la ira popular para cobrar, como no lo han hecho las autoridades, el apoderamiento de una vasta extensión en cuyo interior se halla una zona arqueológica, la de los Laberintos.
Conste que semanas antes, el gobernador Mariano González, había expresado su desgano sobre el tema, argumentando su desinterés por subir al ring para pelear contra el ex mandatario Ortiz.
Lo acontecido hace seis días en la enorme finca dibuja un escenario violento, de terror, del que el gobierno de Mariano González, debe deslindarse de inmediato.
1.- Tras la satanización de Ortiz –en la que el fondo está relacionado con próximos compromisos en las urnas- “alguien” decidió hacer justicia por su propia mano ante la pasividad de autoridades estatales y federales, incapaces de nulificar la transacción de compraventa de los Laberintos y los cientos de hectáreas.
2.- Considerando que es un particular quien encabeza la lucha contra Héctor Ortiz, en el asunto de los Laberintos, los numerosos enemigos del panista, cobraron venganza destruyendo un patrimonio del que existen evidencias de ser mal habido. Aprovecharon la vulnerabilidad de dicho particular, quien sería ahora uno de los principales sospechosos de haber provocado el fuego que acabó con buena parte de lo que sería el hotel donde Ortiz –dicho por él- comenzaría su retiro de la política.
3.- El peor de los escenarios dibujaría a un gobierno vengativo, armado con verdaderos terroristas, capaces de provocar incendios como el que nos ocupa. Si así fuese, dígame qué distancia media con secuestros, homicidios, robos y otra suerte de delitos, inducidos, deliberados, como parte de una larga lista de venganzas personales de alguien con una interpretación bizarra del poder.
La administración de González Zarur, como lo decíamos líneas arriba, tiene que deslindarse de inmediato de ese incendio. Aún más. Tiene la obligación de esclarecer el hecho y meter a la cárcel al responsable, pues corre el riesgo de hacer un mártir al ex mandatario, quien no perderá la oportunidad para sugerirlo así, como una campaña que responda a la satanización iniciada desde la principal oficina del palacio de gobierno.
Y la investigación sobre el deleznable incendio es vital para el marianismo, pues quién garantizaría que el atentado no obedece a un plan con maña diseñado por el propio Ortiz, quien de esa manera conseguiría atraer a buena parte de la opinión pública, jugando un rol de víctima ante un gobierno vengativo, intolerante, y por consecuencia, al margen de la ley.
No vivimos en la selva. Ahora resulta que el patrimonio de cualquiera puede estar en la mira de un piromaníaco. Aún peor, en la mira de bandas organizadas que, comiencen con la destrucción de propiedades, y sigan con atentados a la integridad de las personas.
Tomemos en cuenta la amañada perfección legal, a través de la cual fue adquirido dicho bien por el ex mandatario.
Llevemos ese mismo ejemplo a otras dimensiones, como la Plaza del Bicentenario.
Imagine usted a alguien queriendo quedar bien con el señor gobernador de los odios incontrolables contra su antecesor.
Imagine un acto masivo con la presencia universitaria y, con las pésimas intenciones de algún sujeto o, grupo de sujetos con padecimientos patológicos, semejantes a los de un piromaníaco.
¿Recuerda aquella noche de 15 de septiembre en Morelia, cuando el gobernador Michoacán lanzaba vivas a los héroes que nos dieron patria?
“Alguien” con la inconsciencia que hoy veo en el fuego provocado a una finca, atentó contra la vida de decenas de personas inocentes, reunidas en torno de una celebración que reúne a miles.
El amo y sus odios incontenidos, derivan en este tipo de crisis. Ni el cinismo de quienes activaron la legalidad a su conveniencia justifica sacrificar la paz de un estado que no merece ser receptáculo de maldiciones entre políticos, de paso, cuyos odios entre ellos no tiene porqué afectarnos a quienes aquí vivimos y aquí nos hemos de morir.
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