El libro de Víctor Reynoso es sin duda el mejor texto que he leído sobre la historia política reciente de Puebla, a partir de las transformaciones que ha vivido en las últimas décadas su sistema electoral y su sistema de partidos, más allá de gobernantes y estilos de gobernar.
Prologado por el que fuera el primer presidente del Instituto Federal Electoral ciudadanizado, José Woldenberg, la obra editada por la Universidad de las Américas Puebla está divida en dos partes. En la primera el autor hace una acuciosa e interesante reflexión sobre la democracia y cómo su concepción original como poder o gobierno del pueblo poco tiene con la idea que hoy tenemos de ella por la fragilidad y las amenazas que acechan: el clientelismo, el autoritarismo, el populismo y el transfuguismo ideológico y partidista de quienes acceden al poder.
Asimismo, hace una revisión histórica y conceptual de lo que han sido nuestros sistemas electoral y sistemas de partidos de 1917 a 2024, a partir de analizar distintas variantes, como los resultados de cada elección presidencial y de gobernador, las reformas electorales, los partidos participantes y la composición de las cámaras legislativas en el Congreso de la Unión y el Congreso del estado.
Una de las mayores aportaciones del doctor en Ciencia Social por el Colegio de México en su nuevo libro es la periodización en ocho etapas que hace sobre los tres sistemas de partidos que han existido en México (hegemónico, multipartidista y predominante) y los tres sistemas electorales (uninominal, de diputados de partido y mixto), y la duración de cada uno de ellos de 1917 a la fecha.
La primera parte cierra con un caso paradójico, donde la alternancia en el gobierno de Puebla con el primer gobernador de oposición, Rafael Moreno Valle, no se tradujo en un gobierno democrático, liberal, respetuoso de la libertad de expresión y la división de poderes, sino en un ejemplo de democracia delegativa, esa que sólo funciona para elegir autoridades en elecciones competitivas o para provocar la salida de un partido o grupo político, pero donde los nuevos gobernantes se rehúsan a rendir cuentas o lo hacen de manera muy limitada, ejerciendo el poder con muy pocos balances y contrapesos de los otros poderes y órganos constitucionalmente autónomos.
Víctor Reynoso caracteriza este tipo de regímenes, propios de la tercera ola de democratización en México, como autoritarismos subnacionales resultado de procesos democráticos deficitarios.
En Puebla el autor los ubica entre 2011 y 2018, en las gestiones de Moreno Valle y José Antonio Gali Fayad, pero creo que podría extenderse al desgobierno de Luis Miguel Barbosa Huerta, fallecido el 13 de diciembre de 2022, citando su propia caracterización de lo que son las democracias delegativas: “el gobernador es electo en elecciones con competencia, pero una vez electo ejerce el poder con muy pocos balances y contrapesos. La rendición de cuentas vertical y horizontal es muy limitada. Lo que da lugar a democracias deficitarias, con Gobiernos ineficientes, altos índices de corrupción, problemas públicos sin resolver, obra pública limitada o innecesaria”.
La segunda parte de Algo sobre el cambio político en Puebla se centra en analizar las últimas cuatro elecciones de gobernador, las de 2010 que inauguró la alternancia, la de 2016 y 2018, donde gobernador sí puso gobernador y gobernadora, y la extraordinaria de 2019 que encumbró a Barbosa y a Morena al frente del Poder Ejecutivo estatal, y en evaluar el fenómeno de las candidaturas independientes.
Para el profesor e investigador de la UDLAP, los comicios para gobernador de Puebla, desde el fin del porfiriato hasta la fecha, pueden dividirse en cuatro etapas: anarquía de 1911 a 1933; sistema hegemónico de 1933 a 1998; democracia electoral bipartidista de 1998 a 2018; y la irrupción de Morena de 2018 a la fecha.
Figura central de este apartado es Moreno Valle primero en el PRI y luego en el PAN, en su actuación para lograr en Puebla la primera alternancia en el proceso de transición política en julio de 2010, sumando al PAN, PRD, Nueva Alianza y Convergencia; en cómo construyó un autoritarismo subnacional, con la complicidad y tolerancia del presidente priista Enrique Peña Nieto, y en cómo enfrentó el tsunami de Morena y Andrés Manuel López Obrador en 2018, logrando el reconocimiento de su esposa Martha Erika Alonso como gobernadora en una elección muy cuestionada que terminó resolviéndose en el Tribunal Electoral de la Federación.
Muy revelador resulta el capítulo 9 “Dos elecciones extraordinarias, dos elecciones espejo: 2018 y 2019” donde se ponen de manifiesto extraños comportamientos de los votantes que hacen sospechar un fraude electoral o la manipulación de los resultados electorales.
Cito textualmente “… la elección de 2018 tuvo algo de extraordinaria, aunque no en el mismo sentido de que la de 2019. Fue la primera ocasión en que coincidieron en el estado las elecciones federales y locales… Fue extraordinaria también porque desestructuró, no sabemos si de manera definitiva, el sistema de partidos que con paciencia se había construido en Puebla a lo largo de lustros”.
Algo que no dice el autor, pero creo que compartiría conmigo, es que en los años donde candidatos abanderados por el PAN se convirtieron en gobernadores de Puebla este partido jamás gobernó, ni sus principios ideológicos o doctrinarios, ni su programa de acción se transformaron en políticas públicas y acciones de gobierno.
Lo mismo que ha sucedido con los gobernadores emanados de Morena, Miguel Barbosa en las elecciones extraordinarias del 2 de junio de 2019, y Sergio Salomón Céspedes, el 15 diciembre de 2022, cuando el Congreso local lo nombró gobernador sustituto.
En las elecciones de 2018, con la ola obradorista, Morena y sus aliados ganaron las elecciones de presidente de la República, de senadores, la mayoría de los diputados federales y locales, y los municipios más importantes de la entidad, pero no la gubernatura.
López Obrador obtuvo en Puebla 1 millón 754 mil sufragios, los senadores 1 millón 440 mil, los diputados federales 1 millón 380 mil, y Martha Erika Alonso 1 millón 153 mil. Un interesante caso de voto diferenciado, que en esa elección concurrente favoreció a la esposa de Morena Valle.
Otra rareza electoral ocurrió en la elección extraordinaria de 2019 de Puebla. Itzel Jiménez Ríos la caracterizó como “elección espejo”, comparada con la del anterior, pero al revés.
Mientras en 2018 Morena ganó las principales ciudades (Puebla capital, Tehuacán, San Martín Texmelucan, las cholulas y Atlixco) y aflojó en las zonas rurales, un año después pasó lo contrario. El candidato del PAN, Movimiento Ciudadano y el PRD, Enrique Cárdenas, aventajó a Miguel Barbosa en la zona metropolitana de Puebla, pero fue barrido en las zonas rurales más pobres.
Otro dato contrastante fue la participación electoral. En la elección de 2018 votó el 67% de los inscritos en la lista nominal, y en las de 2019 sólo el 33%.
De cara a los próximos comicios del 2 de junio, varias son las interrogantes que nos asaltan después de la lectura del libro de Víctor Reynoso: ¿Alcanzará Alejandro Armenta de Morena los 2 millones de votos que ofreció cuando lo nominaron candidato a la gubernatura? ¿Habrá voto diferenciado como en las últimas elecciones? ¿Quién sacará más sufragios Armenta o Claudia Sheinbaum que ha venido insistiendo en el voto parejo, es decir de 6 de 6 para Morena? ¿Qué porcentaje de la votación de Morena y sus candidatos provendrá del voto clientelar de las personas favorecidas con programas sociales? ¿El voto de opinión que logren captar Xóchitl Gálvez, Eduardo Rivera y demás candidatos del bloque opositor se extenderá a los abanderados al Congreso de la Unión y el Congreso local para impedir que Morena y aliados se hagan de la mayoría calificada?
¿Cuáles serán las consecuencias de los cómputos del 2 de junio sobre el sistema electoral y el sistema de partidos? ¿De verdad Morena terminaría con el sistema electoral mixto, las minorías se quedarían sin representación parlamentaria?
¿Qué pasará en Puebla si Claudia Sheinbaum gana la presidencia y Alejandro Armenta la gubernatura? ¿Desaparecería el modelo de autoritarismo local o subnacional? ¿Los ciudadanos que vivimos en el estado vamos a conformarnos con la democracia delegativa o encontraremos alguna forma de que el futuro gobernador ejerza el poder respetando la división e independencia del Legislativo y el Judicial y los órganos constitucionalmente autónomos, y de que rinda cuentas y transparente sus gastos?
Conste que son preguntas.
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