Un tremendo desencanto sienten los profesionistas de alto nivel, los incorruptibles, los que suman éxito tras éxito en su haber… creyeron en el proyecto del mutismo arbitrario y hoy, sufren una injustificada pobreza.
Los buenos funcionarios se cotizan altos. Y un gobierno con los mejores funcionarios no debería escatimar en dar sueldos decorosos a sus componentes, sobre todo cuando les exige altos resultados.
Así que los buenos estrategas, con experiencia probada y preparación sobresaliente, pues son bienvenidos a este estado con tantas necesidades como el nuestro. De su desempeño depende una excelente administración y, el conocimiento en tanto factor infalible para sortear problemas, superarlos y eventualmente sacar provecho de ellos.
Todo en un contexto de progreso para el Estado.
El marianismo generó una elevada expectativa con picaporte a la transparencia.
Quedaba implícito el compromiso de retribuir generosamente a quienes contribuyesen al logro de ese nuevo estadio.
El primer lapso de incongruencia con propósito original, fueron los seis meses tirados a la basura, a partir de aquél histórico cuatro de julio, cuando en las urnas Mariano González Zarur, no tuvo frente a sí a un rival de peso.
Marianistas y simpatizantes vieron en ese triunfo el resurgimiento del PRI, con doce años inactivo pero actualizado en su médula.
Así, la transparencia estaba garantizada, como también lo estaba el bienestar de una burocracia cuyo progreso aseguraba una conducción decente y honesta, dado el cochinero encontrado tras el paso de los panistas.
Así pensaban cientos de talentosos profesionistas, decididos a inscribir su nombre en el mármol del marianismo, legítimo y merecido prócer, llegado a Tlaxcala en condiciones apremiantes, les dictaba su conciencia.
Entonces sobrevino aquél lapso de un semestre de ocultismo.
Pero la llama como aseguramiento del progreso no se extinguía.
Claro, otros eran los planes de quien originó este movimiento, de quien generó estas expectativas, de quien entonó La cama de piedra, en cuanto se aseguró de haber comprometido a los cientos que, pese a desplantes y humillaciones, siguen creyendo en el proyecto marianista.
Se llegó la hora de asir el timón. Y sobrevinieron nombramientos sorprendentes. Quienes aguardaban, disciplinados y preparados, el llamado que nunca les hicieron, comenzaron a dibujar un desencanto, inmerecido porque mucho tiempo habían dedicado al proyecto. Mucho dinero y sacrificios le habían dado.
Lo peor vino en la primera quincena.
Pocos fueron los que cobraron. Y las cantidades percibidas nada tenían que ver con sus anteriores empleos.
Comenzaron a aparecer las cantidades percibidas. Por ejemplo, la titular de la Procuraduría de Justicia, Alicia Fragoso Sánchez, no supera los 41 mil pesos mensuales. Digamos que este es un parámetro arbitrario, debido al cual nadie puede protestar.
¿Y por esa cantidad va a arriesgar su vida y la de los suyos?
¿Qué opinarán los miembros del crimen organizado cuando se enteren que por una inexplicable voluntad, los integrantes del gobierno se empobrecieron?
Yo creo que con la mano en la cintura podrán hacer mejores ofertas.
Pero aceptarlas sería fallar a la lealtad hacia el singular mandatario.
Mas esa lealtad tiene un límite, por cierto, originado por el arbitrario empobrecimiento, no sé si para emplear a más, no sé si para demostrar que hasta los buenos estrategas pueden comer en la fondita de la esquina para alcanzar la otra quincena o, si han de seguir el ejemplo del algunos ricos, cuya morralla no baja de su añoso bolsillo, porque generalmente es invitado por las pobres familias que no dejan de sobresaltarse por su miseria.
Un aparato de gobierno que no cobra, o que lo hace en forma escasa, es paso ineludible a la corrupción.
Y la oferta original tenía que ver con la transparencia.
Oiga, qué incongruencia.
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