Mariela Arrazola Bonilla
Barroco es una palabra, un estilo y un periodo.
Como palabra, es un adjetivo calificativo; se usa para describir y hacer alusión a lo recargado.
Como estilo hace referencia a obras de arte con una serie de características comunes que se oponen al clasicismo del Renacimiento. En este sentido, su uso comenzó siendo peyorativo y se popularizó en el siglo XIX.
Además, el Barroco es un periodo histórico de la civilización occidental que coincide con la Contrarreforma, las monarquías absolutas y el comienzo de la Ilustración, y que se ubica entre los siglos XVII y XVIII.
En Puebla, cuando en el sexenio de Moreno Valle tuvieron la ocurrencia de hacer un museo barroco se pensó, o nos hicieron pensar, que el recinto albergaría obras de estilo barroco, del periodo Barroco y de otros países.
No obstante, más temprano que tarde comenzaron a hacer exposiciones de artistas contemporáneos que aseguraban que sus obras tenían algún elemento barroco. Esto es en el primer sentido coloquial de la palabra.
También surgieron los neobarrocos. Para lo que no faltó la expo del artista que leyó a Calabrese y se autoconceptualizó neobarroco para encajar en el recinto.
Vaya, Caravaggio pintaba de una manera y ya. No necesitaba autoproclamarse barroco. No seguía el gusto de la época, lo revertía. Eso hace al gran arte. De igual manera, las grandes instituciones del arte no siguen el gusto popular, guían el gusto, lo expanden. Guiar es llevar a las audiencias de algo tan aceptado como Frida Kahlo a Remedios Varo, por ejemplo.
Sin duda, uno de los grandes problemas del museo barroco es que no atrae grandes audiencias. Por ejemplo, el Rubens que trajeron en verano, permanecía solo en la sala. Mientras que cuando fue llevado al Munal en CDMX había filas para verlo. ¡Oh diferencia! Se llama formación de públicos.
Quizás con luchas libres se atraiga una cantidad de gente sustantiva. El guiño a la cultura de masas no contribuye a la solución del problema. No tenemos audiencias que se interesen por el gran arte. Ése que sólo pueden exhibir los grandes museos. En el sentido de instituciones altamente profesionales como para lograr que un gran museo les preste, no dije les rente, una gran obra de arte. Eso se llama prestigio, y no se compra. Se gana.
Nadie tiene un problema con la cultura popular mexicana. Por el contrario: qué bueno que esté en los museos. Espacios para las luchas hay muchos y, sin causar mayor revuelo, pueden ser utilizados. La provocación como estrategia de marketing no deja de ser burda.
El gran arte, insisto, es la mejor estrategia de marketing para atraer grandes audiencias.
La formación de públicos es un tema pendiente.
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