Gabriela Quintana Ayala
En el mundo 232 millones de migrantes viven fuera de su país de origen. Las guerras y las condiciones precarias de vida, derivadas de conflictos políticos y/o sociales son, en su mayoría, los principales factores de migración. En Latinoamérica la situación no es más positiva: 400,000 centroamericanos indocumentados viajaron ilegalmente a México entre octubre de 2017 y septiembre de 2018, y una cantidad similar fue capturada por la Patrulla Fronteriza estadounidense al intentar internarse a su país. Un millón de mexicanos anualmente cruzan la frontera con Estados Unidos, y desde 1998 han fallecido más de 6,000 personas intentando conseguir el sueño americano. Entre enero y noviembre de 2018 (las últimas cifras oficiales disponibles), México detuvo a 132,000 inmigrantes indocumentados con vistas a deportarlos.
Según investigaciones publicadas de Gloria Marroni (Migrantes mexicanas en los escenarios familiares de las comunidades de origen: amor, desamor y dolor. Estudios sociológicos, El Colegio de México, 2016 y Migrantes mexicanas en los escenarios familiares de las comunidades de origen, 2006), hay cuatro elementos preponderantes para el desplazamiento de los mexicanos al extranjero; uno de ellos es la socialización de las personas dentro de una cultura migratoria que se ha traducido en información específica de cómo pueden llegar a otro destino y crear un nuevo proyecto de vida; la reproducción del proceso de desplazamiento, es decir, retornar al lugar de origen y volver al lugar de inmigración; la existencia de regiones de origen y destino definidas, y las redes que se forman para vincular ambas. La migración ilegal de personas en Latinoamérica motivó un negocio rentable desde el siglo pasado, cuando se formaron grupos de gente (“polleros”) que se organizaron para cobrar dinero a cambio de un acceso seguro e infalible del cruce de la frontera a Estados Unidos, mismo que sigue vigente al día de hoy.
Marroni alude en su investigación a una zona geográfica específica de donde salen migrantes, la localidad de Atlixco en el estado de Puebla. Cabe mencionar que, según las estadísticas del Inegi, Puebla es uno de los estados del país con mayor salida de personas hacia Estados Unidos, y prueba de ello es la oficina del migrante en el estado de Nueva York, así como el barrio llamado PueblaYork. Esta comunidad poblana en Nueva York reivindicó el proceso de adaptación: no sólo abandonaron todo para buscar una mejor vida, también se llevaron, en su esencia de ser, una mexicanidad difícil de ocultar.
En innumerables ocasiones, no sólo en el cine internacional, se ha mostrado a Nueva York como la ciudad de los migrantes del mundo. La migración representa la sexta parte de los habitantes de Puebla, 6.2 millones de personas. Es decir, que más de un millón de poblanos vive en Estados Unidos, y la mayoría en los barrios de Nueva York. De una población de casi 57 millones de latinos en la Unión Americana, más de 63% es de origen mexicano. Por otro lado, casi la mitad de los latinos nacidos ahí tiene menos de 18 años, según datos recogidos por el Centro Pew (2019).
Las problemáticas de la migración en México, no sólo se trata de las caravanas que llegan desde Centroamérica, sino también la de nuestros conciudadanos que corren grandes riesgos, de los cuales los más vulnerables son los niños y las mujeres. Muchos de ellos no llegan a la frontera norte y son víctimas de trata de blancas, secuestro infantil para venta de órganos y del narcotráfico. Otros mueren a manos de las mismas redes de grupos polleros o ahogados en el río, o por último acaban siendo deportados.
Es un tema muy complejo con soluciones que no han sido ni suficientes ni mucho menos eficientes. El país receptor de migrantes también se ve afectado por exceso de personas que lamentablemente no siempre logran integrarse al estilo de vida y condiciones de convivencia legal y social.
La migración, cuando es controlada, favorece la economía porque las personas se integran al campo laboral de manera productiva y satisfactoria, tanto para la empresa como para el migrante. Es esencial que los jefes de Estado generen una agenda única. UNASUR, por ejemplo, debate temas y nunca se llega a una decisión.
Es costumbre que en foros políticos se generen alternativas a la ilegalidad de estas personas o a la solución en aquellas que carecen de cualquier documento, incluso de identidad, y por lo general estas estrategias de solución se reducen a buenas intenciones y a ocupar los titulares de los periódicos. Muchas asociaciones de ayuda al migrante comentan que es necesario que no se queden en una reunión de tres días que luego se olvida.
En el caso de la situación del refugiado, éste carece de protección nacional en el ámbito jurídico y es necesario llenar este vacío con reglamentaciones y normativas internacionales que garanticen que sus documentos sean revisados, tanto si es refugio o asilo.
Una de las alternativas a la migración ilegal se ha establecido en la Declaración de Cartagena y el acta de la Conferencia Internacional sobre Refugiados Centroamericanos. A pesar de todas estas iniciativas, no se ha logrado un avance significativo. La conclusión y la ratificación de convenios internacionales y la asistencia a los gobiernos para mejorar la situación de los refugiados son clave para enfrentar este problema.
Me parece que se debería apoyar a las personas desde su ciudad de origen con la extrapolación de empresas a esos lugares marginados para crear nuevas fuentes de empleo y presionar a los jefes de Estado en generar políticas sociales y económicas que reduzcan el exilio.
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