LA CORTE DE LOS MILAGROS

El mensaje de Barbosa al Poder Central

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Más allá del número de participantes y la forma en que se organizó y operó la marcha de este domingo en apoyo del presidente Andrés Manuel López Obrador y la Cuarta Transformación, el objetivo del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta se cumplió: mandar a la Federación y a la cúpula nacional de Morena el mensaje de que el único grupo con músculo político y capacidad de movilización es el suyo.

Es un mensaje con dedicatoria electoral de cara al proceso del 2024 y a su propia sucesión gubernamental, en la que está metido de lleno con un claro propósito: cuidarse las espaldas, ser tomado en cuenta en la nominación de candidatos locales y federales, por lo menos con el derecho de veto, y asegurar que el que lo reemplace no se convierta en su verdugo.

Esto último explica por qué el gobernador Barbosa permitió que el senador Alejandro Armenta Mier participara sin protagonismos y sin robarle reflectores; por qué su rechazo al coordinador de los diputados federales de Morena, Ignacio Mier Velazco; y por qué él mismo tiene sus propias fichas a sucederlo en el cargo aun a sabiendas de las pocas posibilidades que tienen de convertirse en el abanderado o abanderada de Morena en el 2024.

Las muestras de fuerza que el Ejecutivo estatal ha dado, echando mano de las estructuras de gobierno y los presidentes municipales de todos los partidos, incluidos los del PAN y PRI, para movilizar gente en apoyo de las aspiraciones presidenciales de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, del presidente López Obrador y la 4T, y de él mismo y sus aspirantes a sucederlo, seguramente no han pasado inadvertidas a nivel central.

¿Qué busca Barbosa con la marcha en Puebla?

Desde mi perspectiva dos cosas: Evitar que el candidato de Morena a sustituirlo sea el diputado federal Ignacio Mier, y blindarse después de que concluya su gestión, con gente plenamente identificada con él dentro del Poder Judicial —en la Sala Constitucional y el Tribunal de Justicia Administrativa—; en la Auditoría Superior del Estado y en el Congreso local, para alejar cualquier posibilidad de que los carniceros de hoy se conviertan en las reses del mañana.

Con acarreo, pero el grupo político del gobernador vuelve a mostrar músculo

Que la marcha de este domingo en apoyo de la Cuarta Transformación, el presidente López Obrador y el gobernador Miguel Barbosa fue una de las más numerosas de los últimos años, no hay duda. Que hubo acarreo y estructuras gubernamentales que la apoyaron con transporte público, dádivas y otros incentivos, también.

El número de los asistentes, según los organizadores, fluctuó entre 80 mil y 100 mil, de las cuales un 20 o 25% fueron de la capital y sus juntas auxiliares, y el resto de los municipios del interior del estado.

La marcha comenzó a las 11:20 y a las 13:45 todavía seguían pasando contingentes frente al templete que se instaló sobre la 3 Oriente entre la plancha de zócalo y la catedral.

A la concentración se sumó el senador Alejandro Armenta Mier, al tiempo de asegurar que lo hizo porque el gobernador es el líder político más importante del estado. Sin embargo éste no tuvo un rol protagónico: marchó, fue invitado a subir al templete y se fue cuando el gobernador Barbosa se retiró después de dar su mensaje.

Las inmediaciones del Paseo Bravo y varias calles hacia el Oriente y Poniente del Centro Histórico se convirtieron desde las 8 de la mañana hasta las 15 horas en una monumental central de autobuses, microbuses, camionetas van y combis de transporte público que transportaron desde diferentes regiones y municipios del estado a los miles de asistentes, que no mostraron el ánimo festivo que tuvo la marcha del domingo pasado en la Ciudad de México en apoyo del presidente López Obrador.

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Aunque los organizadores e impulsores de la marcha señalaron que ésta exhibió el apoyo del pueblo a los gobiernos emanados de la 4T, la verdad es que el ánimo de los participantes no lo reflejó. No se vieron, como ocurrió en la marcha del domingo pasado en la capital del país, expresiones festivas o de júbilo genuino, lo que confirmaría que muchos fueron obligados o presionados.

La manifestación tampoco fue un aval del desempeño del gobernador, o de su forma y estilo personal de gobernar, ni un visto bueno de que en su administración se conduce con sentido humano, honradez, justicia y combatiendo la corrupción.

Eso es lo que los únicos oradores en el templete del zócalo, donde concluyó la marcha, quisieron interpretar, pero no lo que reflejaron las miles de personas que desfilaron por la Avenida Reforma y que tuvieron que hacerlo más por compromiso que por convicción.

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