Gabriela Quintana Ayala
Los asesinatos de mujeres en México habían sido identificados con las regiones donde había mayor marginación, pobreza y migración de personas, como es el caso de Ciudad Juárez, Reynosa y toda la zona fronteriza, tanto al sur del país como en el norte. Este hecho, conocido y tipificado como feminicidio, se ha tratado en diversos medios, prensa, televisión, desde 1993 y posteriormente en Señorita extraviada, documental de Lourdes Portillo (2001) y en el cine con Bordertown, del director Gregory Nava (2006); también en teatro y series televisivas.
Al paso del tiempo han quedado al descubierto algunas de las principales motivaciones detrás de los cuerpos de mujeres, encontradas continuamente violadas. No, no se trataba sólo de machismo, como algunas voces feministas clamaron desde varias trincheras; tampoco era violencia doméstica o crimen pasional. Las muertas de Juárez, como se conocieron a estos crímenes, saltaron al plano internacional cuando se contabilizaron más de 150 casos, a partir de las similitudes en los asesinatos. Se encontraron los restos de mujeres con signos de tortura, mutilación, quemaduras y abuso sexual, siendo la primera de ellas Alma Chavira Farel, cuyo cadáver fue encontrado en enero de 1993. Cuando se pensaba que el gobierno podría hallar una solución atendiendo a todas las denuncias, se ha visto que lo han sobrepasado y entonces ha ignorado gran parte del fenómeno. No obstante, varios mecanismos se pusieron en marcha para luchar contra la inseguridad en la que vivían miles de mujeres que, dejando sus viviendas en zonas rurales, tanto del estado de Chihuahua como de los estados circundantes, llegaban a Ciudad Juárez para trabajar en las maquiladoras y salir de la pobreza. Algunos de ellos consistieron en la creación de asociaciones civiles y acciones por parte de activistas como el Colegio de la Frontera Norte, el Programa de Monitoreo e Investigación de la Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez, la página web www.ellastienennombre.org, una Cartografía Digital de Feminicidios a cargo de M. A. Ivonne Ramírez Ramírez, entre otros.
Se ha escrito mucho sobre este tema y sobre el móvil de los asesinatos, que en muchos casos responden a pruebas machistas de iniciación ligadas a los cárteles de droga, tomando en cuenta la cercanía de Ciudad Juárez con el llamado Triángulo Dorado. Éste comprende la zona de Durango, Sinaloa y Chihuahua, en donde se han encontrado laboratorios de producción de droga sintética que se hacía cruzar por la frontera hacia Estados Unidos. El narcotráfico utilizó a mujeres en su práctica de selección de miembros capaces de convertirse en sicarios para ingresarlos en sus filas, cuyos capos lideran la frontera norte y también lo hizo el crimen organizado, el cual incluye trata de personas y pornografía. Hasta el momento el sistema de justicia en Chihuahua no ha resuelto los homicidios ni enjuiciado a los responsables de manera satisfactoria. La estadística en Ciudad Juárez revela un número mayor a 449 homicidios en lo que va de este 2019, con al menos 16 feminicidios, según reportes de la Mesa de Seguridad y Justicia de Chihuahua y la Fiscalía General del Estado.
Se cuenta con registros que indican que el nivel de homicidios en esa región ha superado el ranking de las ciudades más peligrosas de Estados Unidos, como Nueva Orleans, St. Louis y Detroit. Quizá en gran parte el problema se debe a la migración latinoamericana. La situación, lejos de mejorar con el activismo local, nacional y gubernamental ha empeorado, matizándose en otro tipo de crimen, ahora por misoginia y replicándose en otros estados de la república, como es el caso de Puebla y Veracruz. Este último estado ha tomado el primer lugar a nivel nacional, de enero a abril, con 67 mujeres asesinadas en toda la entidad.
Según datos del Inegi, en 2015 Puebla ocupó el quinto lugar a nivel nacional en número de habitantes, de los cuales 3,225,206 son mujeres. En el consciente colectivo de la ciudad, ésta estaba catalogada como una zona neutra en medio de esa imparable disputa de puntos de venta de cárteles y del narcomenudeo; sin embargo, desde el asesinato de Brenda Tratelpa Mora, una joven de 20 años de edad, encontrada el 5 de enero de 2016, sale a la luz una serie de agresiones no domésticas que han culminado en el homicidio de varias mujeres en la Angelópolis. Los asesinatos cometidos en el estado en su mayoría fueron dictaminados como crímenes pasionales y homicidios dolosos. Aun cuando no se han podido ligar fehacientemente a los cárteles que operan en el estado, ya que no hay similitud en la totalidad de los casos, se han hecho avances en una correcta tipificación del delito, si no todo se quedará en política y publicidad gubernamental.
Ahora bien, no es el mayor logro que se pueda clasificar como feminicidio la muerte de las mencionadas, bien podrían ser homicidios con agravantes o, mejor aún, que no se privara de la vida a ninguna mujer.
A partir del asesinato de Brenda, la violencia contra las mujeres ha ido en aumento con el encuentro de cadáveres de féminas como Paulina Camargo, Mara Fernanda Castilla Miranda, Patricia Mora Herrera, entre otras, en una ciudad del centro del país asociada a la cultura, eje neural de artistas, intelectuales y educación superior.
Desde 2016 organizaciones civiles y organismos públicos autónomos solicitaron al gobierno encabezado por el expresidente Enrique Peña Nieto la declaración de alerta de violencia de género contra las mujeres en el estado de Puebla. El Observatorio de Violencia Social y de Género de la Universidad Iberoamericana documentó de 2010 a septiembre de 2017, 457 feminicidios en Puebla; pero no es hasta el 10 de abril de este año que la Secretaría de Gobernación la emite para 50 de sus 217 municipios, a través de la Comisión para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim). En virtud de este avance se pretende establecer medidas de prevención, seguridad y justicia para hacer frente a este aumento de violencia. No hay que pensar que la activación de esa alerta es la solución; hay entidades que tienen años con ella y la situación no mejora.
Los últimos casos registrados ya con la referida alerta corresponden a una mujer de la colonia Infonavit del Conde, quien fue hallada sin vida y maniatada el 16 de abril, así como el de Luz Nallely, de 15 años de edad, perteneciente al municipio de Ajalpan y el de Ingrid Aremis, de 21 años de edad y estudiante de la BUAP.
A pesar de que Ciudad Juárez continúa siendo el municipio más violento del país, no podemos negar que Puebla, con 18 asesinatos en lo que va de este año, ha incrementado dramáticamente la incidencia en violencia de género. Los casos hablan de una misoginia detectada en todos los niveles de la sociedad, dando como resultado el lugar 19, a nivel municipal, según reportes del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), el cual señala que niñas, tanto mujeres de entre 15 y 25 años de edad, representan uno de los sectores más vulnerables de la población en este delito.
Es innegable que la desigualdad social es otro factor que siempre ha contribuido a la violencia en nuestro país, aunado a una cuestionable libertad de expresión posmoderna, violencia televisiva como cinematográfica, redes sociales y algunas otras expresiones que dan como resultado la creación de los móviles para el feminicidio.
No queda más que luchar por la legalidad y la justicia, exigiendo la aplicación de la ley mediante una correcta tipificación del delito que concluya en sancionar a los agresores, evitando los errores procedimentales que son utilizados para que el delincuente obtenga su libertad mediante la concesión de un amparo, fomentando así la impunidad que lamentablemente caracteriza a nuestro México. Aparte de esto, hay que estar conscientes de que buena parte de esta problemática parte de un machismo y discriminación, fomentados por algunos caballeros y algunas damas, paradójicamente; pero es mejor reconocer esto y no pensar que un código penal o un programa gubernamental serán suficientes para reducir este terrible delito.
El narcotráfico, la prostitución y el crimen organizado tampoco son los únicos responsables de esta violencia: es toda una sociedad en la que no es prioritario educar en equidad de género que transforme la misoginia en respeto a la vida.
No Comments